sábado, 28 de mayo de 2011

Clásicos, la salsa del fútbol



En el día de la final Manchester-Barcelona, un repaso por las contiendas que desatan las alegrías y las tristezas de las multitudes.

Por Gastón Chansard


El barrio, la ciudad, la provincia o el país, cualquiera de esas jurisdicciones pueden ser viables para dividir pasiones. La rivalidad de un Boca-River separa a un país, Talleres-Belgrano a una provincia, Colón-Unión a una ciudad y Excursionistas-Defensores de Belgrano a un barrio. Hablamos de clásicos, que es equivalente a decir la “salsa del fútbol”, ya que el juego que supieron traer los británicos a estas tierras no sería tan pasional si no existiera el “otro”, el vecino, el innombrable.

Con el último Boca 2-River 0 aún flotando en el aire, Santa Fe está expectante al tramo final de Unión en el Nacional B. Quizá por eso este sea el momento apropiado para bosquejar algunas líneas sobre un tema que despierta tanto amor como violencia en la sociedad argentina: los clásicos.

La riquísima historia futbolera cuenta que el clásico más viejo del mundo se viene jugando desde mayo de 1888 en Escocia, entre los protestantes del Rangers y los católicos del Celtic. Si hay temas polémicos en una sobremesa, esos son el fútbol, la religión y la política. Pues en una de las islas británicas esas cuestiones se unen en cada choque -en el sentido más literal de la palabra- entre las dos pasiones escocesas. Para reflejar el grado de enfrentamiento en todos los aspectos, hasta el año 1989 el Rangers fichaba solamente a jugadores protestantes.

En esta recorrida histórica, dejamos el continente europeo y nos ubicamos en nuestro país para llegar al primer clásico del fútbol argentino. Como no podía ser de otra manera, a orillas del Río de La Plata, en la barranca quilmeña, Quilmes Atlethic Club, con todos jugadores ingleses, se enfrentó un 25 de mayo de 1906 ante el que sería el rival de toda la vida, Argentino de Quilmes, el adversario que nació de la discriminación del Cervecero: con su actitud de no dejar ingresar jugadores criollos, los del Mate se agruparon y crearon un elenco íntegramente argentino. Aquel día, cuando la patria festejaba su cumpleaños 96, el cuadro con representantes británicos festejó el primer clásico de la historia en la Argentina con un claro 3 a 1. Las profundas diferencias sociales, culturales y políticas entre ambas instituciones marcaron los comienzos del clásico de la ciudad de Quilmes, que no se juega desde 1981.


El super

Según los datos que manejan diferentes consultoras privadas y la Secretaría de Medios de Comunicación de la Nación, los dos equipos que disputan el clásico más importante de nuestro país representan a algo más del 70% de la población. El organismo estatal establece un 41,5% de hinchas de Boca y un 31,8 %de River. La popularidad de los clubes con más hinchas de la Argentina y la cantidad de títulos logrados entre ambos justifican ampliamente el calificativo de “superclásico”.

Aunque la historia cuenta que ambos nacieron en el mismo barrio, La Boca, y que luego River se mudó a Nuñez, la diferencia entre sus seguidores se reflejó de manera muy marcada entre las clases sociales: los sectores más humildes se inclinaron por los Xeneizes y los más acomodados por los Millonarios. Lo cierto es que con el correr del tiempo esa diferencia no fue tan importante y hoy hay hinchas de ambos clubes tanto en las villas como en los barrios cerrados.

La primera vez que se vieron las caras fue el 24 de agosto de 1913, en la cancha de Racing, cuando River ganó 2 a 1. Y a nivel títulos, el mayor contraste aparece en los logros nacionales e internacionales. De los últimos, Boca posee 18 trofeos y su rival eterno 5; mientras que en el plano local, los de Nuñez ganaron 33 títulos y los de La Ribera 23. El historial en torneos locales marca una paternidad del equipo azul y oro, con 69 logros sobre 62. En total jugaron en 188 oportunidades.

Luego del Boca-River, en cuestiones de cantidad de hinchas se ubica el clásico de Avellaneda, ya que entre ambos cuadros suman el 10% de la población nacional: un 6% de Independiente y un 4% de Racing. También los bonaerenses están segundos en títulos nacionales e internacionales, sobre todo por la importante suma de títulos que le aportó el Rojo al fútbol argentino. Pero en algo están primeros, y es en el vecindario. No hay clásicos rivales que tengan las canchas más cercanas en la Argentina, ya que sólo tres cuadras separan a las dos grandes pasiones de Avellaneda y desde lo más alto de un estadio se puede observar el del otro.


Rótulos

Los datos y las historias de cada uno de los clásicos los hacen a cada uno de ellos únicos e irrepetibles (también rápidamente olvidables), y en esas historias surgen datos para la estadística y para la sensación del pueblo futbolero. Esa sensación popular revela cuestiones que no admiten discusiones trasnochadas en mesas de bares. Por ejemplo, que el clásico de La Plata es el más desparejo de la Argentina. Estudiantes se cansa de ganarle a Gimnasia, sobre la hora, con una goleada de 7 a 0 o como sea; además el Pincha ganó torneos locales y copas internacionales y el Lobo nada: afirmaciones como esas son habituales cuando en cualquier punto del país se habla del clásico platense. Sin embargo, en las anécdotas históricas el más importante dato de color es en favor de los Triperos. El 5 de abril de 1992 quedará en la historia como el día que la hinchada de Gimnasia hizo temblar La Plata. Con un golazo del uruguayo Perdomo, el Lobo ganó el clásico en la cancha de su eterno rival 1 a 0 y las vibraciones producidas por el festejo tripero registraron un movimiento sísmico de más de seis grados en la escala Richter, medido por el Departamento de Sismología e Información Meteorológica del Observatorio de La Plata.

En estas sensaciones del pueblo futbolero también surgen afirmaciones tales como que “el clásico de Rosario es el más pasional y antagónico de todos”. Aunque no existe el medidor de pasión, de estas aseveraciones futboleras surgen las mil y una historias que tejieron a lo largo de los años los hinchas, dirigentes, directores técnicos y hasta los propios jugadores que no eran de la ciudad, pero se identificaron rápidamente con los colores. El grado de odio mutuo es tan alto que a lo largo de la historia sólo 15 jugadores vistieron las camisetas de ambos clubes y desde hace 27 años no se produce un hecho de ese tipo: el último fue Juan Carlos Delménico, que jugó para Newell’s entre 1971 y 1973 y luego para Central en 1984. El grado de pasión y antagonismo lleva a los rosarinos a recordar y celebrar todo, desde la famosa palomita de Aldo Pedro Poy (1971) hasta el día que los suplentes de leprosos le ganaron a los titulares canallas (1992).



La Avenida y el Centenario

El Boca-River se ganó el mote de superclásico, el de La Plata es el clásico más desparejo, el de Rosario el más pasional y el de nuestra ciudad es, sin lugar a dudas, el de la paridad. Colón y Unión se enfrentaron por torneos de la AFA en 80 oportunidades, de las cuales el Sabalero se impuso en 26, el Tate en 25 y empataron las 29 restantes. Con respecto a quién es más grande en Santa Fe, eso va de la mano de los logros deportivos y la mayor cantidad de hinchas, y hasta en eso la distancia es leve entre uno y otro. Los rojiblancos recordarán por siempre el ascenso de 1989 y los rojinegros retrucarán que jugaron torneos internacionales, el “4 a 0 y se fueron” y que son la mitad más uno en la zona (en todas las encuestas que se hicieron sobre el tema Colón pasa el 60%). Por ahora el Sabalero goza de estar en una categoría superior al de su eterno rival y de su coqueto estadio para jugar la Copa América, mientras que el Tate espera ansioso el ascenso que le permita volver a jugar entre los grandes.



La lista de clásicos en nuestro país es enorme y probablemente se los podría catalogar con algún título por características especiales, pero para eso habría que escribir un libro y no una simple nota. Seguramente en ese libro se podría hablar de San Lorenzo-Huracán, el más bohemio, tanguero y porteño de todos; de Gimnasia y Esgrima-Juventud Antoniana, allá en Jujuy y Salta; de San Martín-Atlético Tucumán y otros tantos más pequeños en números de simpatizantes, pero no por eso menos pasionales, como el viejo clásico capitalino que se reeditará en la próxima temporada de la B Nacional, entre el recién ascendido Atlanta y el temible Chacarita.

¡Salud por nuestro fútbol y por nuestros clásicos! Pero este brindis va con un deseo: que sean con hinchas locales y visitantes en todas las canchas.


Publicado en Pausa #75, a la venta en los kioscos de SF

miércoles, 25 de mayo de 2011

salió Pausa #75


ya está en la calle la nueva edición de Pausa, el periódico quincenal de Santa Fe.

En este número la nota de tapa es sobre las elecciones primarias que se llevaron a cabo el domingo. Un análisis frente por frente y un anticipo de lo que se viene en las generales. El funcionamiento de la boleta única y las anécdotas más coloridas de una jornada que dejó mucha tela para cortar.

Además: las adicciones modernas, los tironeos por las estaciones de trenes, las cifras de la desocupación, los clásicos criollos en la pluma de Gastón Chansard, el disco nuevo de RIO, las peripecias de Francisco Tamagnini en Colombia y una reseña de la película de Alexander Kluge sobre “El Capital” de Marx.

Y como siempre: noticias, deportes, música, cine, sociedad y humor.

Pausa se consigue en kioscos de diarios y revistas de Santa Fe a solo 3 pesos.

Próxima edición: miércoles 8 de junio.

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viernes, 20 de mayo de 2011

¿Qué proponen?


Las promesas de los precandidatos a gobernador y las posiciones tomadas de cara a la interna abierta.


En la recta final hacia las primarias del 22 de mayo se sucedieron operaciones de todo tipo para seducir a los indecisos. Encuestas que se contradicen y que favorecen siempre al que las encarga, declaraciones altisonantes para lograr espacio en los medios y ataques verbales contra rivales internos. Hubo, además, propuestas. Para echar algo de luz al panorama electoral, Pausa recopiló lo más saliente del discurso de los principales

precandidatos a gobernador. ¿De qué hablaron quienes buscan llegar a la Casa Gris?


El cambio continúa

Antonio Bonfatti, el candidato del gobernador Hermes Binner, basó su campaña en el concepto de continuidad. El ministro recorrió la provincia exhibiendo los logros de la gestión: la campaña es la gestión. En eso corre con ventaja respecto de los otros precandidatos del Frente Progresista, que le achacaron haber aprovechado la estructura del Estado para apuntalar su candidatura. A su modo, aunque sin darle crédito a las irregularidades denunciadas por la UCR, Bonfatti lo admitió: “Saber cómo se desarrolla la actividad en la provincia es un punto a favor nuestro”. Según el ministro, sólo su triunfo garantiza que la provincia no arranque desde cero.

La otra arista en la que hace hincapié el binnerismo es la experiencia de sus equipos de gobierno: “Este proyecto tiene hombres y mujeres que lo gestionan. Tenemos un equipo de gestión de tres años y medio. Y en algunos equipos más de 20: salud, educación, cultura, justicia. Esta experiencia de conocimiento del Estado en primer lugar, y de todos los actores de la actividad económica, social y política de la provincia, no es un tema menor”, señaló Bonfatti.

Confiado de cara a las internas, el ministro de Gobierno planteó que el debate de fondo comenzará el 23 de mayo. Allí estarán definidos los nombres que el PJ y el Frente Progresista ofrecerán a la ciudadanía; la estrategia del binnerismo ya está planteada: “La gente tiene para elegir. O mira hacia atrás y valora qué se hizo en 24 años o mira menos hacia atrás y valora lo que nosotros hemos realizado en tres años”, dijo Bonfatti.


Ganamos todos

El otro precandidato socialista, Rubén Giustiniani, basó su campaña en su tarea como senador nacional. La ley por la cual se creó el primer parque natural para Santa Fe, el 82% móvil para los jubilados –luego vetado por el gobierno nacional–, la reducción de la mayoría de edad de 21 a 18 años, la asistencia financiera gestionada desde el Congreso por la sequía y su adhesión al reclamo por los fondos coparticipables fueron las banderas que enarboló para plantarse como candidato a gobernador.

Giustiniani se distanció del binnerismo al hacer hincapié en la necesidad de más seguridad, una bandera que enarbolan todos los precandidatos, oficialistas y opositores, a excepción de Bonfatti, quien de hacerlo estaría reconociendo una falencia de gestión. “En las grandes ciudades, como Rosario y Santa Fe, el tema de la seguridad aparece recurrentemente”, indicó. A esas problemáticas, sumó la falta de viviendas y de trabajo y la violencia de género: nunca dejó de destacar que su fórmula es la única que integró a una mujer, la esperancina Ana Copes.

El senador largó primero en las encuestas y por ello se convirtió en el blanco favorito del binnerismo. El gobernador lo llamó “candidato testimonial”; el presidente del socialismo no entró en el juego y remarcó que la suya es una “campaña propositiva”.


Unidad progresista

El radical Mario Barletta se lanzó a la carrera por la Casa Gris remarcando la necesidad de fortalecer el sistema educativo. Con el correr de las semanas se animó a promesas más fuertes: dijo que es posible terminar con el hambre en toda la provincia si se crean cinco plantas de alimentos nutritivos, se sumó al discurso de la inseguridad –declaró: “Voy a ser el jefe de las fuerzas de seguridad”– y dejó para el final la propuesta más ambiciosa: “Vamos a hacer posible el regreso del ferrocarril”.

Igual que Giustiniani, Barletta aclaró que –de imponerse en las generales del 24 de julio– dará continuidad a la gestión de Binner. Pero a la vez marcó sus diferencias. Su discurso sobre educación apunta más a la articulación con el sector productivo. Sus consignas aparecieron en un artículo de su autoría publicado en Clarín: “La universalización del preescolar, la búsqueda de la deserción cero, la obligatoriedad de la secundaria y la incorporación al estudio de nuevas tecnologías aplicadas a la producción para la sustitución de importaciones”.


Frente para la Victoria

Agustín Rossi supo capitalizar sus derrotas. Cuando nadie se atrevía a enfrentar a Binner, en 2005, el entonces concejal rosarino aceptó encabezar la lista de diputados nacionales del PJ. Aquella elección fue el punto de partida de su construcción política. Ni siquiera había asumido su banca en el Congreso cuando juntó a su tropa en Santa Fe y comenzó a armar un tercer espacio, lejos de Reutemann y de Obeid. Perdió las internas de 2007 ante el candidato del gobierno provincial –Rafael Bielsa– y salió tercero en las nacionales de 2009.

El jefe de la bancada kirchnerista piensa que llegó su hora. Con Reutemann y Obeid fuera de la cancha, se decidió por una campaña con pocas propuestas –o, más bien, difusas– y con mucha acción: a Rossi se lo vio entregando subsidios a productores en nombre del gobierno nacional, inaugurando escuelas y repartiendo notebooks a los alumnos.

En su discurso propone hacer en Santa Fe lo mismo que Cristina en la Nación: “Hay dos maneras de pararse ante la gestión. Como lo hace Binner, administrando, dejando las cosas más o menos como están, no haciendo ninguna cosa demasiado mal pero ninguna demasiado buena. O como Cristina: tratando de generar políticas que transformen la realidad, gobernando. Nosotros queremos gobernar como Cristina ha gobernado el país y no como Binner ha gobernado en la provincia”.


Por más Santa Fe

Omar Perotti es el único de los candidatos del PJ que puede exhibir gestión ejecutiva. Tres veces intendente de Rafaela, salió con esos pergaminos a seducir al electorado. En el centro-norte su figura es conocida y respetada; el sur aparece como su talón de Aquiles: sólo la ciudad de Rosario concentra en 29% del electorado. Y allí Perotti va a la zaga de Rossi y de Bielsa, dos “locales”. El rafaelino le apuntó a otra cuota del electorado. Sus asesores calcularon que el 40% de los votantes viven en pueblos y ciudades pequeñas. Hacia ellos dirigió Perotti la promesa de trasladar la experiencia de su ciudad, pujante y productiva: “Nosotros hablamos primero de lo que hicimos en Rafaela y, en base a eso, de lo que vamos a hacer”.

Perotti se muestra equidistante de las dos alas del PJ: elogia a Reutemann y a Obeid y rescata algunas políticas del gobierno nacional. En busca del voto rural, se esfuerza por mantenerse despegado de todo lo que huela a kirchnerismo. En su armado aparecen figuras del obeidismo y del reutemismo; su foto con el Lole en el Senado fue un claro gesto de apoyo.

Perotti afirma: “Tenemos cuatro ejes: apoyo a la producción, generación de empleo, educación y seguridad. La seguridad va a ser política de Estado desde el primer día de gobierno, en trabajo coordinado con el Poder Judicial y con el Legislativo. Vamos a darle a la población una señal concreta: vamos a cuidar a la gente y vamos a conducir

a la Policía de otra forma”.


Encuentro santafesino

Rafael Bielsa reapareció en escena con un armado a las apuradas, sobre el cierre de listas, lo que desdibujó su lanzamiento. Sus socios –el precandidato a vicegobernador

Oscar “Cachi” Martínez y el líder de UPCN Alberto Maguid– le aportaron recursos y nombres; la lista es una rara mezcla de kirchneristas y reutemistas huérfanos de líder.

Como en 2007, Bielsa volvió a hacer gala de un discurso florido, con un registro muy lejano al del resto de los precandidatos. “Tenemos una provincia que funciona con kerosene, es hora de ponerle combustible de avión”, fue una de sus primeras frases de campaña. “El gobierno de Binner sobreprometió e infracumplió”, una de las últimas. El ex canciller habló de la necesidad de salir de un modelo netamente agroexportador para

agregar valor a la producción local y así generar más y mejor empleo. Las fotos de Bielsa con Amado Boudou, Gabriel Mariotto, Julio de Vido y Alicia Kirchner y las de Rossi con Mercedes Marcó del Pont, Alberto Sileoni, Daniel Filmus y Jorge Taiana revelan que la interna del kirchnerismo se juega también en Santa Fe. Cristina, cómoda

en el actual escenario y cada vez con menos rivales para las presidenciales de octubre, se mantiene lejos de los dos. Falta para el 23 de mayo.


Las bisagras

Se utilizará por primera vez la boleta única. El nuevo sistema termina con una lógica imperante: ya no habrá arrastre de un candidato de una categoría hacia sus compañeros de las otras categorías. Con ello, la campaña se multiplicó por cinco: ya no basta que todos se encolumnen detrás de la figura del principal candidato; todos debieron trabajar para instalar sus nombres y caras en el imaginario del electorado.

El efecto de la boleta única es incierto. Desde el punto de vista institucional se marca una bisagra –no más arrastre, no más robo de boletas–, también desde lo político será un punto de inflexión. El gobernador Binner planteó las internas casi como un plebiscito de su gestión; una derrota de Bonfatti lo deja afuera de las presidenciales y con poco margen de maniobra en los próximos seis meses. También el PJ se juega mucho. No sólo de la mano de quién pretende volver a la Casa Gris; el resultado del 22 de mayo decidirá una buena parte del futuro del partido, hasta ahora sumido en un trabajoso equilibrio entre reutemistas y kirchneristas.

Publicado en Pausa #74, todavía a la venta en los kioscos de SF.

Notas anteriores:

Rudimentos (I). La interna del Frente Progresista

Rudimentos (II). La interna del PJ

Ensaladas. Sobre la boleta única

miércoles, 18 de mayo de 2011

Comunión, vergüenza y liberación



La primera denuncia contra el arzobispo Edgardo Storni fue en 1993. Rubén Descalzo, un joven seminarista, lo acusó de abuso sexual. El Vaticano ordenó una investigación interna, pero la Justicia provincial no se hizo eco. Recién a principios de 2003 –unos meses después de que el caso llegara a los principales medios nacionales a partir del libro de Olga Wornat– el juez de instrucción Eduardo Giovanini procesó a Storni. El magistrado murió poco tiempo después y la causa entró en una maraña judicial que recién se resolvió a fines de 2009, cuando la jueza María Amalia Mascheroni dictó sentencia: ocho años de cárcel por haberlo hallado culpable del delito de abuso sexual agravado. Para entonces, Storni –que había renunciado a su cargo en 2002– ya gozaba de una jubilación de privilegio y estaba instalado en una quinta en La Falda. Su sucesor, José María Arancedo, nunca se manifestó en contra de Storni; al contrario: el año pasado lo defendió en público cuando opinó que su caso no podía considerarse un abuso sexual. El viernes 29 de abril, la Cámara Penal de Santa Fe anuló la sentencia de la jueza Mascheroni y ordenó que se dicte un nuevo veredicto. El abogado del ex arzobispo, Eduardo Jauchen, opinó que la decisión judicial “implica que Storni es inocente”.
Por Juan Pascual
Una comunidad se construye por sus experiencias compartidas en el tiempo. Cualquier comunidad, la que sea. Y esa comunidad se percibe a sí misma cuando una emoción la embarga.
Usted llora un muerto. En su hogar hay dolor. En otras casas también, y por el mismo muerto. En ese pequeño momento, todos los que lloran se hacen presentes entre sí, así sus cuerpos no estén juntos; viven lo mismo, cada uno a su manera. Son una comunidad familiar. En ese dolor, el amor de la comunidad salva. La llamamos familia, así no corra sangre por los lazos. Entre la familia las experiencias intensas son más repetidas. En toda la diversidad que tienen las experiencias.
Un hincha de tu equipo te consuela en la mala. Festejan juntos en la buena. Es una comunidad más leve; hay diferencias de intensidad. Se puede vivir a través de los medios (es espectacular) o en una corrida letal alrededor de un estadio. Implica hoy millones de millones de lo que sea: dinero, personas que gritan gol en un coro único y voces de los que hacen eso por su cuenta. Los que ríen jugando al fútbol en las canchas de alquiler.
Las comunidades tienen diferentes extensiones. Y diferentes modos de percibirse, algunos muy poco frecuentes. Siguiendo con el fútbol, allí está la indestructible quietud urbana del 4 a 0 del año pasado. Siguiendo con la muerte, es obvio señalar la congoja que reunió a las diferentes comunidades políticas alrededor de los líderes fallecidos recientemente. Y sus duelos.
De aquellas emociones que hacen visible a una comunidad quizá la menos admitida sea la vergüenza. La vergüenza involucra al propio cuerpo justo en la situación en que uno querría desprenderse de él por un ratito, porque no se puede soportar una mirada externa que lo ve, que lo domina, que lo condena. Así es como la vergüenza se exterioriza a pesar del cuerpo. El cuerpo traiciona al vergonzoso. Es todo lo opuesto a un grito de gol, también al llanto triste o alegre, que siempre es una liberación. Un calor aparece, incomoda, toca, enrojece el gesto. La vergüenza expone lo que no asumimos, nos entrega y adhiere a aquello que no terminamos de aceptar como propio. Ese placer por tocarnos de cierto modo. Esa traición que a veces creemos no haber cometido nunca y que mantenemos escondida.
Recuerdo que hacía frío y que todos los que desandaban la peatonal parecían ir desnudos. (La vergüenza también tiene esa particularidad: sólo puede ser narrada en primera persona). Era 2002. Cada dos cuadras, exhibida como proclama, estaba la portada púrpura de Nuestra Santa Madre, de Olga Wornat. Era la vedette de los kioscos. El libro escrito por una cordobesa para una editorial grande con sede en Buenos Aires y distribución nacional, con prólogo de Jorge Lanata. La mirada externa condenatoria que por un momento hizo que la comunidad local se percibiera a sí misma. A través de la vergüenza.
Delante del libro me inundaron las historias escondidas; circunstancias guardadas, olvidadas, jamás percibidas en su plenitud. Recordé cómo mucho tiempo atrás, en los ’80, hacíamos chistes en la práctica deportiva infantil y en el aula sobre los goces abusivos de Edgardo Storni. Era un rumor conocido. Era sabido. Nos tocábamos los genitales los niños, a veces mutuamente, sudados después de jugar, y nos insultábamos con esas escenas. (Mi generación todavía fue íntegramente criada en el odio al homosexual). Vos se la chupás a tal, vos se la chupás a cual. A vos te la da Fulano. Vos me la chupás. Y entonces, en algún lance, aparecía el nombre de Storni y rompíamos en carcajadas.
Éramos niños: repetíamos lo que se escuchaba en casa. En mi casa se sabía. En la de mis vecinos, recuerdo, también. En la calle se sabía. Quienes ejercían el poder del Estado lo sabían. Quienes llenaban de palabras a la opinión pública. Buena parte de la feligresía lo sabía y algunas órdenes y curas pagaron el precio de ese saber.
El libro de Olga Wornat, expuesto en la peatonal, nos desnudó con una pregunta: ¿vos no lo sabías? ¿La ciudad bajo el dominio de su Arzobispado desde 1984, la comunidad de los santafesinos, no mantenía vivo como rumor el testimonio de los manoseos y las amenazas de Storni?
La vergüenza derrumba nuestras certezas, el decurso estable y normal del tiempo, y estaquea nuestros cuerpos junto a aquello que es nuestra ruina. La vergüenza pone en escena algo ominoso, propio y de lo que no nos podemos liberar, porque es nuestro por más negado que esté. Algo invisible, hasta que aparece una mirada externa: el libro de Wornat, 18 años después de la unción del arzobispo y ocho años después de la apertura de una investigación interna de la Iglesia, comandada por el arzobispo de Mendoza José María Arancibia en la que 47 seminaristas testimoniaron sobre el Rosadito.
Pero, ¿vergüenza de qué?
No se trata del Arzobispado de Storni en sí. Para encontrar vergüenza allí hay que obviar la vigorosa y oblicua vida sexual de la Iglesia. El sexo de sus mitos y doctrinas, donde la madre nunca puede tener placer y donde la mujer es casi una propiedad del hombre de la casa (como los siervos, los bueyes o el asno), cuyo horizonte de felicidad es la obediencia al lampazo y el trapeo pro-familia (y que nadie separe lo que Dios ha unido, ni siquiera las trompadas del señor de la casa). El sexo de sus prácticas y estructuras: la misógina separación y sometimiento de las monjas a los curas; el celibato de todos; la impugnación radical de la homosexualidad como “hecho antinatural”. El sexo del confesionario, oreja de absorción ininterrumpida de miles de culposas historias de cama. La Iglesia está completamente embadurnada de sexualidad, opresiva de ciertas cosas como celebratoria de otras. Tampoco es lógico avergonzarse por el atronador encubrimiento de la institución sobre el caso: toda esa tensión insostenible se basa en un ordenamiento jerarquizado cuyo cemento es un silencio leal, común y denegatorio.
El libro expuso más a los santafesinos en general que a los católicos en particular. Vino a señalarnos que detrás del chiste, la chanza y el cotilleo compartido por muchos había una realidad espantosa sufrida por (no tan) pocos, que hundía sus rizomas en la Casa Gris, en la Municipalidad, en el sistema educativo, en el coqueto mundo de los apellidos dobles y las alcurnias locales, en el tufo moralinongo que abruma cualquier nuevo verdor de estas tierras. El libro expuso que muchos sabían, que muchos miraban para otro lado o eran impotentes para hacer de su saber una transformación. El libro nos obligó a un horrible retorno de lo ya conocido.
Asumir ese pasado (ese presente) en algún punto nos liberó. En la vergüenza compartida por los rumores de antaño percibimos una comunidad; lo insoportable de la escena forzó un cambio de posición, un leve corrimiento. El Arzobispado local no retuvo la misma cuota de poder que detentaba entonces, así su influencia política no haya decrecido.
¿Cuántas otras vergüenzas seguirán hoy vigentes, larvadas dentro de nuestra comunidad y a la espera de ser expuestas?

Publicado en Pausa #74, que te espera en los kioscos de SF

martes, 17 de mayo de 2011

Los tres años de Pausa


Las siguientes reflexiones auto-referenciales son, en realidad, fragmentos de los (pocos) textos que publicamos a manera de editorial en los tres años que pasaron desde la aparición de Pausa. Los compartimos con ustedes, una vez más, porque reflejan el espíritu con que forjamos el periódico. Y permiten actualizar o arrojar algo de luz sobre el debate actual acerca de la comunicación. Es una posición, nuestra posición, ni mejor ni peor que otras. Celebramos esa pluralidad y por eso aportamos nuestra voz:

Número a número intentamos recuperar aquel viejo concepto del interés general, cuyo primer –y quizá más importante rasgo– es que supone lo opuesto del interés particular, mezquino, individualista.

La mera existencia de Pausa es, a menudo, motivo suficiente para que recibamos inflamadas felicitaciones. No hay queja ni ingratitud: las tomamos como un reconocimiento al esfuerzo que hacemos por sostener con profesionalismo cada centímetro cuadrado del periódico. Las tomamos como una caricia, no como la supuesta postura de un lector acerca del estado actual de los medios. Los supuestos y el periodismo no se llevan bien; no queremos que se lleven bien. Nos gustan los hechos, los datos. Por eso tampoco nos llama la atención ese hecho –el elogio– si analizamos el contexto: es una celebración de la pluralidad. Y no mucho más.

Aprendimos en las aulas y en la práctica del oficio que la realidad sólo puede abordarse luego de un recorte previo. Desde esa premisa tratamos de pensar el periódico en general y también las notas. Internet y el formateado de diseño que hoy caracteriza a los medios gráficos nos tientan con la idea de que “todo lo que pasa” puede ser reflejado en un solo lugar; nosotros elegimos desistir de esa utopía y nos contentamos si alguna vez, al menos, rozamos la profundidad, que es uno de los objetivos de largo plazo que nos hemos planteado.


Pausa se ha dedicado a reflejar, entre otras cosas, algunas de las voces que los medios masivos eligen dejar de lado en su carrera por la primicia. En muchos casos, son voces que cuestionan las supuestas verdades que se nos presentan indiscutibles. Pasaron por estas páginas opiniones que son valiosas sobre todo porque desafinan del concierto monótono que se escucha en los medios: Abraham Gak y Máximo Sozzo, Luciano Alonso, Oscar Vallejos y Alejandro Horowicz, Mary Hechim y nuestro Juan Pascual.
También reflejamos datos que discuten las opiniones disfrazadas de verdades absolutas. Así los informes sobre las alternativas al modelo productivo vigente o aquellos textos pensados desde una mirada ecológica. O las notas de opinión, que acompañamos con datos puros escarbados y exhumados de las profundidades de “la realidad”. La elección de ese estilo –que demarca con claridad cuándo opinamos y cuándo informamos– creemos que es una de las características que más valoran nuestros lectores.
Por eso no rehusamos tratar los temas instalados en la agenda de los medios masivos; pensamos que siempre existe la posibilidad de aportar nuevas miradas sobre los viejos problemas. La inflación, los proyectos de desarrollo urbano y sus contradicciones, la salud, la política, la economía, los cambios y las reacciones, siempre tuvieron lugar en nuestras páginas.

Hacer periodismo independiente resulta caro porque supone, por un lado, el rechazo de todo tipo de prebenda y, por el otro, la necesidad permanente de solventar los costos de funcionamiento y de capacitación (que bien vista no es un costo sino una inversión).
Hace algunos años (no tenemos a mano el dato, y poco importa), el responsable de un periódico estadounidense dijo en una charla para periodistas (fue en Rosario) que la credibilidad vende. “La credibilidad también es un buen negocio”, fueron sus palabras. Es cierto: por ese camino todo se hace más difícil, más largo... pero igual lo vamos a seguir eligiendo, una, dos y mil veces.
Porque, hay que decirlo, no hay mayor placer que acostarse cada noche con la conciencia tranquila y con la certeza de que no estamos vendiendo basura.


La palabra impresa tiene un valor superior al de la palabra dicha: es inalterable. Esta circunstancia nos pone ante la feliz obligación de pensar mucho antes de escribir porque, obviamente, a ninguno de nosotros nos gustaría toparnos en el futuro con una nota vieja y tener que decir:
–¡Qué porquería! ¡Cómo puede ser que haya escrito esto!
Nos mueve eso: el impulso de dejar un testimonio de la época.

¿Por qué un nuevo periódico? ¿Por qué así, por qué ahora? Para esas preguntas, formuladas hace más de tres años, no hubo –ni hay– una única respuesta. Pausa surgió como una necesidad y como tal se nos impuso. Hay un diagnóstico en el que coincidimos los que hacemos este periódico: el vértigo, la inmediatez, las urgencias del día a día socavan nuestra capacidad de análisis y atentan contra la profundidad.
Bajar un cambio, parar la pelota, hacer una pausa: hay innumerables figuras del lenguaje que definen el estilo y las búsquedas de este periódico. La elección de la palabra necesidad no es inocente: eso es lo que Pausa representa para nosotros como profesionales, pero también define el contexto en el que elegimos forjar el proyecto y sacarlo adelante. Este periódico surgió como una necesidad; ahora es una feliz realidad. Pero a la par de esa necesidad íntima, individual y profesional, Pausa también se erige como la respuesta a una necesidad colectiva: un pedido que nunca fue formulado en términos concretos, pero que se puede percibir con solo salir a la vereda. La locura, la velocidad, la gente que habla y no dice nada, los diálogos de sordos y la dificultad de escuchar con atención al otro constituyen el panorama habitual de esta época.
En paralelo, ese vértigo se fue colando en los medios de prensa y día a día somos testigos de cómo se multiplican casi hasta el infinito las noticias y las urgencias. Pero, ¿qué hay detrás de ese afán de decir todo antes, todo más rápido? A menudo, cada vez más a menudo, nos preguntamos nosotros mismos –trabajadores de prensa– por la parte de responsabilidad que nos cabe, que no es poca, en este contexto de sobreabundancia de la información.
Taladrar, machacar, repetir una y mil veces lo mismo, tratar de abarcar el todo sin detenernos en cada una de las partes, ¿no es acaso una forma de desinformar?

En la jerga periodística se habla de pegar cuando se hace una crítica y el verbo trepa a matar cuando esa crítica es más dura de lo habitual. Este periódico no pega, ni mata: sólo pone al alcance del lector algunas informaciones que, pensamos, pueden ser de interés público. Los espacios de opinión (y esto ya lo habrás advertido) están debidamente señalados. Este periódico no busca pensar por el lector; busca algo mucho más modesto o complejo, según como se lo mire: ayudar a que cada uno piense por su propia cuenta.
En la jerga también se habla de amigos y enemigos, para referir simpatías políticas o compromisos en los que se mezclan (para desventura de los lectores) la opinión editorial y los modos en que el medio financia su actividad. Puesta la cosa en esos términos, hemos que decir que este periódico no tiene amigos ni enemigos. Es un medio de comunicación. Ni más ni menos. Todas las personas, los grupos sociales, los sectores políticos son a la vez objeto y fuente de la información. La relación vamos a mantener con ellos será siempre de distancia profesional.

A menudo los periodistas creemos que nuestro trabajo acaba cuando ponemos el punto final y enviamos la página a imprenta. Pero lo cierto es que el círculo recién se cierra una vez que los textos dejan ser tales y se convierten en una excusa para el diálogo y para la elaboración de nuevos textos. Leer, escribir, ser leídos y ser escritos: ahí la verdadera comunicación.

El rol del periodismo –y por lo tanto de los periodistas– fue debatido en los últimos años por la opinión pública, con tanto fervor como, a veces, reduccionismos. El contexto apuró el debate. La trabada aplicación de la ley de medios audiovisuales, que recorta privilegios de empresas concentradas, y la difusión de la investigación estatal sobre Papel Prensa, junto al proyecto de un marco regulatorio para unificar el precio del insumo, fueron el trasfondo.
Los medios tradicionales declararon la guerra abierta al gobierno; los más vinculados a la gestión K, como los dirigidos por Sergio Spolski o Diego Gvirtz, aceptaron el duelo. Así apareció la figura del periodista militante, utilizada con sagacidad para cuestionar al resto de la prensa, que según ese reduccionismo representa el conservadurismo y la defensa de los viejos privilegios. La trampa está en el lugar que definió la división de aguas: el apoyo a la actual gestión como requisito para no ser catalogado como descomprometido o, lo que es más duro aún, alienado; comprometido, sí, pero con los intereses del patrón.
La militancia, debería estar claro, es mucho más que un oficialismo. Desde Pausa preferimos pensar que el límite está en el profesionalismo y la honestidad con que desarrollamos el oficio. ¿Compromiso? Sí: con una serie de valores y una ética del oficio que va más allá de una gestión, de la transitoria administración del Estado. Compromiso con la democracia, la vigencia de los derechos humanos, la memoria y la equidad. Las personas pueden virar en sus posiciones; para aquellos que en forma acrítica los apoyaron eso pega como piña de knock-out: los deja perdidos, atontados.
Nosotros apenas queremos contribuir a la reflexión y a la memoria. Nada más.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Salió Pausa #74


Ya está en la calle la nueva edición de Pausa, el periódico quincenal de Santa Fe. En este número la nota de tapa es sobre las propuestas de campaña de los principales precandidatos a gobernador: qué dijeron, qué callaron y qué prometieron Antonio Bonfatti, Rubén Giustiniani, Mario Barletta, Agustín Rossi, Omar Perotti y Rafael Bielsa.

Además: el caso Storni, el debate por la educación en tiempos de campaña, las materias pendientes de la Justicia Comunitaria, los entretelones de la ley de matrimonio igualitario en la voz de Bruno Bimbi, los cursos de Cilsa, el ciclo de Cine y Filosofía y la travesía de Francisco Tamagnini por el Caribe colombiano.

Y como siempre: noticias, deportes, música, cine, agenda cultural, sociedad y humor.



Pausa se consigue en kioscos de diarios y revistas de Santa Fe a solo 3 pesos.

Próxima edición: miércoles 25 de mayo.


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martes, 10 de mayo de 2011

Mañana: Pausa #74


Desde mañana en los kioscos de Santa Fe

miércoles, 4 de mayo de 2011

Quiere volver a casa

Como paso previo a la prisión domiciliaria, Brusa pidió examen psicológico. Y se apareció sin esposas.


¿Es o se hace? Eso deberá resolver la Junta de Salud Mental de la provincia. Víctor Hermes Brusa, condenado a 21 años de prisión en cárcel común por delitos de lesa humanidad, movió sus fichas para lograr que la Justicia le otorgue el beneficio de la prisión domiciliaria. La Secretaría de Derechos Humanos de la provincia pidió informes a la Justicia Federal por la autorización que recibió el ex juez federal para realizar un tratamiento psiquiátrico en el mismo ámbito en que reciben atención las víctimas y los denunciantes de las causas por derechos humanos.

