Diego Gentinetta y Mariano Peralta van por los 2300
kilómetros en bici.
Es jueves. ¿Cómo estará el patio de Kusturica? No lo
sabemos. Estamos en Colchani, un pequeño pueblo del sur de Bolivia que se puede
describir de la siguiente manera: no hay un sólo árbol y el concepto del mismo
difícilmente exista entre la gente del lugar, es imposible conseguir agua
caliente para el mate y ni soñar con una cerveza fría, todas están al tiempo.
Sin embargo, aquí estamos, acampando dentro de una cancha de fútbol con nuestra
carpa en posición de wing izquierdo. Hasta aquí nos trajo el deseo de conocer
el Salar de Uyuni, que se ubica a 5 kilómetros del pueblo. Hasta aquí llegamos
luego de recorrer seis provincias argentinas, de pedalear 31 días, de recorrer
2300 kilómetros.
La dupla que arrancara desde Santa Fe el 15 de septiembre viaja en La Lechera y La Morocha, cruzando el departamento de Potosí, Bolivia.
Lo primero fue dejar el pago, Santa Fe. En tres días, la Morocha y la Lechera rodaban por
Córdoba. Empezábamos a experimentar el arte del mangueo. Un lugar para dormir,
un poco de agua caliente, la clave del wi fi, donde enchufar uno o mil
cargadores. A la Docta
la cruzamos de un tirón. Lo destacable fue la hospitalidad de Ester,
administradora de un hotel que habilitó un cuartito para casos como el nuestro,
un circo en Villa del Totoral anunciando a la Mole Moli para el
espectáculo nocturno y la negativa de los curas de La Puerta y Dean Funes para
cedernos un espacio de los extensos terrenos que ocupan sus iglesias.
Esta última ciudad nos vio llegar sin pedalear, empujados
por un viento sur, marchando a 40 kilómetros por hora. Allí conocimos a Miriam,
en la guardia del hospital. Nosotros estábamos ahí para pasar la noche. Teníamos
techo, baño y energía eléctrica. Ella llegó con presión alta. Cuando se enteró
de lo que hacíamos en dicho lugar, nos adoptó por una noche. Su casa –vive con
sus tres hijos y un agregado del barrio– era más que humilde. Si fuéramos
agentes inmobiliarios la venderíamos como un lugar acogedor, para no decir
chico. Cocina-comedor, un dormitorio y baño. Sin nada, ofrecieron todo lo
negado por el párroco, que luego de bendecirnos cerró la puerta para salvarse
de la llovizna y una merecida puteada.
Luis y María
En Catamarca, la campaña para las elecciones legislativas
marcó el rumbo. En Recreo dormimos en una clínica privada, administrada por una
candidata a diputada por el partido de Luis Barrionuevo. En Icaño, el
oficialismo de corte kirchnerista nos cedió el camping y en San Fernando del
Valle conocimos, de pura casualidad, al intendente, Rubén Jalil.
Él nos derivó con el Secretario de Higiene Pública, Daniel
Zelaya. Hombre comprometido con su trabajo que nos hizo una recorrida completa
por la capital provincial. Del dique Jumial a la capilla de la Virgen del Valle, pasando
por los barrios más top y por algunos lugares que, solos y en biclicleta,
preferiríamos evitar. Para alimentar el morbo, pasamos frente al boliche que
hizo famoso una tal María Soledad, aunque no haya pretendido tal cosa.
El lector promedio
del Pausa debería saber los resultados de las elecciones en Catamarca, más
precisamente la suerte que tuvo el gastronómico en su intento de meterse en el
Congreso. Si lo logró, sabemos cuál fue su clave. Carteles con fondo naranja y
azul. Anulan –según ciertos estudios de dudoso origen– las capacidades
cognitivas de quienes los miran por un tiempo prolongado.
Faltaba Bernardo
Además de Concepción, Santa Lucía y Amaicha, paramos en Tafí
del Valle, con una avenida preparada todo el año para el turista, la birra a
$35 en una YPF y una finca colonial a escasas cuadras del centro. En ese lugar
nos hospedamos en la habitación contigua a la del Zorro. La estancia,
denominada El Churqui, es propiedad de la tradicional familia Zabaleta, que le dio
un gobernador a los tucumanos. Un descendiente está casado con una de las
Trillizas de Oro. Además de un tractorista –Lolo-, un quesero -Tybo-, un
puestero -NN- y, por supuesto, un administrador –Richard-, tienen otros seis
empleados. En verano la cancha de polo es escenario de oligárquicas contiendas.
