miércoles, 19 de marzo de 2014

El costado izquierdo de Bolivia

Tata y Sangui, los dos ciclistas que salieron el año pasado de Santa Fe al continente.


Diego Gentinetta (Sangui) y Mariano Peralta (Tata) mantienen el sueño en estado de realidad. El oriundo de Ramona y el vecino de Guadalupe Oeste siguen pedaleando por nuestro continente, coleccionando historias, saboreando culturas, conociendo esas venas de las que ya escribió Eduardo Galeano.
El viaje, que comenzó el domingo 15 de septiembre de 2013 a las 7.15 desde el Puente Negro de Aristóbulo del Valle, se sigue desarrollando de manera exitosa y por estos días de marzo los dos amigos que salieron a recorrer América del Sur se encontraban en Guayaquil (Ecuador). Cuando atravesaban Bolivia, el “Tata” y “Sangui” nos enviaron una postal más de su aventura por las tierras de Evo Morales.
“Tres pibes sentados al costado de la ruta frente a una de las tantas capillitas erigidas como homenaje a los fallecidos en accidentes de tránsito. Bebían y compartían su chela con el muerto, seguramente algún amigo. Respetaban la tradición que indica que los primeros de noviembre las almas bajan a visitar a sus deudos y al día siguiente parten otra vez al más allá, satisfechas por las ofrendas recibidas. Los cementerios se llenan de vivos y se requieren operativos especiales de seguridad, como en un clásico de fútbol. En ese contexto, ingresamos a Bolivia en nuestras bicicletas, nadie nos esperaba, todos estaban pendientes de los espíritus”.
“Como ante cualquier destino, uno teje preconceptos, hipótesis acerca de lo que puede venir. Comentarios de viajeros, secciones de noticias internacionales, films o literatura relacionada alimentan los presagios. En el caso de Bolivia, las ideas fuertes pasaron por la ausencia de agua potable y los calamitosos males contraídos por beber de la canilla (los testimonios podrían reunirse en una verdadera antología de la cagadera), la imposibilidad de acampar, el atraso infraestructural y la parquedad de los pobladores. Allí estábamos, entonces, como dos científicos a pedal para corroborar o refutar tales hipótesis”.

Agua
“Nuestro camino incluyó desde pequeñísimas poblaciones hasta grandes ciudades del oeste boliviano. Antes de la llegada de Evo en 2006, esta zona era la más relegada en la visión del Estado. Muchos planes para ampliar la provisión de agua potable son previos a Morales y estaban fuertemente apoyados por financiamiento externo, sobre todo del viejo continente. En los últimos años se intensificaron, aunque el acceso sigue siendo restringido: un 70% de la población total. Habiéndose frenado los vientos que soplaban de Europa, se complica el desafío para los bolivianos que esperan llegar a su bicentenario, en 2025, con una cobertura del 100%”.
“Cuando se transita la ruta poco a poco, es muy probable recalar en el 30% sin agua potable. Resolvimos la cuestión con pastillas potabilizadoras. El agua embotellada es la opción más utilizada por los turistas, pero nosotros somos viajeros y no pensábamos gastar plata en agua. También tratamos de disminuir el componente sugestivo, olvidándonos un poco de los temores. Nos fue bien, cero cagaderas. De esa forma, cruzamos el país ahorrando unos pesos en el vital elemento y papel higiénico”.