A Brusa lo vieron llegar a la Dirección de Salud Mental de la provincia –que funciona en el Hospital Italiano– el viernes 15 de abril, con custodia pero sin esposas. Por ello, la secretaria de Derechos Humanos Rosa Acosta y el responsable del Programa de Protección de Testigos y Querellantes Daniel Bóccoli pidieron aclaraciones al Tribunal Oral Federal de Santa Fe sobre la situación del reo, que permanece preso en Las Flores luego de haber sido condenado a 21 años de prisión.

Según publicó Notife, el ex juez federal logró a través del defensor oficial Fabio Procajlo –quien lo patrocinó durante el juicio oral de 2009– el beneficio de una evaluación psiquiátrica como paso previo al pedido de prisión domiciliaria. La realización del examen recayó en la Junta de Salud Mental, el mismo organismo que responde a los requerimientos judiciales en causas por delitos de lesa humanidad y al que asisten denunciantes y víctimas. El defensor oficial pidió se determine el grado de “crisis subjetiva” de Brusa.

En la nota que Acosta y Bóccoli remitieron a la Justicia Federal expresaron su preocupación por el hecho de que hayan enviado a Brusa al mismo hospital que frecuentan los denunciantes adheridos al Programa de Protección a Testigos: “Es necesario restringir al máximo las posibilidades de organización y coordinación entre los imputados y/o condenados y entre éstos y otros agentes de fuerzas de seguridad que participaron de hechos similares (durante la dictadura). Se recomienda la determinación de medidas tendientes a controlar sus acciones y restringir las posibilidades de su accionar y su posible contacto con testigos y/o familiares”.

“Peticionamos la adopción de medidas que impliquen no acercarse a los domicilios y/o lugares donde los testigos habitualmente desarrollan actividades laborales o de atención médica o psicológica, sedes de organismos de derechos humanos y la Secretaría de Derechos Humanos”, añadieron Acosta y Bóccoli. La aparición del represor sin esposas en plena calle encendió la alarma de testigos y querellantes, quienes nunca dejaron de señalar los privilegios que detentan los imputados –y condenados– en causas por delitos cometidos en el marco de la represión ilegal. Desde el Servicio Penitenciario afirmaron que en el traslado se cumplieron las medidas de seguridad habituales.

Brusa fue condenado el 22 de diciembre de 2009 por el Tribunal Oral Federal de Santa Fe como “autor penalmente responsable” de los delitos de apremios ilegales en ocho hechos y en concurso real mientras se desempeñaba como secretario de Juzgado. La sentencia incluyó inhabilitación especial para ejercer cargos públicos. Fue el primer funcionario judicial condenado por delitos de lesa humanidad en todo el país. En el mismo juicio condenaron a cinco ex policías a penas de entre 19 y 23 años.

La práctica habitual de Brusa durante la dictadura, denunciada por víctimas y querellantes, era visitar a los detenidos políticos en comisarías, cuarteles y chupaderos. El ex funcionario judicial –ascendido a juez federal en democracia– obligaba a los detenidos a autoincriminarse en declaraciones de culpabilidad por “acciones subversivas”. Para ello amenazaba, golpeaba –con un cinturón, con movimientos de karate– o quemaba con colillas de cigarrillos.

Publicado en Pausa #73

lunes, 2 de mayo de 2011

Rudimentos (II)

Las cartas del PJ provincial: la interna de un partido que por primera vez desde el retorno de la democracia llega como oposición a las elecciones

Por Juan Pascual

“Ahora sí se va a ver quién se banca en ‘la privada’. Quién puede armar en el llano, sin la plata del Estado”, se escuchó decir como festejo amargo de la boca de algunos justicialistas excluidos del tiempo de la bonanza, mientras observaban la amortiguada –por prevista– caída de 2007. La dinámica del cálculo político interno del justicialismo cambiaría completamente.

Después de 24 años, se encontraron afuera de Casa Gris. Desde 2005 se veía venir la maroma: el Frente Progresista había juntado más de 630.000 voluntades y le habían sacado 10 puntos de diferencia con la proa en Binner diputado. No hay elecciones sin ganadores y perdedores, pero después de tanto tiempo en el Estado volver a mirar la provincia desde afuera del despacho ejecutivo es como entrar al desierto con 200 gramos de bondiola como todo alimento. Un desierto, lo enseña la literatura nacional, es un laberinto sin paredes, el espacio donde cualquier dirección es azar, azote y extravío. El histórico escenario aglutinador se había cerrado y el desbande se abría. Las batallas electorales de la política democrática obligan a continuar en el día posterior a la derrota. Juntar heridos, organizar pertrechos, buscar puntos de fuga, salir, reordenarse, volver: ya se trata de un nuevo lance. La ostensible vacancia en que se dejó la conducción del partido, la 125 hachando al medio, el último gesto victorioso de los dos principales mariscales de otrora festejando unidos, junto a seguidores y periodistas, la victoriosa continuidad de uno de ellos en el Senado de la Nación, las construcciones silenciosas y distantes, la expectación ante la zigzagueante y timorata voluntad del Reutemann presidenciable o ermitaño, las trincheras de la Legislatura y la Corte Suprema, jalonaron el éxodo hacia 2011.

Ahora el tablero es nuevo, las piezas se han movido, las reglas son diferentes. Estos son algunos de los escenarios probables de un justicialismo que, por fuerza de la derrota y el tiempo, avanza hacia la última etapa de un ciclo de 20 años que se inició con la llegada del Lole al gobierno vía ley de lemas.

Rafael Bielsa. Sobre el ex canciller recayó la responsabilidad en 2007, cuando pocos querían enfrentar el bulto. Fue la última experiencia de alineamiento provincial: sumaron casi 690.000 votos. Para el día después había buenas relaciones con un gobierno nacional del mismo signo y un mínimo acuerdo de las líneas que tensionaban el espacio. Bielsa sólo soportó la derrota, y ya. Rodó en la TV de cable como panelista, imprecó a la conducción nacional con la 125, aportó a la renovación de Newell’s Old Boys y a la expul sión de Eduardo López del club. Tuvo chance de ocupar el vacío del partido provincial, tras la caída. Quizá haya temido ser absorbido en la masiva inercia del tándem Reutemann-Obeid, que siguió a paso firme en 2009, aportando a la breve experiencia del PJ Federal, patrulla perdida del corazón del noventismo.

