miércoles, 22 de julio de 2015

El futuro es nuestro

Otro yo mismo, por Mari Hechim

El pasaje de la infancia a la adultez se produce cuando se aprende a jugar al truco, en mi familia. La que enseña, por costumbre, soy yo. Hago una lista que empieza con el as de espadas para abajo, y, al lado, un dibujo de la seña que corresponde a cada carta. Esta vez le tocó a Mateo, en Buenos Aires. Está su papá, está su tío, mi hermano, que es un gran jugador y va apuntando: no se puede decir ningún número. Si estamos en el envido y decís cualquier número, perdiste si no tenés las cartas. Hacemos un ensayo general, los cuatro, y vamos viendo, conversando. Alguien bromea: no podés decir alcánzame un vaso. “Uno” tampoco se puede decir.
Es día de elecciones en la ciudad y el televisor está prendido, y el puchero se va haciendo en la cocina, con todo, pero con todo, con chorizo colorado y panceta, una gran cena va a haber. Teo tiene once años y se fastidia si no tiene cartas y yo me paso la mano derecha por delante de la cara, como diciendo: que no se note en la cara, mientras él hace una gesticulación exagerada; tiene puntos.
Va ganando Rodríguez  por poquito y avanza el juego, mi hermano miente que da miedo, yo no le creo nada y entonces me ensarta, como siempre.
El papá de Teo comenta que una profesora del joven discute de política con los estudiantes y a todos nos parece bien; él cuenta que llevó a la escuela un cuadernillo con las consignas del 68 francés y les encantó a todos. Claro, decimos, no es lo mismo que bajarlo de Internet.
Teo y yo  vamos perdiendo. No nos tocó ningún as ni ningún siete bueno, y después nos vamos a dar cuenta de que en la cajita de las cartas se quedó escondido el as de espadas, y ya va a ser tarde; no ligamos nada, bah.
Antes de llegar a los treinta, deshacemos el juego para poner la mesa y aparecen las verduras y las carnes humeantes, hace frío y viene bien algo calentito, se pasa la sal, la mostaza, el aceite y mientras tanto comentamos la cuestión de las elecciones y alguien dice que si gana por poco, va a ser bueno para las presidenciales, porque, entonces, entre lo que pasó en Santa Fe y poquitos puntos en Capital, el Mauricio aparece debilitado.
Teo, entonces, dice, elevando la voz como hacen los niños cuando hay muchos adultos y quieren hacerse oir: Sabemos, dice, sabemos que Mauricio es más de lo mismo, igual que Menem, quieren un Estado chico, quieren que cada uno se las arregle como pueda. No quieren que el Estado proteja a las personas.
Se hace un silencio, estamos comiendo el puchero, en el televisor el Gato Sylvestre lee los porcentajes, mi hermana se sonríe, todos sonreímos. El futuro es nuestro.

Publicada en Pausa #158, miércoles 22 de julio de 2015
Pedí tu ejemplar en estos kioscos

No hay comentarios: