Por Licenciado Ramiro
Cada 15 días se repitió durante los últimos 9 meses un ciclo
del que usted, ¿querido? lector, no tiene conciencia, aunque es casi casi la
causa exclusiva de esa redundancia: cierre de una nueva edición del periódico,
Ramiro no sabe de qué va a sentarse a escribir. Fue una constante durante todo
el 2013 (¿a usted también le pasa que duda de cómo se escriben ciertas
palabras, como por ejemplo “constante” o “contante”? Encima el Word no te las marca
como incorrectas, y la verdad que hoy ponerse a leer un diccionario no es la
que va).
Este cierre de edición volvió a pasar lo mismo. Yo podría
echarle la culpa a que no está pasando nada digno de ser notariado, al fin de
año, al desgaste mental o a la presidenta, qué sé yo. Pero no tengo excusas:
cada vez me cuesta más tener ideas. Para colmo, esta semana ambos
irresponsables del Pausa, cada uno por su cuenta, me preguntaron qué tal andaba
la columna. A uno le tuve que mentir diciéndole que iba a escribir sobre tal
cosa, para ver si me tiraba alguna idea.
Al seguir sin tema casi me agarra un ataque de Pánico y
Locura en Santa Fe… pero se me pasó rápido porque hacía mucho calor y además me
da miedo tomar muchas drogas como en la película y me jode levantarme con
resaca. Entonces para salir de la desesperación casi me mando una macana: pedir
por Facebook algún tema de interés. Por suerte me frené a tiempo. ¿Se imaginan
esta columna haciendo apología a la seguridad, mayores penas para los asesinos,
baja en la edad de imputabilidad o por qué vivimos en una dictadura? Alguna
vez, es cierto, he escrito a pedido de algunos amigos o siguiendo alguna
recomendación. Sí, soy un escritor delivery… y malo también. Pero simpático.
El otro irresponsable (el de más alto rango) me sugirió lo
siguiente: “si no te sale un tema, siempre podés escribir sobre el verano y el
calor”. Es buena, tanto que ya le dediqué una columna que salió en el #90, con
fecha 28 de marzo de 2012. Ni mi jefe me lee.
Por poquito nomás no me puse a escribir sobre la muerte de
Ricardo Fort (incitado por uno de los editores). Al toque noté de que tenía muy
pocas cosas para decir sobre ello, ya que me importa un rábano el destino del
tipo que arruinó los chocolates importando las barritas de cereales seguras y
saludables a nuestra dieta criolla. Igual, lo poco que tenía para decir era
buenísimo: pasamos del fordismo de principios de siglo XX al fortismo de
inicios del XXI; de una sociedad que se levantaba sobre la fortaleza del acero
a una que se derrite como un chocolate en una siesta santafesina de enero (y de
paso meto el tema del calor, el verano y eso).
Pensé por un momento que podía escribir sobre todos los
temas que tengo pendientes como, por ejemplo: “Cris Morena prostituyó la
infancia/adolescencia a finales de los ’90, acentuando el proceso iniciado por
Pancho Dotto y el hermano del director de cine, Ricardo Piñeyro” o “Cómo es que
el consumo cultural es cada vez más limitado y homogéneo, al punto tal de que
la voz del zorro en el capítulo más popular (“El sueño de Homero”) del producto
más popular de la cultura de masas de los últimos 30 años (Los Simpsons)
la hace Johnny Cash, y que para llegar a
hacer eso tenés que ser súper recontra archi mega groso y sin embargo el 88% de
los menores de 30 años no saben quién es Cash”. Pero supongo que si no escribí
sobre esas cosas es porque no sé qué decir al respecto o no me interesan lo
suficiente.
¡Moreno! ¡¿Cómo no se me ocurrió escribir sobre el Guillote
K?! Qué gil que soy. Voy a escribir sobre él… pero en otra ocasión, porque en
esta columna ya no hay más lugar para ningún otro tema… Ni siquiera para
escribir sobre cómo me complico cada vez que tengo que escribir la Hora Libre.
Publicada en Pausa #127, miércoles 4 de diciembre de 2013
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