viernes, 21 de noviembre de 2014

Pelé en Unión

Variopinta, por Federico Coutaz

Era el año 97 y Unión estrenaba una misteriosa incorporación: Nii Lamptey, negro, rápido y habilidoso. El futuro se dibujaba como promesa, pero duró sólo seis partidos. Misteriosamente como llegó, se fue. Después supimos que su hijo bebé se había enfermado y que murió en un hospital de Buenos Aires.
Una vez escuché que se había suicidado: falso, aunque motivos no le habrían faltado. Transcribo algunos datos de su biografía.
Nació en Thema, Ghana, en 1974,  padre alcohólico, palizas y torturas, abandono de su madre. Dormía en la calle, casi no iba a la escuela. Un club musulmán le ofreció alojarlo, se convirtió al Islam y aumentó el odio del padre, quien, a la costumbre de ir a insultarlo a las canchas, sumó la de ir a la mezquita a provocar peleas en la hora de la oración.
A los 14 años ganó el mundial sub 17 y fue elegido mejor jugador. El rey Pelé dijo que sería su legítimo heredero (curiosamente, Nii significa Rey). Pero por entonces no pensaba en tronos, sino en escapar y lo consiguió, viajando como ilegal  (la federación Ghanesa había confiscado su pasaporte).
Llegó al Anderlecht de Bélgica, donde no le creyeron que era él y le hicieron una prueba con jugadores profesionales, al rato se convencieron. A los 15 debutó y brilló en la liga de Bélgica. Jugó en la selección sub 20 y en la mayor. Pero Nii entendía poco el inglés, no sabía leer ni escribir en ningún idioma y cayó en las garras de Antonio Caliendo que le hizo firmar un contrato de esclavo, alquilándolo constantemente a cualquier club. Así, pasó por Holanda, Inglaterra e Italia donde no le fue bien. En la copa de África, lo culparon del fracaso de la selección y no lo convocaron más. En un partido vomitó sangre y creyó que era víctima de magia negra (¡leer “Buba” de Roberto Bolaño!).
Llegó a Unión, cedido por Boca, llamó Diego a su hijo. Las autoridades de Ghana no lo dejaron enterrarlo en su país.
Después de un tiempo jugó en Alemania, donde sufrió todo tipo de racismo, hasta un compañero se negó a compartir habitación con él. Su hija Lisa murió de la misma enfermedad que Diego y también tuvo que enterrarla en tierra extranjera y hostil.
Jugó en Turquía, en Portugal y en China, donde por primera vez se sintió querido. Volvió a Ghana a terminar su carrera.
Si algo de angustia faltaba en su vida, supo que ninguno de los tres hijos vivos que tenía eran de él.
Pese a todo –y como en Hollywood– hoy espera un hijo biológico con una nueva pareja, tiene una granja y fundó una escuela secundaria para 400 chicos. Cada salón tiene el nombre de los países y ciudades donde jugó, diez países en cuatro continentes. En el segundo piso, una de las aulas se llama “Argentina, Santa Fe”.

Publicada en Pausa #146. Pedí tu ejemplar en estos kioscos de Santa Fe y Santo Tomé.

No hay comentarios: