miércoles, 15 de julio de 2015

Yo quiero el Patio Catedral

Sobre el valor de unas ruinas llenas de vida versus un proyecto para unos pocos y pagado por todos.


Yo quiero el Patio Catedral. Y si la feligresía católica de nuestra ciudad quiere que se construya una Catedral para celebrar su culto, pues adelante. Pero no en el terreno donde hoy se levantan las ruinas más hermosas de la región. Es pueril, oneroso y confrontativo el gesto de querer levantar un templo más en un espacio que fue abandonado por décadas y al que sólo el tesón del movimiento cultural santafesino le dio vida.
Los santafesinos –los católicos, los cristianos no católicos, los judíos, los que creen en otros dioses, los agnósticos y los ateos– nos hemos apropiado del Patio Catedral, lo hemos vuelto un patrimonio cultural y social, y eso supera con mucho el derecho inmobiliario de la organización terrenal que conduce la fe de sólo un sector de la sociedad.
La Catedral Nueva fue un proyecto de fines del siglo XIX, abandonado hace más de 80 años. Hablar de “terminación” de la Catedral es una humorada. Sólo quedan unas altísimas paredes de ladrillo visto, con arcos y columnas, absolutamente inútiles a los fines de construir cualquier edificación, religiosa o no. Para construir una Catedral hay que arrasar esas ruinas, hay que arrasar toda una historia. Porque,como todas las ruinas, las del Patio Catedral atestiguan y traen al presente la densidad humana del tiempo transcurrido. En nuestro caso, dan cuenta, en primer lugar, de cómo la Iglesia abandonó el asunto y, en segundo lugar, de una profusa actividad creativa que tocó la experiencia de todos los hombres y mujeres de Santa Fe.
El único suspiro de vida que transmiten esos viejos ladrillos es el que le imprimieron los incontables aplausos con los que el público santafesino celebró esa práctica tan inquietante y turbadora para la berreta paquetería: el arte.
Sólo en la ciudad hay 36 parroquias, sin contar otros lugares del culto católico, como las escuelas o las ermitas perdidas en las plazas de barrio. La cifra de templos supera muy holgadamente la cantidad de centros culturales que existen en Santa Fe. ¿Tanto se llenan las Iglesias que es necesaria la construcción de una más? ¿Realmente no alcanzan los bancos existentes para recibir al pueblo católico en misa?
Es cierto, una Catedral representa otro modo de adorar a Dios. No tiene el mismo estatus de una parroquia. Pero, ¿por qué el empecinamiento infantil de construirla sobre las ruinas que hoy son el Patio Catedral? Son inútiles a los efectos arquitectónicos: han de ser derribadas y el terreno, alisado. La Iglesia quiere destruir el Patio Catedral para hacer una obra en el centro de la ciudad, y se ampara el derecho a la propiedad privada por sobre el derecho de los ciudadanos al paisaje, al patrimonio público y cultural. Busca imponer un pasado muerto –el proyecto abortado por excesivo– sobre un presente vivo, diverso, alegre.
De las 36 parroquias, apenas 14 –siendo geográficamente generosos– están próximas a los barrios más sufrientes de la ciudad. Si cabe decirlo: hay una feroz desigualdad en el reparto del culto católico, que se vería acrecentada con este proyecto. Los esclavos de la nueva Roma, el pueblo de Cristo, los desposeídos de Francisco, ¿podrán admirar la gloria del Señor en una Catedral en pleno centro sin que antes los detenga la Policía por averiguación de antecedentes? ¿No son suficientes para los destacados buenos apellidos locales los numerosos templos que ya hay en la zona de bulevares, o esa belleza patrimonial que es la colonial parroquia de Todos los Santos, en el casco histórico de la ciudad? Si la topadora es inevitable, ¿por qué la Catedral no se constituye para quienes comulgan en Virgen de los Pobres, 12 de Octubre y Misiones, Yapeyú?
Sólo la ley resguarda la propiedad eclesiástica de los terrenos ubicados en 1° de Mayo al 2400. El uso, la tradición y el acervo santafesino indican que ya no le pertenece al catolicismo la propiedad cultural, social e histórica del Patio Catedral. Construir allí otro templo más no suma cultura a la región, le resta. Y, además, descalifica violentamente todo lo que allí realmente hicieron los creadores santafesinos por su público.
Se puede comprender esta descalificación por parte del poder clerical. No es necesario recorrer históricamente la sucesión de censuras –más o menos letales– que emanaron desde la Iglesia Católica a la innovación artística, a lo largo de toda la historia de Occidente. Tampoco, a esta altura, es necesario volver a desandar la historia de la Arquidiócesis de Santa Fe para poder decir que nada le deben los santafesinos a la Iglesia, sino todo lo contrario, y frente a los estrados judiciales.
Lo que no se comprende es la apertura de los gobiernos locales a este nuevo avance del conservadurismo siendo, como son, hombres que representan el linaje eminentemente laico del radicalismo y el socialismo. Menos todavía, que se dé lugar a un posible apoyo presupuestario a una organización –la Iglesia Católica– que ya cuenta con millones de pesos otorgados por el Estado nacional.
Se sabe: los artistas son poco afectos a la organización o a sentar posición conjunta. Son un poco individualistas. Pero, esta vez, un espacio único en el país está en riesgo por un capricho religioso. El Patio Catedral es patrimonio cultural de toda la ciudad, antes que una mera propiedad inmobiliaria de la Arquidiócesis de Santa Fe. Defender el Patio Catedral como espacio cultural y demandar las normativas necesarias para que la legislación se adecue a la realidad es el objetivo.
Nosotros arrancamos con esto: #YoQuieroElPatioCatedral.

Publicada en Pausa #157, miércoles 8 de julio de 2015
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Foto: Juan Curto

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