La distancia hizo desprolijo el retorno. Perdió apoyos rosarinos propios a manos del rossismo. Se recostó en la afincada estructura del UPCN de Alberto Maguid. Sumó tropa y presencia permanente de las diseminadas organizaciones de Oscar Cachi Martínez, pero la incorporación de último momento del hasta entonces extrapartidario le valió varios saltos de cerco; el rossismo también tomó beneficio de ello. El resultado fue un carro bifronte en el que los dos caballos se corcovean mutuamente y el encono de los operadores de dos líneas del kirchnerismo nacional, que habían bajado a coser las listas.

Las organizaciones que lo apoyan tienen su solidez y autonomía propias; en caso de derrota pueden soltarle la mano y rearticularse con el ganador. A su vez, si Bielsa triunfara en la interna sería prueba eficaz de la importancia de esas estructuras. Maguid y Martínez continuarían sus tirones, en tanto se verían dueños del armado de la lista de diputados nacionales. Viejas y nuevas figuras encontrarían abrigo y Bielsa tendría otra oportunidad de ungirse como kirchnerista de la provincia, junto a Gustavo Marconatto, atándose a la tracción que ejerce Cristina.

Quizá el mayor esfuerzo de este precandidato en la general sería el de poder finiquitar los barquinazos y delinear un eje para plantarse a sí mismo y a su contendiente. De lograr confiabilidad y estabilidad, la base de votos de 2007 bien vale.

Omar Perotti. Si bien menor en tamaño económico respecto de Santa Fe o Rosario, es el único que tiene un ejecutivo a su disposición y, además, la experiencia de ejercerlo. Suma bastante del viejo partido: desde Mario Lacava, Silvina Frana y Celia Arena en la primera línea de precandidaturas y apoyos hasta el joven Nacho Martínez, precandidato a concejal en Santa Fe que bordea la década haciendo barrio (iniciado en la escuela de la Promoción Comunitaria del último Reutemann). Posee al precandidato a intendente con mayor nivel de conocimiento público en su electorado: Diego Degano, potente figura para tomar beneficio del retorno del Cachi Martínez, en tanto que por primera vez desde 2003 en nuestra capital el PJ no dividiría sus votos.

Los ruegos del intendente rafaelino son sencillos: que la boleta única no le disuelva el empuje –el aporte de votos de sus candidatos, sobre todo en nuestra ciudad– y que no se le diluya el aglutinamiento del voto peronista no K, objetivo en el que Lord Mercier y el neoconservadurismo pop de Torres del Sel le muerden la torta. Como a cualquier candidato no crecido en origen, el Rosario le ofrece dificultades.

Rafaela es su fortín y resguardo en la derrota. De surgir victorioso, y descontando que en tal caso igual resultado tendría el ex nadador de aguas abiertas, el PJ tendría chances de recobrar nuestra ciudad, mientras que a nivel provincial se ajustarían las riendas en un reordenamiento de viejos cuadros. Conoce el ejercicio del poder de acción; no va a dejar vacante ese espacio. Su candidatura expondría que la 125 sigue sangrando y daría espacio a un pronunciamiento de Reutemann y Obeid. El apoyo del gobierno nacional en la general lograría la fusión electoral entre un núcleo no K y simpatizantes de Cristina. Así, en términos relativos sería el más beneficiado por la tracción de la presidenta: todo voto que le aporte le es absolutamente nuevo. Esto no oblitera su estrategia de independencia: lo favorece para plantar un eje competitivo frente a Antonio Bonfatti, rascando votos anti K, aglutinando voto Pro y ofreciéndose como una figura concreta de gestión. A la inversa, si los candidatos fueran Giustiniani o Barletta, se movería el voto Pro de forma muy impredecible.

Agustín Rossi. Cerca de 160 mil santafesinos lo siguen en cualquier circunstancia: así fue en 2009, cuando comía huevazos de las patronales agrarias y rechazos del electorado rural y de los adherentes urbanos de la mediática Mesa de Enlace. Pocos candidatos cuentan con votantes que hayan absorbido tanto fervor: vivieron la repuntada de 2010, la mística de los funerales de Néstor Kirchner y una alegre salida del clóset en la que se multiplican quienes se cuelgan a la viva voz de “yo siempre estuve ahí”.

Representa el núcleo K de la provincia. Esa estructura en su entramado y alianzas implicó reubicaciones, nuevos acuerdos y liderazgos; no existía por sí misma antes de 2009. En las listas hay obeidistas y reutemistas; es una obviedad: ambos ex gobernadores aunaban toda militancia del PJ. Lo nuevo de este kirchnerismo provincial apunta hacia el interior del partido: renovación de cuadros y dirección firme a la línea del proyecto nacional. Eso torció la opción de ir por fuera en la interna y la general (fuera de que ello aumentaba la posibilidad de repetirle un tercer puesto al kirchnerismo en la provincia, acto imperdonable en un año electoral nacional). El primer objetivo para Rossi, inmediato, próximo y alcanzable, es el dominio del partido. A la inversa, de caer en la interna le quedaría muy poco resto para seguir construyendo en su propio territorio; guardaría peculiar exilio en Congreso.

Cuenta con prensa a nivel nacional –un extra en tiempos de boleta única– y con una militancia que agita, a la cual viene encuadrando desde su año fatídico y la cual produjo las dos movilizaciones más numerosas en lo que va de la campaña, en Santa Fe y Rosario. Las landas originarias del socialismo no le son esquivas; además, allí suma el aporte del concejal y ex intendente Héctor Tigre Cavallero y del Movimiento Evita. Su perfil de dirigente provincial se ve opacado por su rol nacional: eso dificulta la construcción de su candidatura. Su triunfo –o una buena medición en la campiña– sería prueba suficiente de que la Nación recompuso lazos con el sujeto económico más potente de la región, el que llevó adelante un lock out piquetero de más de 100 días en 2008. Sería dueño total de las llaves partido –con una base propia muy demandante de espacio– y encararía a una elección inmediatamente nacionalizada en los medios. De oponérsele Bonfatti, jugaría un Binner parado en la nacional. Tendría que discutir sobre la división presente/pasado y sobre la oposición entre la experiencia de gestión (o su falta). Otras opciones del Frente Progresista le darían una posición más cómoda para plantear un eje cercano a la lid nacional: peronismo/antiperonismo versión K y anti K. Y dado que los votantes de Miguel Torres del Sel jamás apoyarían a Rossi desde un principio, ¿no comerían de la torta de Giustiniani o Barletta?


Publicado en Pausa #73

[Para ver la nota sobre la interna de Frente Progresista, click en Rudimentos (I)]