Por Adrián Brecha
“Las aplicaciones descargables de Facebook, Google Play o
Apple Store son los nuevos operadores de la subjetividad... Si René Schérer nos
enseñó que las disciplinas pedagógicas desarrolladas durante la modernidad
sirvieron para poner la mano masturbadora a escribir y a trabajar, comprendamos
en lo sucesivo que las nuevas disciplinas digitales ponen la mano ‘fordista’
que escribe y trabaja a masturbar la pantalla del capitalismo cognitivo”.
Beatriz Preciado.
Una mañana Bill Gates se levantó con una idea fantástica:
convencer a la humanidad que una computadora debería ser personal. Y que cada
ser humano, por un módico precio, tendría la suya. Sin querer queriendo, nos
enchufa la Personal
Computer , un electrodoméstico que en los viejos tiempos no se
movía y permitía largas partidas de solitario. No superaba a la máquina de
escribir (que imprime mientras escribe), no había dónde postear los textos y
los disquetes eran muy incómodos. Con la aparición de la Internet nos dimos cuenta
de que sin conexión ese artefacto era prácticamente inútil. La red de redes
cambió la bocha y de consumidores con el correr de los años nos convertimos en
prosumidores. Y en menos de un click, aparece el personal móvil.
“Evolucionamos”. Hoy somos seres con antenas móviles y el mandato es compartir,
es decir trabajar consumiendo y produciendo para trasnacionales. Incluso en los
momentos de ocio. El personal share nos invita a disfrutar de una sociedad
on-line carente de buen gusto, bastante fachistoide, quejosa y desinformada que
en un par de ceros y unos puede adorar a Pepe Mujica, odiar a cualquier ser
humano por motivos diversos, asociar de manera muy aleatoria subsidio, prótesis
mamarias y jubilados, convocar a un golpe de estado, mostrarnos una milanesa y
explicarnos cómo se reciclan las pilas alcalinas. Me gusta, Bill, no podrías
haberlo hecho mejor.
Publicada en Pausa #147. Pedí tu ejemplar en estos kioscos
de Santa Fe y Santo Tomé.
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