domingo, 12 de julio de 2015

Dios sólo atiende en Buenos Aires

Por idéntico consumo de electricidad, un porteño de Palermo paga cuatro veces menos que un vecino de Santa Fe. El sistema de subsidios no contempla ni las diferencias geográficas.


Durante la última semana de junio fuimos testigos de la indignación de vecinos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el conurbano por la falta de electricidad, que en algunos casos duró días enteros. La situación no llamaba la atención en sí misma; lo que sí resultaba curioso era ver porteños de barrios acomodados como Recoleta o Palermo quejándose porque no podían calefaccionarse en los días más fríos del año. En nuestra capital, los habitantes de sectores medios y altos que cuentan con la red de gas no dudan en sobrellevar las gélidas temperaturas invernales a través de dicha red: mientras mantengan estable el consumo (y por lo tanto no pierdan el subsidio nacional al gas), es impensable para ellos apelar a la energía, porque la diferencia tarifaria entre la EPE y Litoral Gas es alarmante. En Buenos Aires, en cambio, la luz es tan barata que les es indistinto, o inclusive prefieren pagar un poco más a Edenor o Edesur y no afrontar la compra de artefactos y los costos de instalación requeridos por Metrogas.
Un análisis del sistema energético argentino, o de la gestión de la empresa provincial, excede el objetivo de estas líneas. La intención es esbozar algunos puntos de partida para comprender una de tantas inequidades entre el distrito más poderoso del país (la Capital Federal) y la ciudad de Santa Fe.

De subsidios y falacias
Por utilizar 224 kilowatts en dos meses, un porteño de Palermo (una suerte de barrio Candioti aquí) paga $41,89. En la esquina inferior izquierda de su factura aparece un recuadro, en el que Edenor asegura: “Por su consumo bimestral sin subsidio usted pagaría en Santa Fe $159,68”. Es decir, casi cuatro veces más. La comparación está planteada también con Córdoba ($165,66) y con ciudades extranjeras: Montevideo, Uruguay ($535,41); San Pablo, Brasil ($189,31) y Santiago, Chile ($186,03). ¿Dónde radica el origen de esta sideral diferencia? En lo que hace a nuestro país, no estaría en los subsidios, como falazmente se plantea desde la empresa proveedora de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Los subsidios se dan en la generación de la energía eléctrica, no en la distribución.

El mercado eléctrico tiene tres etapas: la generación, el transporte y la distribución. Según especialistas en el tema consultados, el Estado nacional regula la totalidad del sistema y sólo subsidia directamente a la primera de esas etapas (la generación). Y los subsidios –aseguraron a Pausa– son iguales para todas las jurisdicciones. El precio difiere según el uso: para los vecinos (uso residencial) es uno, para las empresas (uso industrial), otro. Pero aquí nos ocupa lo que se cobra a los ciudadanos.
Cammesa nuclea a la totalidad de las empresas del proceso energético. Probablemente allí radique la primera incoherencia. La Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico Sociedad Anónima sugiere el valor real de producción de la energía. Tras ello, el Estado nacional fija un precio, y compensa la diferencia entre ambas opiniones… otorgando subsidios a los generadores, que integran esa megaempresa. Además, dicha firma es quien les vende a las distribuidoras de cada distrito (sean provincias, distritos o localidades) la electricidad, que a su vez la revenden. Y en el medio, se establecen vínculos con Transener y otros transportistas energéticos. Lo incongruente es que todos los involucrados en este circuito económico se agrupan en una sociedad anónima que, teórica y paradójicamente, se supone estatal. Complicado. Y raro.
En cualquier caso, la EPE de Santa Fe, como Edenor y Edesur de Buenos Aires, forman parte del tercer eslabón (son distribuidoras), por lo que no recibirían ayudas de la Nación. El enigma de las desigualdades, entonces, continúa.

Priorizando al poderoso
“En el precio de compra de la energía Edenor y Edesur reciben el mismo subsidio que la EPE”, nos aseguraron. “No existen diferencias”, insistieron. Entonces, ¿por qué los santafesinos pagamos más? En primer lugar, por el llamado “valor agregado de distribución”. Cada empresa distribuidora, dentro de su componente de precio de venta, tiene el valor de compra de energía (supuestamente igual para todas, por intervención del Estado Nacional), más dicho valor agregado. Este último está compuesto por los costos operativos y la inversión necesaria.
Vayamos a los costos operativos. En este punto, la Capital Federal permite más eficiencia de recursos por la población cubierta en menor terreno. Es un tema de densidad. Edenor, por ejemplo, abastece a 2 millones y medio de clientes concentrados en un territorio mucho más reducido, mientras que la EPE tiene 1 millón 300 mil disgregado en toda la bota. La dispersión de usuarios lleva a que los valores pagados sean mayores, porque hace falta extender redes en magnitud.
La otra parte de esta ecuación es la inversión. En el caso de la ciudad autónoma de Buenos Aires, la mayoría queda a cargo del Estado central. Y aquí es donde empiezan a traslucirse las inequidades: Santa Fe tiene que hacerse cargo de sus propios problemas, mientras que la Nación, a través de fideicomisos o de adjudicaciones directas, cede a Edenor o Edesur las obras. Y la desigualdad continúa: ambas empresas tienen las tarifas congeladas por orden del Ente Regulador de la Energía (ENRE), que casualmente sólo las controla a ellas dos. “En sus costos operativos tienen pérdidas. El Estado les regula con la tarifa solamente el valor o los costos operativos en recursos humanos y una parte de mantenimiento y de la compra de energía. Pero si vos analizás la relación comercial entre ambas firmas y Cammesa, tienen deudas millonarias. No están pagando la compra, ni hacen inversiones en obras. Las hace el Estado nacional”, dicen nuestras fuentes.
Así, aunque las preferencias no se canalicen vía subsidio, el distrito más privilegiado del país recibe favores. Por eso, hoy uno de los debates en medios porteños pasa por el hecho de que en Capital Federal se construyen lujosas torres sin instalación de gas: porque con la electricidad, supuestamente, basta.

Distorsiones encubiertas
Muchas preguntas emergen: ¿Debe Cammesa fijar un precio para toda la Argentina? ¿No debiera hacerlo según los costos operativos de cada lugar y considerando el valor de distribución? ¿O un santafesino debe pagar mucho más que un porteño porque la Nación no le hace las obras y su territorio es mayor? ¿No debieran los subsidios aplicarse a los más desfavorecidos, no sólo económicamente sino también en sentido geográfico? ¿No es esa la idea de un país federal, o de coparticipación? ¿Cuánto paga un jujeño, o un fueguino?
“Lo que no es equitativo en la lógica del subsidio es que sea igual para todos los poderes adquisitivos”, admitieron nuestras fuentes. “Hoy el subsidio de la energía no está orientado hacia el que menos tiene. Ahí es donde se generan distorsiones”. Y vaya si las hay.

Publicada en Pausa #157, miércoles 8 de julio de 2015
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