Karpov
“Dónde dormir, dónde cocinar y comer, dónde cagar. La experiencia ganada en Argentina respecto al mangueo de espacios para el desarrollo de actividades cotidianas fue muy importante. A diario nos veíamos en la obligación de evitar hospedaje pago. Con la premisa de continuar ese austero devenir ingresamos a la tierra de la coca”.
“Bolivia no cuenta con campings. Por lo menos en el camino elegido por nosotros. No es una práctica arraigada en los habitantes la de acampar. Sin embargo, la mayoría de las noches que dormimos en ese país fueron dentro de “Karpov”, nuestra casa ambulante con dos habitaciones y espacio para las bicicletas. Hay que olvidarse de los servicios como baños, mesas y bancos de cemento y asador. Pero quien quiere, puede acampar en plazas, al costado de las vías, debajo de una tribuna en construcción, en el fondo de una escuela y en cuanta parcela encuentre apta para clavar una estaca”.
“Aunque a nivel doméstico se observa un ‘atraso’ en lo que hace a construcción (baños precarios, paredes sin revocar, pisos de tierra), la obra pública ha generado gran cantidad de espacios nuevos y acondicionados para distintos órdenes de la vida en comunidad”.
“Cuando se transitan las rutas, también nuevas o en proceso de culminación, pueden observarse muchas escuelas, playones deportivos, microestadios, centros de salud. Como si esta parte del país estuviera estrenando su posibilidad de entrar en las inversiones del Estado”.
“Internet figura entre los pendientes. Aunque roce lo superficial incluirlo en la lista de tan importantes deudas, no puede negarse relevancia pedagógica e inclusiva. El servicio es inexistente en muchos pueblos y precario en poblaciones más grandes”.
“Esta incipiente mejora infraestructural se da en el marco de una discusión sobre lo que significa el ‘progreso’. Mientras en la mayoría de los países hay una convención establecida sobre la idea de desarrollo –bastante occidental–, en Bolivia se pone en tela de juicio el concepto al incorporar la cosmovisión de las comunidades originarias, fuertemente organizadas y empoderadas. El debate es complejizado al incorporar actores alejados del discurso imperante y capitalista, el que alguna vez sugirió un ‘fin de la historia’. Por eso, la construcción de una carretera puede demorar años, hasta que se establecen los consensos necesarios”.

Monólogos de ciclistas
“Ni bien arribamos a Villazón, ciudad de frontera boliviana, un hombre de mediana edad se acercó a charlar. Estábamos en la plaza principal en un mediodía atestado de gente y sol. El tipo era muy desenvuelto e informado. Había viajado por muchos lugares del mundo. Le causaba entre gracia y bronca que alguien como Binner se llame socialista, apoyaba el gobierno de Evo y consideraba que Bolivia debía asumirse como el gran país que era, solucionado ese punto, serían una nación ‘sui generis’ en Sudamérica”.
“Ese personaje, verborrágico y desenfadado, no fue más que una excepción. Siempre que entramos en contacto con la gente fue porque nosotros iniciábamos el diálogo. En general, para consultar una dirección o pedir algo. Pocas veces las conversaciones se extendían una vez resuelta la primera cuestión. Por ejemplo, luego de pedir agua, nadie nos preguntaba ‘Cómo se les ocurrió salir a andar en bicicleta’ o algo por el estilo. En algunos casos, alejados de las áreas urbanas y con personas de edad avanzada, la charla se vuelve imposible porque el castellano es apenas una segunda lengua del aymara”.
“La extravagancia de viajar en bicicleta también impone una distancia. Lamentable, por cierto. Salimos a recorrer el continente amparados en los lazos de hermandad, en la Patria Grande que somos y muchos –no todos, claro– nos reciben como “místers” o “gringos”, términos con un correlato despectivo. Algunos nos llamaban así porque especulaban que éramos norteamericanos o europeos (la mayoría de los ciclistas que cruzamos lo son) y otros porque también consideran a los argentinos así de lejanos. Tal vez como pueblo nos ‘ganamos’ esa diferenciación”.
“Alrededor de esas vicisitudes, hay un bello país, digno de conocer. A pesar de su timidez o distancia, la gente no deja de ser solidaria. La hostilidad de algunos caminos siempre se compensa con los maravillosos paisajes. Valles, quebradas y ríos. Cerros de colores y la vastedad de la altiplanicie. El imponente salar de Uyuni, ese mar seco, interior y único, por lo menos hasta que el país obtenga su merecida salida a alguno de los océanos”.
“Para los que nos consideramos progresistas, también es un desafío conocer esta tierra. La complejidad de los procesos que se están generando en ella. Los matices. La vehemencia de quienes perdieron protagonismo en los últimos años para enfrentar y denostar a los referentes y seguidores del MAS, partido de Evo. Dos aclaraciones aquí: primero, es más adecuado el término ‘protagonismo’ que ‘privilegios’, ya que aun ostentan estos últimos y se siguen enriqueciendo, tanto en Bolivia como en el resto de los países de Sudamérica cuyas economías crecieron; segundo, el MAS no está formado por las carmelitas descalzas, idealizarlo entorpecería la tarea de entenderlo, pero su línea defiende los intereses de sectores históricamente relegados por las clases dominantes del país”.
“Y, eso sí, no es necesario que vengan en bicicleta, aunque si quieren ser los más progres...”.

Publicada en Pausa #129, miércoles 12 de marzo de 2014
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