viernes, 10 de octubre de 2014

Hipatia

Otro yo mismo, por Mari Hechim

En el mes de marzo siempre llueve. La primavera se presenta con languidez, preparando el calor de mayo que está cerca. Sin embargo, ella no sabe que no lo verá nunca,  que hoy es el último día de su vida.
Llegará el carruaje a buscarla, la bajarán con violencia. Pero no ahora, en este momento de silencio y serenidad. Hipatia mira caer la lluvia en los jardines, mientras acaricia sin pensar el borde de la toga, que es la prenda que más ama en el mundo. La mente se concentra en las gruesas gotas que, al aplastarse contra las hojas, se hinchan en un efímero instante, antes de deshacerse en una caída líquida, que chorrea hacia abajo, hacia un charco de nada, el agua en montón, pequeños ríos.
Él pertenece a un pasado remoto. Siempre la lluvia le trae su recuerdo: su mirada dulce y febril, sus manos que imploran, su olor, sus reclamos. Cuando ella ya sentía un temblor en las piernas, supo que debía deshacer esto con brusquedad, tajante y firme, y se le ocurrió lo que ahora le provoca una sonrisa. La expresión de horror de él, tirando con asco la toallita de la menstruación hacia un lado. Eran dos niños. Pero su padre no se había desvelado en ella para que fuera cualquier mujer, una que se distrae en el amor y deja sus compases, sus destiladores, su astrolabio para correr tras un hombre vulgar como todos los hombres. Su padre la había formado para contemplar las estrellas, las formas geométricas que, en el juego matemático más límpido, acercan a la verdad superior. Ella había cumplido con sus expectativas, vaya que sí, varias veces mejor que si hubiera nacido varón.
La lluvia se fue haciendo más liviana, los colores de las flores y las hojas relucen, el sol de la tarde se insinúa. Sobre el sonido del agua que cae, se superpone el de los hierros enérgicos del carruaje. Hipatia se aparta de la ventana, es hora de volver a casa. Rápidamente se mira en el espejo, sonríe con ironía: la bella, la sabia, la virgen: la desdichada.
Afuera aguarda la turba de cristianos que descargará en su cuerpo el odio concentrado que sienten hacia el conocimiento, la diferencia, las mujeres.

En Pausa #143, miércoles 8 de octubre de 2014. Pedí tu ejemplar en estos kioscos.

1 comentario:

Luci dijo...

Me gustó mucho!