miércoles, 17 de septiembre de 2014

“Los macristas son más progres”

Mientras la discusión sobre el uso privado del espacio público continúa, entrevistamos a Carlos María Reinante, una figura ineludible del resguardo del patrimonio urbano.


En 2006, cuando era Subsecretario de Patrimonio Cultural de la ciudad, el arquitecto Carlos María Reinante formuló una advertencia en una alocución sobre la restauración del Teatro Municipal: “Hemos hecho jornadas con las empresas inmobiliarias, con el Concejo Municipal, para explicarles la diferencia conceptual y epistemológica entre el desarrollador urbano y el especulador inmobiliario. No es lo mismo un desarrollador urbano que un especulador de la ciudad. Al especulador hay que avisarle que no vamos a estar de acuerdo con lotear la Plaza de Mayo, pero si fuera necesario la lotearían a la Plaza de Mayo”.
A través de sus investigaciones y publicaciones, Reinante es quien más ha documentado nuestra historia urbana local en la arquitectura. Foto: Bárbara Favant.

—¿Por dónde pasa esa diferencia?
—El desarrollador urbano invierte sin aprovecharse de la plusvalía que la tierra tiene. Todos los “desarrolladores”, que en realidad son especuladores urbanos, quieren el bulevar Gálvez. ¿¡Porque no invierten en el entorno del parque federal!? No son desarrollos del ejido urbano, son especulaciones. Esto es la privatización de la ciudad por la ciudad. La pregunta es: ¿en algún momento, la Municipalidad va a ser dueña de las cocheras subterráneas de Parque Alberdi? Ese es el concepto. Ahí está el eufemismo y la trampa de decir que “va a ser de todos”, cuando en realidad no es de todos. Eso es lo que yo no alcanzo a entender del progresismo instalado en la política local.
A sus 71 años, Reinante es una figura ineludible dentro de su área de referencia: el resguardo del patrimonio urbano. Desde la cátedra universitaria, la función política o la palabra pública –son innumerables sus charlas y publicaciones, en el país y el extranjero–, Reinante ha dado pruebas de una inquietud sincera por la historia y el presente de la ciudad.
Durante la disputa que se abrió entre la Municipalidad y la Asamblea Ciudadana en Defensa de lo Público por la construcción de cocheras semisoterradas en el Parque Alberdi, Reinante fue convocado por los asambleístas para brindar su posición respecto del proyecto que llevan adelante Park Centro –las constructoras CAM y Ponce– y la Secretaría de la Producción de la Municipalidad. El arquitecto dio a conocer una carta: “el mantenimiento del Parque y su recuperación conforme a pautas consensuadas siguiendo técnicas en la materia, no significa oponerse a los naturales progresos que debe tener una ciudad. Lo que resulta quizá desproporcionado y en cierto modo pueril, es el destino de la intervención; pensamos deben buscarse otras alternativas al acuciante problema de estacionamiento en el área central, posiblemente planteando soluciones más de fondo como lo han hecho otras ciudades. Por lo que no parece razonable enajenar parcial o totalmente el subsuelo de un espacio público para construir cocheras. (Decimos enajenar porque resulta eufemista pensar que en treinta años de usufructo privado, posiblemente prorrogables, se pueda hablar de usufructo público o de bien público)”.
La intervención le valió una respuesta de otra figura interesada en el patrimonio local (y, también, como integrante de la Bolsa de Comercio, en las cocheras): Gustavo Vittori, uno de los directores de El Litoral. Vittori señala que “No se puede embalsamar la ciudad por amor al pasado, aunque sea deseable, importante y necesario mantener trazas pretéritas que permitan hilar los tiempos en una textura de referencial identidad y pertenencia. El pasado nos alumbra, pero no debe ahogarnos, porque el futuro nos espera”.
La obra avanza, mientras el Centro de Protección a la Naturaleza estudia qué pasos judiciales va a dar después de que la sala 3 de la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial rechazara la apelación que la ONG presentara luego de que el juez Eduardo Sodero desestimara la demanda que plantearon para detener la transformación radical del Parque.
En su estudio, Reinante continúa “Es un juego eufemístico hablar de ‘embalsamar la ciudad’. Vittori es una persona muy inteligente y a quien respeto mucho, trabajamos 15 años juntos en la Comisión de Patrimonio, él sabe que nadie quiere embalsamar la ciudad. Cuando se habla de patrimonio, se habla de un uso dinámico del término: no es el criterio transformar la ciudad en un museo, y menos esta ciudad que nunca ha tenido una vocación por conservar nada del pasado. Las voces que ahora se levantan son realmente originales en este sentido. Él mismo afirma que cuando se demolió el Cabildo no hubo voces en contra. Estaba instalada en la clase política y en la sociedad esa vocación de la Generación del 80 de arrasar con el pasado, demoliendo cosas fundamentales. En ese Cabildo se había construido la historia republicana. Ahora toda Santa Fe se rompe las vestiduras por la Constitución, pero por entonces, entre 1907 y 1909, cuando se demuele el Cabildo, no se advierte que personas o instituciones se expresen a favor de su conservación. ¡Allí se juró la Constitución del 53! Entonces, eso es no comprender, los escenarios de la historia. No le pasó solamente a Santa Fe: Argentina perdió todos sus Cabildos, menos el mutilado de Buenos Aires, el de Salta, el de Córdoba y el de Luján”.

