lunes, 24 de agosto de 2015

Tucumán

En diciembre de 2001, los argentinos padecimos, sin sorpresa pero con indignación, la brutal represión que puso fin a los días de Fernando De la Rúa. Fue una época violenta y ni siquiera la renuncia del gobierno aplacó los ánimos de las fuerzas de seguridad: seis meses más tarde, la bonaerense asesinó a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki en la Estación Avellaneda. 
Los gobiernos de Néstor y Cristina Kichner se comprometieron a no reprimir la protesta social. Las policías provinciales y sus jefaturas políticas (los gobernadores) no siempre asumieron el mismo compromiso.
Aunque con excepciones, en Santa Fe hubo una continuidad a partir de 2003: los gobiernos de Jorge Obeid, Hermes Binner y Antonio Bonfatti adhirieron a la misma política.
El tucumano José Alperovich quedará en la historia como el gobernante que rompió esa democrática tradición. No importan tanto las elecciones: si hubo fraude, si hay clientelismo, si Manzur ganó bien. En Tucumán la Policía volvió a reprimir una protesta. Y esa es una triste noticia, la más triste.


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