Sobre la poesía de Miguel Bertolino y la presentación, 40 años después de su creación, de la ópera rock “Indio”, de Virgem,
en el Teatro Municipal.
Por Alejandro David
“Poesía es el diario íntimo de un animal marino viviendo en
tierra, deseoso de volar”
Carl Sandburg
“La poesía es generalmente como la articulación rítmica de un sentimiento”
Allen Guinsberg
Carl Sandburg
“La poesía es generalmente como la articulación rítmica de un sentimiento”
Allen Guinsberg
La poesía es un primitivo y eterno arte que los filósofos
griegos supieron explicar. Aristóteles en su Poética introduce una idea
novedosa en la descripción de la poesía: la armonía y el ritmo. Desde siempre
emociona y transmite lo que el hombre siente en la mejor soledad. El arte es un
momento en que todos nos reconocemos y abrazamos. Es solo amor y dura un
instante, para toda la vida (Luis Alberto Spinetta, “Al ver, verás”).
Rescatar la obra de un poeta es trascendental para el futuro
de una sociedad atosigada en pavadas materiales, en el consumo dirigido inútil
y alienante. La poesía está todo el tiempo desenmascarándonos, surfeando
nuestros pensamientos más íntimos. Aunque no queramos nos late en el cuerpo. Es
biológico.
Los poemas de Miguel Bertolino respiran Santa Fe y nos
empujan a sentir-nos ciudadanos de la cordial. A no engañarnos con el trillado
acá nunca pasa nada. A emocionarnos con un estribillo, una simple palabra que
sigue a otra... “Amar es luchar”.
Miguel Bertolino escribió las canciones de la ópera rock
Indio a principios de los 70, mientras cumplía la colimba lejos de su ciudad.
Le enviaba las letras a Horacio Bidarra por correo mientras se armaba el grupo
que ya tenía nombre: Virgem. La presentaron completa sólo tres veces y con
distintas formaciones. La última fue el 20 de diciembre de 1974.
Virgem volvió 40 años después porque estaba escrito en el
cielo. Y lo hizo como una nave en un viaje astral colectivo, en el teatro en
donde durmió todo estos años, Surcando la galaxia onírica de Miguel y Horacio,
fue una comunión que florece y renace en la interpretación actual de los
músicos herederos, tan puros y talentosos como sus miembros originales, tan
presentes que son todo futuro.
La ópera rock Indio es única en el mundo y pertenece a esa
rara avis que es el rock progresivo de los primeros 70. Recién se conocía Tommy
(la ópera rock de los Who) y grupos como Génesis, Pink Floyd y King Crimson se
empezaban a escuchar. No hay que olvidar este dato. Su motivación e inspiración
es profunda y actual, rescata la esencia del hombre en la búsqueda de su identidad
originaria. La concreción de semejante epopeya en este nuevo siglo es un
triunfo. Horacio Bidarra y su seleccionado nos enseñan el camino hacia la raíz.
Miguel desde su corazón hippie contagia Hermandad. Paciencia. Sabiduría.
Altruismo. Todos entendimos el mensaje.
Poema de dos
En el brillo del día
En la tempestad de las sombras
Allí estoy
Escapando de la ley
En el estiércol de la
calle y de su noche
En el alma amplia del vino,
En la estación de octubre.
Soy hierba.
Miguel Bertolino
Herencia
Gustavo Angelini (cantante y miembro fundador de Carneviva)
me contó la historia de Miguel y de Virgem hace más de 20 años, cuando entre
ensayos de rock y porrones aparecían relatos de influencias y tesoros
desconocidos. A él se la había contado el Pato Costa, fotógrafo y amigo íntimo
de Bertolino con quien solía compartir horas de bohemia feliz. En su momento me
llamó la atención que existiera una ópera rock santafesina contemporánea de las
conocidas por todo el mundo. Después me despertó curiosidad saber cómo era
Santa Fe por aquellos años. Me sorprendió descubrir a una ciudad que era una
auténtica usina de creadores, artistas y público. Un círculo vital que
contagiaba juventud... hasta el fatídico 24 de marzo de 1976. Exactamente un
año antes se apagaba la vida del poeta en un accidente de trenes.
Virgem, circa 1970. Miguel Bertolino y Horacio Bidarra, junto a sus compañeros de grupo, le dieron vida a la primera (y hasta el momento única) ópera rock santafesina.
“Vi unos espíritus mendigar toda la noche. Tanta, tanta
niebla floreciendo en sus almas. Ríos con peces de cera y olas negras. Mucho,
mucho, mucho, mucho olor del mundo. El refugio es sutil y nuestro. Y estos virus
redes adhesivas. No creo en mentir…No creo en morir”, canta el Tavo en una
vieja canción de Carneviva. Y yo me quedo pensando que todo esto sigue… Como un
moebius morado. No creo en morir. ¿Quién sigue?
¡Hola!
“Cuando me muera subiré a la cima del tiempo con todos los
relojes, los del alma y los del cuerpo. Y te llamaré para bailar un minuto de
cada melodía. Te perteneceré hasta el último trago de vida sobre el pasto”.
Miguel Bertolino (1951-1975).
Publicada en Pausa #133, miércoles 7 de mayo de 2014
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