miércoles, 22 de julio de 2015

Pitos, trampas y un arma humeante

Variopinta, por Federico Coutaz

Se juega un partido de fútbol amateur, es plena década del 70 en Remedios de Escalada. Un jugador agrede por la espalda al árbitro. Un chico de 11 años que está viendo el partido entra a la cancha con un palo y se lo parte en el lomo al agresor.
Seguramente esta sería la primera escena si alguien filmara la ruidosa vida de Fabián Hugo Madorrán. Polémico y quizás olvidado réferi argentino, que dirigió entre 1997  y 2003. Fue expulsado por la AFA y se suicidó en una plaza de Córdoba pocos meses después.
La escena que refiero fue narrada por él y, si es cierta, se trata del primero de muchos escándalos que protagonizaría en innumerables canchas, ya con silbato en lugar de palo y riguroso uniforme negro de justicia.
En un total de 157 partidos expulsó a 166 jugadores. En su debut internacional, en un torneo sub 20, echó a cuatro brasileros. En un Boca-Almagro, la cámara mostró cómo acompañaba el canto de la hinchada xeneize, “quién no sigue una canción pegadiza” se justificó después, quizá con razón. En una final por el ascenso entre Instituto y Argentinos anuló dos goles válidos al visitante provocando una batalla campal, en medio de la cual corrió sin parar de un lado a otro expulsando jugadores. En otra final, entre Talleres de Córdoba y San Martín de Mendoza, cobró un gol a Talleres en posición adelantada. Años después, ya expulsado, se mostró en la cancha de Talleres con camiseta y todo. Los mendocinos, memoriosos, pegaron el grito en el cielo.
Transcribir todos los episodios que construyeron la figura de Madorrán no sería menos trabajoso que enumerar todas las peleas y enojos de Maradona. Lo cierto que sin duda el réferi también admiraba al Diego, quizás más como personaje que como futbolista.
Ese chico que entró a golpear al jugador patotero, tiene que haber sentido el feliz calor de las miradas. Madorrán no era de los que quieren pasar desapercibidos. Usaba anillos y relojes de oro, exageraba todos los movimientos que expresaban sus fallos, amaba las cámaras y los espejos. Echado de la AFA, dijo que le habían cortado las piernas.
Después devino el anonimato y el derrumbe. El motivo de la expulsión, formal y falso fue “mala aptitud física y técnica”.
Además de ser acusado de hincha de Boca, hecho que alguna vez confesó, también fue ruidosa y cruelmente acusado de ser homosexual, hecho que desmintió tímidamente y que nunca pudo asumir. Diez años son mucho tiempo en esos asuntos.
Para muchos, el verdadero motivo fue declarar, medio en broma antes de un partido, que acababa de perder una fortuna en el casino de Tucumán, en un momento en que la AFA y los árbitros, esa cofradía siniestra, empezaban a ser cuestionados por sus negociados y patrimonios. Los condimentos del juego y de la mafia no faltan en esta historia.
La versión familiar fue que volvía de Buenos Aires a Córdoba donde vivía con un amigo, infelizmente llamado Jorge Videla. Había sacado un préstamo para poner un ciber y en el camino le robaron la plata. No hubo ninguna denuncia ni investigación al respecto. Se pegó un tiro en la boca, sentado en un banco de plaza. La imagen recorrió el país a través de Crónica y los diarios. Semisentado, mal tapado con nylon y cartones, una mano caída, ensangrentada.

Publicada en Pausa #158, miércoles 22 de julio de 2015
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1 comentario:

Licenciado Ramiro dijo...

Recuerdo dos hechos más que tuvieron como protagonista a Madorrán. El primero, y más relevante, es el único árbitro en expulsar a Juan Román Riquelme. Fue contra Banfield, de visitante, y a causa de una trompada que el 10 de Boca le propinó al 5 de "El Taladro", luego de que este le realizara un control de próstata con la célebre y tradicional prueba del dedo por el recto.
El segundo hecho tiene que ver con el partido de vuelta de la promoción entre Unión y GyE de Concepción del Uruguay. Un bochornoso arbitraje que favoreció explícitamente al club de la Avenida y que, años más tarde, me valió el insulto desmedido y violento de todos mis alumnos de la facultad, ya que yo comencé a dar clases en la ciudad de Urquiza y recuerdan con furia ese partido que los podría haber ascendido a Primera... de no haber sido por Madorrán.
Yo también siempre lo recuerdo por estas cosas, y por el abandono de persona (no nos olvidemos de Brazenas) al que tan acostumbrado nos supo tener don Julito.
Y quiero que sepan, además, que Lunatti no le llega ni a los talones al malogrado Fabián.