Alternativas al Parque
—Yo estoy totalmente de acuerdo en defender el Parque —define Reinante—, y deberíamos seguir defendiendo todos los espacios públicos. Ahora me enteré que se aprobó finalmente la ordenanza para hacer lo mismo en la Plaza San Martín. Creo que este proceso no tiene retorno, en este contexto. No soy demasiado optimista.
—Desde la visión de la protección del patrimonio, ¿cómo podría sintetizar este proceso?
—Lo que le decimos a los estudiantes en la Facultad es que uno recurre a la ocupación del espacio público cuando ya ha buscado en el ejido urbano otras alternativas, una vez estudiados los sitios donde están los desarrollos más blandos, donde no hay tanta dureza de acumulación histórica. Por ejemplo en toda la avenida Alem, la avenida 27 de Febrero... ¿no hay allí alternativas? Caso contrario, entramos en la trampa de  creer que la única solución es utilizar los subsuelos de las plazas. Y no es ese el argumento.
—Y en la zona céntrica, ¿en qué otro lugar podrían hacerse las cocheras?
—Por ejemplo, toda la avenida 27 de Febrero, en esos meandros que tiene donde está el supermercado Coto, en todos esos remanentes de espacios libres. Estamos hablando de no más de cien metros de distancia. El propio puerto tiene alternativas. Eso es lo que me preocupa manifestar. En un lote pequeño, uno se va  en altura porque no se tiene más terreno, no quedan otras alternativas. Pero hay posibilidades en el entorno próximo, y la prueba está en que se están construyendo emprendimientos privados de cocheras en calle Rivadavia y enfrente, en el propio puerto. Entonces, uno piensa: primero se debería intentar por ese lado, con un criterio urbanístico menos traumático. Por otro lado, queda la posibilidad de buscar la vuelta con lugares menos comprometidos desde el punto de vista de la carga histórica, donde hay obras de arte como el monumento a la madre, árboles y demás referencias.
—El Estado tiene el rol de proteger el patrimonio, ¿cuenta con herramientas?
—No las tiene porque nunca las han querido desarrollar. Es contraproducente a los destinos del negocio. Tiene una lógica la ciudad tal como está. Esta suerte de irracionalidad de la ciudad actual, este caos, esta heterotopía, no es tan caótica. Tiene la lógica del mercado, es absolutamente racional.
—¿Y cómo el Estado puede proteger el patrimonio?
—Hacé como Macri. Junta plata y hace cocheras, después llama a los vecinos y consulta quiénes no tienen cochera, para que tengan prioridad. Y las hace en plazas que no tienen valor, trabaja con la gente de Patrimonio y ONGs y establece otro mecanismo de apropiación, que realmente le sirva al vecino. Los macristas son más progres en el sentido del patrimonio respecto de lo que está pasando en Santa Fe. ¡Muchísimo más progresistas! Desalientan la llegada de los vehículos al área central e histórica, respetan las normas de patrimonio urbano. Usaron espacios públicos que no estaban calificados por la plusvalía urbana, sino justamente lo contrario. Por eso se metieron debajo de la 9 de julio, por eso el metrobús. Paran los autos antes de que lleguen al centro y ponderan el transporte público para desalentar el transporte privado. Esa lógica acá no aparece. Por otro lado, si uno tuviera que sacrificar una plaza para hacer algo subterráneo, pero público: una galería de arte, una biblioteca… pero este uso de las cocheras es pueril, intrascendente. Es fútil en el sentido que no es útil ni inútil: es eso, simplemente fútil. El argumento es solamente aprovecharse de lo que ya está constituido, de los lugares donde diferentes sociedades sumaron su esfuerzo y creatividad, motivo por el cual es donde la plusvalía ya ha dado sus señales de existencia positiva sobradamente.

