miércoles, 12 de agosto de 2015

Algo huele mal en las profundidades

La recurrente aparición de hundimientos a lo largo del Bulevar Pellegrini obliga a preguntarse por el verdadero estado del suelo, las napas y el sistema cloacal de la ciudad.


Tras 15 años de reclamos, el histórico socavón de Urquiza y Cándido Pujato fue reparado a mediados de 2014. Pero apareció el de Urquiza y Bulevar Pellegrini meses después. Está a punto de repararse por completo, dicen. A pocos metros y a días de haberse habilitado el tránsito en esa zona, emergió una importante grieta. Parece que la repararon. A principios de agosto se hundió parte de la intersección del Bulevar con Rivadavia. Al cierre de esta edición, aseguran, estaban por finalizar la reparación del lugar.
Todo ello ocurrió en pleno corazón de la ciudad y –lo que constituye la mayor preocupación– en inmediaciones de la cloaca madre, ese colector construido hace décadas sobre el Bulevar, que conecta los líquidos cloacales de esta capital en su totalidad y los conduce a la estación elevadora situada frente al Club Regatas.
Cuando se hizo esa faraónica obra, Santa Fe tenía unos 200 mil habitantes. La población se duplicó y se multiplicaron las conexiones domiciliarias. De allí la inquietud de funcionarios y operarios de Aguas Santafesinas SA (Assa), que concurren con el ceño fruncido y el rostro cansado a cada sitio donde surge, cada vez con mayor recurrencia, un inconveniente. Sin embargo, lo cierto es que los referentes de la empresa proveedora de agua y cloacas no debieran hacerse cargo de la situación en soledad, porque están lejos de ser los únicos responsables.

Responsabilidad compartida
En los socavones de Urquiza hubo afectación de la cloaca máxima, y claro que eso es inquietante. Pero los hundimientos se reproducen en muchos barrios, involucrando obligaciones que exceden a las empresas, actuales y pasadas, de agua y cloacas. Las calzadas, las veredas, las propias casas (ya está ocurriendo en barrio Candioti), están cediendo, y esto obliga a preguntarse por el motivo originario, quizás histórico, de los problemas.
“Esto tiene que ver con la imprevisión”, explica Ricardo Mascheroni, abogado especialista en Derecho Ambiental. “Santa Fe nunca elaboró un plano de napas y suelos.  No tenemos un panorama y no sabemos con qué nos vamos a encontrar. Tampoco hay un mapa de ríos subterráneos”. Debido a las características topográficas de la ciudad, la falencia no es menor. “Aquí las napas son bastante superficiales, su altura es muy baja con respecto a los niveles de los ríos. Muchas zonas son de refulado y relleno. Y los ríos subterráneos corren, buscando el cauce”, señala. En una ciudad cercada por el Salado y el Paraná, debajo de nuestras viviendas hay líquido corriendo constantemente, erosionando tierras y corroyendo caños, sin que se sepa a ciencia cierta por dónde y con qué nivel de daño.
Por ello, cuando el gerente Regional de Assa, Dante de Nardo, aseguró por LT10 que la empresa tiene “un equipo robótico de videoinspección por dentro de las cañerías” para evaluar la calidad y continuidad de la red vigente, no consiguió ser tranquilizador: el tema no pasa solamente por los ductos actuales. Además, como remarca Mascheroni, “el área de Planeamiento es municipal. Es la Municipalidad la que debe exigir los estudios”.

Explotando la ciudad
Según Mascheroni, “la Municipalidad tiene que determinar suelos buenos y malos, y decir: ‘en esta zona se puede construir y en esta otra no’”. Pero mientras esto no se hacía, se fue produciendo el boom inmobiliario en Santa Fe. Así, “los basamentos de los edificios nuevos interrumpen las napas. Y el agua encuentra espacios donde sea”.
La cosa es así: nuestra ciudad está preparada para las casas bajas que siempre fueron su característica. Los cimientos de esas viviendas tienen más o menos el nivel de las napas y el agua fluye subterráneamente con cierta tranquilidad. Pero un edificio requiere basamentos más profundos; con lo cual por debajo de él se hacen armazones de hormigón que interrumpen el paso del líquido o lo reconducen, actuando como diques de contención o represas. “Al estar cercenado el escurrimiento, los ríos buscan por dónde salir: a veces afloran, a veces van a tierras más permeables, y muchos de esos nuevos cauces que se van formando comienzan a producir un lavado de las tierras, o se van arrimando a las cañerías y empiezan a descalzarlas”, señala Mascheroni.
Una nueva fosa se abrió en el Bulevar y lo soterrado amenaza con emerger como un trauma de lo que hemos reprimido: las cloacas. Fotos: Pablo Bertoldi

Pese a esto, la explosión de edificios en altura continúa, y esto sólo es funcional a los intereses empresariales. “Acá lo que se ha dado es un sistema de maximizar ganancias con la menor inversión posible. Esto tiene que ver con una figura jurídica que también se aplica a la cuestión ambiental, que es la de las ‘externalidades’: la consecuencia de una decisión económica que toma un particular o el Estado, que no se hace cargo de los daños colaterales, sino que los traslada al conjunto de la sociedad”. Y aquí está el error: “no pueden dejarse libradas a la iniciativa privada estas decisiones”.
En diciembre de 2010 el Concejo Municipal sancionó el Plan de Ordenamiento Urbano, cuyas disposiciones, según su artículo primero, “alcanzan asuntos relacionados con el uso, la ocupación y la subdivisión del suelo” y con “el manejo de la vulnerabilidad medioambiental y demás aspectos que tengan relación con el ordenamiento urbanístico según parámetros de sustentabilidad social, económica y ambiental del territorio que comprende la jurisdicción del municipio de Santa Fe”. Sin embargo, la normativa no demanda la realización de un estudio de los suelos. De hecho, para el especialista consultado “ese plan llegó para legalizar lo que ya se hizo mal”.

Entre bueyes no hay cornadas
El boom inmobiliario redunda asimismo en un gran incremento de la densidad poblacional en el microcentro, que genera mayor presión para las cañerías. Y en algunos casos, estamos hablando de materiales que datan de 1914. Y en este punto sí, la responsabilidad es de Assa: la obsolescencia de los caños conspira contra la estabilidad del sistema cloacal.
El propio titular del Ente Regulador de Servicios Sanitarios, Oscar Pintos, reconoció por LT10 que “estos episodios que se van dando tienen que ver con un estado de infraestructura que ha cumplido largamente su vida útil, y con una exigencia cada vez mayor de prestación de esa misma red que hace que empiece a colapsar”; para luego agregar que es necesario “un diagnóstico preventivo para ver cuáles son los principales puntos de afectación”, ya que “en Santa Fe y en otras grandes ciudades, como consecuencia del boom inmobiliario, se dio una exigencia hacia los servicios que no ha tenido como contrapartida los niveles de inversión necesarios”. No obstante, sólo hizo hincapié en las obligaciones de la empresa que el ente controla, sin vincular referencia alguna a la urgencia de una evaluación de las napas y los ríos subterráneos por parte del gobierno municipal. “En política se habla el idioma de los cardenales: nadie se acusa de nada”, ironiza Mascheroni. “Todos los tiros son para Assa porque es de la provincia, y la provincia resulta más etérea a la hora de tratar problemas locales”.
Mientras los protagonistas se cuidan de no cornearse entre sí, las falencias de cada área del Estado siguen aflorando cual agua de un socavón, so pretexto de solucionar, vía nuevas construcciones, un déficit habitacional que de ninguna manera se resuelve con torres de pisos únicos, con salón de usos múltiples y amenities.

Publicada en Pausa #159, miércoles 12 de agosto de 2015
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