miércoles, 16 de julio de 2014

Empezamos a extrañarlos

Tristeza y orgullo: hacía mucho tiempo que los argentinos queríamos ver un equipo así.

Por Gastón Chansard


Escribo un lunes con “el diario del lunes”. Escribo después de haber visto mucho: lo bueno, lo malo, lo insólito, lo emotivo, lo vergonzante y lo irrepetible de Brasil 2014. Escribo con la pausa de haber leído bastante de lo que podía pasar, de lo que pasó y de lo que no pasó. Escribo sabiendo que las pasiones comenzarán a enfriarse y millones de argentinos dejarán de sentir ese estúpido sentimiento de desprecio –muchos arengados por la prensa- hacia los buenos vecinos brasileños. Escribo con la calma de haber confiado en que el seleccionado nacional podía llegar a estar entre los cuatro mejores (por suerte superó mis expectativas). Escribo con el respeto futbolístico que me generó Alejandro Sabella cuando dirigió Estudiantes de La Plata, desde marzo de 2009 a febrero de 2011. El DT que priorizó el buen trato de pelota, la inteligencia para plantarse a las diversas estrategias de los rivales y el equilibrio en todas sus líneas. Y lo que no es un dato menor: lo hizo en un club donde defender y “ganar como sea” fueron sus banderas históricas. Escribo con la tranquilidad que genera la justicia, porque pese al dolor de la ajustada derrota en una final, Alemania fue el mejor equipo del Mundial. Escribo con la alegría de haber visto un Mundial que ya se nos alojó en la habitación de los buenos recuerdos. Escribo con la sana nostalgia de haber vivido un mes con lo mejor que puede regalar el fútbol, y dejando escapar –todavía en caliente– un “te voy a extrañar Brasil 2014”. Escribo con el mal recuerdo de ver a un seleccionado de Brasil traicionando su historia, maltratando al fútbol que tanto admiré. Escribo con la sonrisa dibujada del director técnico de Costa Rica. Escribo con la suerte de vivir en los tiempos de Diego y Messi (confieso que al primero lo disfruté más). Escribo con la esperanza de que este subcampeonato argentino sea la primera parte de un proceso. Escribo, y en este instante me detengo, para escuchar a Mascherano mientras baja del avión en Ezeiza: “Me hubiese gustado llegar de otra manera”. Escribo con el agrado de reencontrarme con un amigo que llegó en mi infancia: un gran Mundial de fútbol.

Los festejos en Santa Fe. Foto: Bárbara Favant

Sabella conducción
“El equipo es el otro; este grupo de jugadores pensó más en dar que en recibir”: Sabella, a tono político con el recibimiento de la presidenta de la Nación, utilizó palabras cercanas al kirchnerismo para definir a su equipo. Y en esta misma línea conceptual, el entrenador también habló de “construcciones colectivas”, otro punto neurálgico para empezar a entender el Mundial de Argentina. No hay que perder la memoria, apenas hay que activarla un poco para recordar que la selección llegó como candidata por el peso de sus individualidades, y se fue subcampeona por el valor del equipo.
Si alguien dudaba de Sabella como conductor y DT, en un mes le demostró a los que opinaban sin conocer que estaban tan equivocados como el árbitro italiano en la jugada del penal no cobrado a Higuaín. Llevó a Brasil a todos los jugadores que tenía que llevar. Supo cambiar a tiempo el esquema táctico. No dudó en sacar a un defensor (Fernández) y a un volante (Gago) para obtener mayores seguridades en ambas zonas de la cancha, con Demichelis ordenando en el fondo y Biglia como rueda de auxilio del enorme Mascherano. Pachorra se jugó por Rojo y hoy ya nadie lo discute. Cuando la “rompía” Di María, “Fideo” se rompió, pero el DT tenía una carta guardada para no extrañarlo tanto, y apareció Enzo Pérez. Pulverizó a ese “cuco europeo” que era Bélgica y neutralizó el poderío ofensivo de Holanda y Alemania sin transformarse en un equipo defensivo. Seguramente este equipo no jugó como más le gusta a Sabella –tampoco como le gusta al que escribe–, pero exprimió al máximo lo que tenía y lo tuvo tres veces contra las cuerdas al campeón. Y con respecto al armado de este grupo, la consagración como “equipo” se resume en la desaparición de una palabra inventada en los medios de comunicación: “Messidependencia”.

Gritos de pasión
El Mundial de Brasil 2014 quedará en la historia grande del fútbol. Desde el gol, el fútbol construye pasión: Brasil 2014 quedará emparentado con el recuerdo de tantos gritos. Se convirtieron 171 goles durante el campeonato, eso significa un promedio de 2,7 tantos por encuentro. Con estos números Brasil 2014 igualó el récord de mayor cantidad de goles anotados en un Mundial que, hasta ahora, conservaba en soledad la edición de Francia 1998. El dato cobra más importancia si se lo compara con el Mundial anterior (Sudáfrica 2010), ya que fue el campeonato con menos goles desde que se disputan 64 partidos: 145.
De todas maneras, así como este fue el Mundial de los goles, también quedará en el recuerdo por actuaciones memorables de arqueros como Navas, pilar fundamental de la clasificación histórica de Costa Rica a cuartos de final, o el méxicano Ochoa, prácticamente imbatible bajo los tres palos. También Bravo, flamante refuerzo de Barcelona, resultó clave para Chile, lo mismo que Courtois en Bélgica, David Ospina en Colombia, Jasper Cillesen en Holanda o Tim Howard en Estados Unidos. De todas maneras, el mejor según la FIFA fue Neuer, que solo permitió cuatro tantos para el campeón, mientras que nuestro Romero, con 4, también brilló.

Amigos
El fútbol y los futboleros nos volvimos a amigar con un Mundial. Podríamos hablar de Brasil 2014 hasta Rusia 2018; de la rápida despedida de España, Italia e Inglaterra; de Costa Rica sorpresa; del cambio del portero holandés a un minuto del final para que entre el suplente (Tim Krul), ataje dos penales; del lindo fútbol de Colombia; de James Rodriguez y su categoría y goles; del alemán Kroos y del pelado Robben; del 5 a 1 al campeón España; del 7 a 1 al local Brasil; del reconocimiento al gran seleccionado alemán; del Mundial que por primera vez ganó un europeo en América; del Mascherano como símbolo de entrega por los siglos de los siglos; de las tribunas sin negros en Brasil; del caos (nunca llegó) que pronosticaron muchos medios brasileños; del fútbol con mucha emoción de arco a arco; de ese “Brasil decime que se siente” (de darle la espalda a tu identidad futbolística y ser humillado queriendo ser otro); del fracaso marca Cristiano Ronaldo; del Maracanazo parte 2; de jugar una final después de 24 años; de volver a festejar en las calles por sentirnos orgullosos de una selección.

Pausa #137, miércoles 16 de julio de 2014. Conseguilo en estos kioscos.

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