Torres de soja
En los últimos 10 años, la ciudad se fue para arriba. Las torres comenzaron a proliferar y, con ellas, los barrios cambiaron completamente su fisonomía y vida cotidiana. Al respecto, Reinante dio cuenta de su óptica sobre el fenómeno, directamente asociado a las transformaciones económicas recientes: “Yo participé, con un grupo de gente bastante interesante de la Facultad, en un trabajo de investigación donde intervinieron profesionales de Rosario y Córdoba. Había economistas, arquitectos y urbanistas. La idea era ver en el territorio qué se modifica entre una foto de 1980 y una de 2013. La hipótesis de trabajo fue saber cómo la matriz productiva afectaba el territorio y su estructura en las ciudades. A mí me tocó analizar las ciudades intermedias y armé una hipótesis de trabajo para la periferia santafesina. De las variables que se analizaban, a mí me correspondió estudiar el patrimonio, así vimos que la matriz productiva lo afecta directamente. Nos valimos del inventario del patrimonio de Santa Fe, realizado por la cátedra a mi cargo hace muchísimos años”, recuerda Reinante, sin mencionar que esa labor se plasmó en su obra Inventario, 200 obras del patrimonio arquitectónico de Santa Fe, “Se documentaron las obras principales. Ello sirvió para ver que lo que importa es el tejido, no el hecho puntual aislado: advertir qué está pasando en la parcela del lote urbano, en la colindante, en la de atrás, en la de adelante. Trabajar sobre la totalidad del territorio. La investigación significó aprovechar la información de otros inventarios realizados, como los del patrimonio de Esperanza, Rincón, Santo Tomé, Coronda. Cuando hablamos de la matriz productiva hablamos en general del cultivo dela soja, de la subdivisión de la tierra, de la conversión de un área rural en urbana, es decir, de la supresión de las zonas de quintas y de cinturones verdes en entornos urbanos periféricos. Sabemos que aquí la manera de hacer ciudad es loteando el territorio rural. Se lotea y se lotea hasta que llega un momento en que la planificación tendrá que marcar hasta dónde llegar. En Santa Fe vemos un hinterland camino al norte que puede llegar a cualquier parte. ¿Qué urbanidad tiene esa área de la periferia? ¿Por qué van allí los pobres? Porque la tierra es barata. Y se sigue así ese proceso expansivo, extensivo y nunca hay ciudad, nunca hay urbanidad. Si no se lleva ciudad a la periferia esto no se resuelve nunca. Se tiene que comprender el argumento conceptual de fondo: a la urbanidad solamente se la puede generar con nuevas centralidades. ¿Qué hay que llevar? Espacio público y servicios altamente jerarquizados: escuelas, bibliotecas, centros culturales, shoppings si fuera necesario. Así sucede tanto en las villas miserias de Río de Janeiro como en las periferias de París. Llevar la urbanidad significa llevar los valores de la centralidad, con los servicios, no llevar a la periferia la miseria, el espacio anodino de los no lugares”.
—¿Y respecto de la torres?
—No se defiende un barrio promoviendo la construcción de torres. Hay otros modos de producir densidad urbana sin altura. Se puede hacer crecer una ciudad no necesariamente con estos exabruptos de convertir un tejido de casas bajas en estas heterotopías, donde todos perdemos: toda la urdimbre, el tejido, la construcción social del territorio.
—¿Qué legado patrimonial estamos dejando para el futuro?
—Hay una frase hecha que dice que los edificios que estamos construyendo ahora son el patrimonio del futuro. Y es cierto. Ahora, en la construcción del patrimonio del futuro no entran sólo aquellas obras que tengan solamente valores intrínsecos de diseño, sino aquellas donde se ha justificado, de una manera explícita, los modos de producción de esa arquitectura. Roberto Segre, un reconocido autor latinoamericano recientemente fallecido, afirma que la valoración de la arquitectura va a cambiar no tanto cuando cambie su forma sino los modos de apropiación de esa arquitectura. Es el uso, en manos de quién está, quiénes se apropian y hacen usufructo esa arquitectura lo que importa y, fundamentalmente, cuáles son sus medios de producción. Yo les digo a mis alumnos que si hay una obra que va a trascender el siglo XXI va a ser posiblemente la que está haciendo Mario Corea frente al correo, el Cemafe. Pero en esa valoración del patrimonio se va a discutir, seguramente, si los 240 millones de pesos que se gastaron para la estructura de hormigón quedan justificados como modo de producción arquitectónica de una obra que no se concursó y de la que, como dato curioso, participó como arquitecta  la propia esposa  del ex gobernador Hermes Binner. No obstante lo dicho y pese a la crítica por los procedimientos empleados, sigo valorando la arquitectura que está haciendo Mario Corea en la ciudad.