La “Z” que marca el territorio y la propiedad privada, llega hasta el
Infiernillo, un parador a 25 kilómetros de la ciudad.
UNSa, Unza
En Salta, luego de pagar por primera vez para dormir en la
hippie chic Cafayate y de deleitarnos con los paisajes de la Quebrada de las Conchas,
marchamos derecho para la capital provincial. Allí teníamos un destino fijo, la Universidad Nacional
de Salta, cuyo Rectorado se encontraba tomado por los alumnos. La toma comenzó un
jueves, día en el cual el Consejo Superior no sesionó por falta de quórum, día
en el cual se iba a revisar la resolución 340/13 –aprobada por el nombrado
órgano–- que entre otras cosas disponía para la facultad de Humanidades “que
toda vacante de cargos docentes existentes no podrán (sic) ser objeto de
llamado a concurso, llamados (sic) a inscripción ni utilización de las
economías de los mismos”.
La fundamentación de tal medida venía de un supuesto déficit
en Humanidades, déficit que en un momento era de 200.000 pesos, en otros de
400.000 y llegó a ser –siempre dicho por el rector Víctor Claros y sus aliados–
de 800.000. Aunque, a la hora de mostrar tales cifras en los papeles, los
mismos no existían. De esta manera, no sólo se negaban a rever la medida que
anulaba los concursos, sino que además continuaban, desde el Rectorado, con su
política de desinformación y manejo arbitrario. La resolución 340/13 fue la
gota que colmó el vaso, fue la chispa que encendió la protesta y destapó otros
problemas y conflictos en la
UNSa. Desde las demás facultades (Naturales, Exactas,
Económicas, Salud e Ingeniería) se fueron sumando agrupaciones, estudiantes
independientes, profesores. No sólo por solidaridad, también ellos tenían
reclamos, exigencias para Claros y los decanos alineados políticamente con
éste.
En los días que pasamos en la UNSa , se respiraba una
atmósfera de efervescencia, a cada rato había asambleas, se organizaron
comisiones –de comunicación, seguridad, cocina, actividades culturales y demás–
para mantener una mínima organización.
La toma, sólo del Rectorado y del Consejo Superior, no
impidió que la administración funcione, que las bibliotecas abran sus puertas y
sus libros y que quienes quieran dictar clases lo hagan. La universidad,
concentrada en un predio gigante al norte de la ciudad, no vio interrumpidas
sus actividades. Los únicos que no aparecían eran Claros y sus secuaces, para
dar al fin quórum y revisar la medida implementada. Mientras tanto, se servían
almuerzos y cenas para todos los estudiantes que se plegaban a la toma, había
recitales, se pintaban murales, se difundía en los medios de comunicación la
versión del estudiantado, se daban clases públicas al aire libre. La UNSa se movía de otra manera.
Con la medida de fuerza levantada, la lucha continúa y los
reclamos siguen sumándose en pos de una universidad -como varios estudiantes
nos dijeron- del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Mientras tanto, lo
mejor que se le ocurrió a Claros en este último tiempo fue mandar a unos
ordenanzas a tapar con piun mural pintado en la toma.
El sur de Bolivia
La provincia que más a fondo conocimos fue Jujuy. Haciendo
base en San Salvador, es posible visitar lugares que valen la pena.
Para ahorrar un viaje, conviene llegar a la capital por
camino de cornisa desde Salta, atravesando varios embalses. Las Lagunas de Yala
y las Termas de Reyes, cercanas a la ciudad, son dos de los recorridos
recomendables. Lo que viene más al norte es harto conocido (en parte).
Purmamarca, Tilcara y Humahuaca son tres poblaciones preparadas para el turismo
todo el año. Entre ellas, está la otra quebrada. Tumbaya, Maimara, Uquía,
Hornaditas y Tres Cruces son pueblos por lo que el turista medio no anda
demasiado. Pero, viajando paso a paso, es interesante recorrerlos.
Más adelante llegó la Puna y es sencillo darse cuenta por el cambio de
escenario: desaparecen las subidas, se extrañan las bajadas y las montañas se
alejan en el horizonte. Llanura a 3800 metros de altura que nos encuentra
viajando con una pareja de alemanes, muchas cholas reticentes a la foto y
bicicletas por las calles de Abra Pampa. Internet escasea, se multiplican las
ferias, algunos saludan en quechua y La Quiaca –con una mala fama inmerecida– abre una
puerta atravesada kilómetros antes.
Publicada en Pausa #126, miércoles 20 de noviembre de 2013
Disponible en estos kioscos
No hay comentarios:
Publicar un comentario