lunes, 6 de agosto de 2012

La cultura de la paz en el aula

Una reconocida funcionaria y especialista internacional en políticas y formación de educadores para la paz realizó un curso en Santo Tomé.

Por Marcela Perticarari

Brindar conocimientos profundos y poner en práctica los derechos proclamados en numerosas convenciones internacionales no parece tarea fácil en una época dominada por noticias sobre fenómenos como bullying y llamativos actos de violencia escolar. No obstante, desde el Departamento de Educación Cooperativa de Fundación Bica buscan generar acciones que promuevan valores basados en la ayuda mutua, la responsabilidad y la igualdad.
En este sentido, se dictó en Santa Fe el curso “Educar en derechos humanos: desafío pedagógico y ético en la sociedad actual”, a cargo de la especialista rosarina Alicia Cabezudo. La actividad se realizó en el marco del programa Cultura de Paz y tuvo por objetivo “formar y capacitar en los contenidos, herramientas y estrategias que nos permiten producir transformaciones necesarias para vivir una cultura de paz”. En total, participaron 48 personas oriundas de nuestra provincia y de la vecina Entre Ríos, representando a diversos ministerios, municipios, institutos educativos, fundaciones y asociaciones civiles.
Con 12 años de trayectoria, el programa Cultura de Paz de Fundación Bica tiene como premisa que “todos podemos ser ese hombre nuevo que nuestras ciudades necesitan, y la intencionalidad se tiene que traducir en acciones concretas”. 
La licenciada Pilar Suárez, integrante de Fundación Bica, explicó que “nuestro programa Cultura de Paz se inscribe dentro de lo que se conoce como educación para la paz, que es un movimiento internacional sustentado en varias fuentes, como el movimiento de renovación pedagógica conocido como Nueva Escuela, en la filosofía de la no violencia de Gandhi, en la investigación para la paz, y sobre todo en el despliegue que realiza Unesco después de la Segunda Guerra Mundial por el desarme y la educación en Derechos Humanos”.
“Cultura de Paz se concentra en el concepto de paz positiva. Muchos creen que paz es ausencia de conflictos, de guerras, pero nosotros creemos que es mucho más que eso: es la satisfacción de necesidades y la plena realización de las potencialidades humanas. Cuando hablamos de paz estamos hablando de justicia social, de solución pacífica de los conflictos y de democracia”, determinó Suárez.

Las realidades a enfrentar
Definida como una activista por la paz de extensa trayectoria, Alicia Cabezudo es master en Educación y Derechos Humanos y doctora en Ciencias Sociales y Educación; vicepresidenta del International Peace Bureau (Ginebra), consultora del Departamento de Educación Global del North-South Center of the Council of Europe (Lisboa), representante de la Asociación Internacional de Educadores por la Paz para América Latina y coordinadora educativa internacional para América Latina de la Campaña Global de Educación para la Paz (Llamamiento de La Haya por la Paz). Actualmente se desempeña como profesora visitante especializada en las universidades de Rosario, del Salvador, de Brasilia, de Naciones Unidas para la Paz (Costa Rica), de Barcelona y del Institute of Peace Studies (Egipto).
La especialista reafirmó que “no es posible pensar la paz sin la justicia social, sin el respeto a los Derechos Humanos y el pleno ejercicio de todos los derechos por parte de la población, o sin una estructura democrática de gobierno, conceptos que chocan con las realidades en muchos países”.
Pilar Suárez, por la Fundación Bica, agasajó y dio lugar a la disertante Alicia Cabezudo.

Asociada a los programas de Unesco y Naciones Unidas, Cabezudo se dedica al análisis, investigación y formación de educadores: “Se trata de un área disciplinar pedagógica específica que los movimientos de paz utilizan, potenciada por una resolución del año 2000 que determina que la cultura de paz como enseñanza en los derechos humanos debería ser prioritaria, urgente y necesaria para el reforzamiento del sistema democrático. De hecho, los acontecimientos que nos sacudieron desde el norte del continente africano, donde se suponía que no podría haber movimientos de búsqueda de derechos en países donde existía otro tipo de instancias políticas –muchas de ellas no representativas de la voluntad popular–, determinan trabajar el tema de ciudadanía, democracia y Derechos Humanos y cómo construir todos estos elementos juntos. Eso es lo que nosotros llamamos integralidad de los conceptos”.
Consultada por el rol que ocupa la escuela en una sociedad con altas tasas de violencia, Alicia Cabezudo analizó que “existe una estructura que determina elementos violentos que se producen como forma de onda y llegan a todos los niveles sociales. Y el Estado debe cumplir un rol, trabajar en esta cultura de la violencia para convertirla o para ir transformándola. Y la escuela, como agente del Estado, tiene el compromiso, la obligación urgente y la necesidad perentoria de realizarlo. Para ello se deben preparar los agentes educativos en el sistema formal, es necesaria una formación en mediación, en resolución de conflictos por vía pacífica, en conocimientos profundos acerca de los Derechos Humanos y los Derechos del Niño, para que a su vez el actor más importante de la escuela y el transmisor más importante que es el educador pueda realizar esto”.
“La escuela es un elemento fundamental en la transformación y para ello se necesita al Estado como organizador y coordinador en esta formación”, dijo Cabezudo al indicar que “en cuanto a la violencia real existente, hay una realidad social vinculante a esta violencia estructural y hay una realidad escolar y pedagógica que pareciera que opera en contra, muchas veces lo comentan los docentes. Ellos nos dicen que trabajamos contra la corriente, pero la escuela siempre ha tenido ese rol de desarrollar conocimientos y transformar. En ese objetivo de la educación de transformación, para el bien de todos, este tipo de conocimiento y ejecución de proyectos es fundamental, sin desconocer que la violencia estructural existe, nos rodea y se ve”. 
Respecto de los espacios donde se puede penetrar más fácilmente con la cultura de paz, la especialista evaluó: “Se debe trabajar en la educación formal y no formal. Los proyectos en educación no formal han tenido más eficacia. Pareciera que la institución educativa es más estructurada, tiene espacios para conocimientos pautados y a veces no deja suficiente lugar por un problema de tiempo, de diseño curricular, de la directora que no le gusta el tema, de la supervisora que está encima o del Ministerio que exige terminar sí o sí y evaluar determinados contenidos y no otros. Nadie evalúa si los alumnos conocen los Derechos del Niño o los Derechos Humanos. Nadie evalúa si en el recreo hay instancias de mediación que posibilitan que la relación entre los chicos sea más cordial. Pareciera que la estructura del sistema formal presenta más vallas. Sí hay extraordinarios programas y proyectos que se han llevado a cabo, pero en forma muy sistemática a través de los años. Educación formal y no formal tienen que trabajar en conjunto”.

Los desafíos pendientes
Desde la organización del curso remarcaron que “educar para y por los Derechos Humanos no debe ser considerado un tema subsidiario en las políticas públicas de nivel local, provincial y nacional. En realidad se lo ha concebido siempre como un contenido necesario pero aleatorio, importante pero no esencial, presente pero ‘ausente’. Los valores ético-pedagógicos inherentes a la enseñanza en Derechos Humanos deben formar parte de las políticas públicas mediante un enfoque sistemático, crítico y profundo de la sociedad que compartimos. La educación y la docencia como práctica social es uno de los espacios donde es posible la construcción de valores que dignifican a la población en su condición de ciudadanos sujetos de derecho. Las prácticas pedagógicas y la aplicación de estos principios es una posibilidad concreta en democracia. Su aprendizaje sistemático y enseñanza cotidiana, un desafío”.
Tras concluir la actividad, los participantes aseguraron que “fue una experiencia excelente. Nos permitió ver a los Derechos Humanos desde otro punto de vista, mucho más cercano y cotidiano, como una problemática que debemos enfrentar día a día y para lo cual existen muchísimas herramientas a atender a través de la educación”.

Publicada en Pausa #98, miércoles 25 de julio de 2012

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