Qué fue del puerto
La reconversión de la zona del puerto en lo que hoy es comenzó cuando Reinante se encontraba al frente del cuidado del patrimonio de la ciudad, durante la gestión Balbarrey. Desde su lugar, participó en la evaluación de las propuestas que se presentaron. No sin resignación, recuerda:  “Cuando vimos las exposiciones de las dos empresas que llegan a la final, para calificar cuál se elige, se observó qué hacía cada una con el patrimonio industrial existente. Se estudió con el equipo todo el material y se decidió por la oferta que ganó. En lo que se refería al patrimonio portuario puse mi firma a favor de esta opción porque los diseños y soluciones que presentaban eran superadores. Después vino el pragmatismo, tan típico de la planificación y de los negocios. Para que se tenga una idea: la espina del shopping se articulaba a una serie de patios. Era una espina industrial, en la que se desarmaban las estructuras metálicas y se rearmaban sin perder el tipo arquitectónico, una cosa muy interesante. No era el ‘trencito de la alegría’ y la miseria que aparece ahora, eran intervalos de espacios abiertos y cerrados, bien calibrados. Una estructura en peine semiabierta, donde se disponían los silos del hotel y el centro cultural y, en el fondo, como una verdadera metáfora, se dejaba una de las grúas y se armaba un auditorio al aire libre, en el sitio donde actualmente está el estacionamiento sur. Las calles laterales de ida y vuelta eran verdaderas avenidas urbanas. Nada de eso sucedió. Y si  hoy uno se detiene  un segundo con el auto alguien de seguridad hace sonar su silbato. Cuando el espacio público no está implementado para la permanencia del usuario, no se le incluyen los equipamientos necesarios. Si vos no ponés un árbol y un banco, no tenés ni la sombra ni el que desea la sombra para tomar mate al lado del río. Lo que se impone es la exclusión de los usos urbanos como un acto deliberado de la planificación, una ostensible mezquindad para un lugar que estaba pensado para una ocupación libre y multívoca, una especie de gran superficie abierta y contenedora, provista con equipamientos para apropiaciones sociales libres e intensivas. La imagen del shopping actual es justamente lo contrario a lo que mostraron se realizaría. Tuvimos una oportunidad y la hemos perdido… Un colega arquitecto decía no hace mucho en una charla que ‘el fracaso económico o productivo del puerto de Rosario significó toda una oportunidad para concretar una importante intervención en el espacio público’. El puerto de Rosario es una maravilla: una nueva urbanidad hecha de parques, museos, edificios, paseos... Eso en Santa Fe no sucedió. Acá el fracaso económico del puerto significó poner por delante un negocio inmobiliario”.

En Pausa #141, miércoles 10 de septiembre de 2014. Pedí tu ejemplar en estos kioscos.

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