miércoles, 26 de noviembre de 2014

Literatura, educación y memoria

Libros para niños y jóvenes, para promover la lectura y rescatar la historia de nuestro país.


“Ayer y antes dormimos en la casa de unos tíos viejitos. Todos se reían de mentira. Papá no está. Se perdió. Me duele la panza y arriba de la panza. Papá no está y no me hace upa y no me levanta por el aire y no me hace reír y no me cuenta cuentos y no me canta canciones...”, escribía Paula Bombara en su primera novela editada en 2005, El mar y la serpiente, una ficción muy real, que aborda un tema complejo pero desde una óptica muy cercana a los más chicos. “A mi me gustaba e interesaba escribir, y cuando estaba en esa búsqueda me dieron un consejo: que escribiera sobre algo de lo que yo no tuviera ninguna duda. Por eso creo que siempre las primeras novelas suelen ser autoreferenciales, si hay algo sobre lo que uno no tiene dudas es sobre lo que vivió. Y en mi casa siempre se habló de lo que había pasado, de mi papá, nunca se evito el tema, estaba muy presente”.
Paula Bombara recorre escuelas y conversa sobre sus libros con sus lectores, los jóvenes.

Paula es hija de Daniel Bombara, el primer desaparecido por el terrorismo de Estado en Bahía Blanca, secuestrado a fines de 1975, asesinado poco tiempo después y cuyos restos fueron encontrados e identificados en 2011. En su primera novela, Paula cuenta un poco esa historia, su historia. “Cuando yo decidí escribir El mar y la serpiente, con todo su contenido autobiográfico, lo que quería de algún modo era generar recuerdos, recuerdos en aquellos que nacieron en democracia, sobre lo que fue vivir en la dictadura. Era paradójico eso que quería hacer. ¿Cómo generar memoria en alguien que no existía en ese momento? Bueno, eso es algo increíble que pueden lograr los libros, la experiencia lectora, y el hecho de que ese libro llegue a los chicos de manos de alguien que si vivió esa época y puede aportar de sí; eso le da mucha potencia al mensaje”.
Bombara visitó Santa Fe invitada por Sadop y en el marco de un encuentro del Plan Nacional de Lectura, ya que es una de los más de 60 autores (escritores, ilustradores, artistas) que colaboran y participan cada año del ciclo Escritores en Escuelas, visitando instituciones educativas para llevar historias, cuentos, lecturas y compartir sus propias experiencias como lectores.
El Plan Nacional de Lectura es un programa del Ministerio de Educación que trabaja en todo el país con talleres de lectura y literatura, trayectos de formación y perfeccionamiento para docentes, bibliotecarios, profesionales de la educación e interesados, provisión de libros y textos a bibliotecas, apoyo a proyectos institucionales de lectura, que son las principales líneas de acción para fortalecer la presencia de la lectura en la escuela. “Esta muy bueno este espacio que nos dan para poder intervenir desde nuestros escritos. Y es una gran pregunta el qué hacemos los escritores con esos espacios que nos dan. Son oportunidades que hay que tomar con mucho compromiso”, comenta Bombara. “Hay casi 400 desaparecidos vivos, que son los niños apropiados, y que pueden ser los padres de sus alumnos, no lo sabemos...¿cómo abrimos y posibilitamos esa realidad? La única forma es el diálogo. El docente es fundamental en eso, y le da mucha potencia a lo que nosotros como escritores queremos transmitir, por eso es tan importante que se problematicen estas cosas en el aula. Los escritores elegimos ser parte de esto de mediar las texturas, de poner al alcance de nuestros chicos textos comprometidos, de escribir sobre lo que nos importa, para que estos chicos se formen como lectores pero especialmente como ciudadanos críticos, que sepan leer la realidad que les toca”.

Las experiencias de la escritura
Paula Bombara tiene ya seis novelas escritas, además de una colección de textos de divulgación científica, y todas ellas tienen como lector modelo a los niños y adolescentes. “Escribo para los jóvenes porque me encantan, me encanta como leen, la devolución sincera que me hacen, porque estoy contribuyendo a formarlos como lectores, porque sé que si les hablo con sinceridad va a ser tomado por ellos también con sinceridad, porque me pueden decir si no están de acuerdo con algo sin tantas vueltas. En los intercambios que tengo con ellos me enriquezco mucho, porque yo les aporto mi experiencia y ellos me devuelven su forma de ver el mundo, que es otra, que es distinta”.
La escritura de El mar y la serpiente, según cuenta la autora, no fue fácil. Le llevó más de seis años y varias reescrituras en el camino. “En una de esas veces, se lo llevé a una editora que estimo mucho, y ella me recomendó leer un par de libros, entre esos El ruido y la furia, de Faulkner, y El limonero real, de Saer, que me volaron la cabeza y me hicieron reescribir el libro de nuevo; empece de cero otra vez. Y ahí encontré la voz de esa niña, que es la protagonista del libro, porque me di cuenta que tenía que ir a buscar esa primera infancia para encontrar puntos de contacto con ese público al que quería llegar, a esos jóvenes que no habían vivido la dictadura. Porque la historia de vida de cada uno puede ser distinta, pero la identificación se da con esas cosas que todos tenemos en común, con las cosas que nos pasaron a todos por igual siendo niños. El libro tiene también muchos espacios en blanco, porque hay pensamientos, imágenes, olores, que no tienen palabras....se recuerda eso, esa sensación, no la palabra”.
Bombara insiste una y otra vez en la experiencia de provocar recuerdos, sensaciones y experiencias en los chicos y chicas a través de los libros. Una forma de llegar y entender la historia desde otro lado, mucho más ligado a lo afectivo y no tanto a los datos duros. “Sea cual sea el tema o suceso que querramos tratar, está bueno poder buscar libros para generar esos recuerdos y reflexiones, recuerdos que siempre los remitan a ese libro pero que, además, provoquen un cambio en ellos, en sus acciones. Hace unos años en Jujuy, una chica de una escuela, luego del debate de la novela, se acercó y me contó que había leído el libro y se lo había pasado a su mamá, y que su mamá lo había leído y se había quebrado en la lectura, y que así fue como ella se enteró que tenía un tío desaparecido. Y no sólo eso, ella le dijo a la mamá que lo tenían que encontrar, y fueron a la Casa de la Memoria a buscar información. Eso lo provocó un libro, y la lectura compartida. Con eso ya está, creo que ese libro ya me dio todo con esa experiencia. Fíjense lo que puede hacer un libro en la vida de una persona...Pero además esta cuestión de la memoria no tiene que quedarse sólo en que no se repita lo que ya se vivió, sino en que no se repita la injusticia, la impunidad en cualquiera de sus formas, porque ayer fue la dictadura, pero hoy y mañana son y serán nuevas formas”, concluyó.

Publicada en Pausa #146. Pedí tu ejemplar en estos kioscos de Santa Fe y Santo Tomé.

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