jueves, 28 de noviembre de 2013

Trabajar tras las rejas por otro futuro

Mediante talleres y convenios con otros organismos, el Instituto Autárquico Provincial de Industrias Penitenciarias enseña oficios empleando a 500 internos de cárceles santafesinas.

Por Marcela Perticarari

Con la misión de “brindar a las personas privadas de su libertad un oficio a través de diversos talleres y colaborando a su reinserción”, el Instituto Autárquico Provincial de Industrias Penitenciarias (Iapip) se creó el 25 de agosto de 1986 –luego de cuatro décadas de trabajo– a través de la ley 9.907, que asigna bajo su dirección los lugares que empleen mano de obra alojada en las distintas unidades penitenciarias de Santa Fe. El organismo, que responde ante el Ministerio de Seguridad bajo la órbita de la Secretaría de Asuntos Penitenciarios, goza de autarquía financiera y maneja los fondos provenientes de la comercialización de sus productos. Dentro de sus atribuciones se destacan la reorganización de los talleres industriales existentes, la planificación y comercialización de la producción según criterios de operatividad y organizar el aprendizaje de oficios que permitan formar obreros especializados.
Las variadas industrias carcelarias generan ingresos con la fabricación de todo tipo productos: faroles, muebles, parrillas, bloques y vestido. (Foto: Felipe Escoto)

“El objetivo no es mejorar los encierros sino la vida de aquel que ha tenido que ser encerrado por el sistema penal. Además se intenta, por todos los mecanismos sociales adecuados, crear hábitos de trabajo y enseñar oficios para que los internos, al salir en libertad, tengan la posibilidad de una nueva vida, además de comercializar su producción con criterio empresarial”, remarcan desde Iapip.
En la actualidad funcionan 34 talleres distribuidos en seis penales de la provincia, de los cuales 19 se ubican en la Unidad Nº 1 Coronda, dando trabajo unas 300 personas, es decir el 30% de los internos allí alojados. Talleres de albañilería, carpintería –mobiliario escolar, de oficina, mesas y camas–, bloquera, criadero de pollos y lechones, herrería –parrillas, juegos para asador, faroles, caballetes, canastos para residuos y puertas–, mantenimiento eléctrico, huerta, sastrería, panadería, movilidad, escobería, servicio de catering, fabricación de cajones de verduras, salón cultural, fotografía y radio conforman las opciones para emplear a los reclusos. En la Unidad Nº 2 de Las Flores hay talleres de carpintería, herrería, talabartería, mimbrería y cañas. En la Unidad Nº 3 de Rosario se desarrollan los de cañas y carpintería. En las unidades Nº 4 y Nº 5 de mujeres (Santa Fe y Rosario) funciona un taller de sastrería donde se confeccionan banderas y uniformes para organismos gubernamentales. En la Unidad Nº 11 de Piñeiro están ubicados los talleres de sastrería, bolsas y panadería y el mes pasado se abrió una fábrica de colchones que confecciona 100 unidades diarias y emplea a 40 reclusos. Los internos trabajan en jornadas de cuatro horas diarias y el dinero que reciben a cambio se deposita en una cuenta corriente.

Nueva etapa
El joven contador Matías Fernández asumió la dirección del ente en junio de 2012, al mismo tiempo que Raúl Lamberto se hacía cargo de la cartera de Seguridad de la provincia. “La principal falencia con la que nos encontramos al comienzo era que no había trabajo. Si bien ésta es una industria donde se capacita a los internos y se busca que tengan un oficio, los talleres estaban desiertos y arrancamos con un trabajo bastante arduo”, contó a Pausa.
“Al iniciar la gestión nos dimos cuenta que el taller tradicional de mosaicos era imposible de recuperar por el alto costo que implicaba renovar la maquinaria, entonces iniciamos una fábrica de ladrillos ecológicos, losetas, juegos de jardín, alambrados perimetrales y postes olímpicos. Además, en enero de este año, empezamos a cogestionar el local de la panadería Furman y sumamos gente a trabajar allí”, enumeró el funcionario. Acerca del salón cultural en Coronda, comentó que se llevan adelante ciclos de cine-debate, talleres de teatro, torneos de ajedrez y truco. “De todos modos apuntamos a que sea un lugar de capacitación en oficios. A esta idea la replicamos en la cárcel de mujeres de Santa Fe y está teniendo muchísimo éxito: es un salón moderno y no parece de una cárcel. Entonces, cuando hay alguna actividad allí, todas las internas quieren ir porque se olvidan por un rato que están presas”, acotó Matías Fernández.
En 2013, por primera vez en la historia de Iapip, también se dictaron cinco capacitaciones en oficios en la cárcel de Coronda que cuentan con certificación del Ministerio de Educación: dos cortas –albañilería y fotografía– y tres largas –panadería, carpintería y sastrería– que culminan el 20 de diciembre. “Van a egresar unas 30 personas. Los cursos tienen un nivel de exigencia bastante alto porque la idea es que el oficio sea bien aprendido”, destacó Fernández.
“Tenemos que invertir continuamente dentro de las cárceles, no sólo en talleres productivos sino en otros ámbitos porque tenemos las herramientas para hacerlo: hoy contamos con 34 talleres y el ministro nos pide 50, aunque es muy difícil llegar a esa cifra porque Iapip se autosustenta con las ventas ya que el presupuesto asignado sólo se puede utilizar para adquirir bienes de uso. La idea es seguir creciendo, ampliando los cupos laborales en Piñero y en Las Flores. Es un objetivo primordial, ya que las cárceles nuevas no están preparadas para los talleres. Además queremos que haya un maestro aproximadamente cada diez internos”, añadió.
—Al aprender un oficio, ¿cambia el entorno de quien está privado de la libertad?
—Por ejemplo, en los casos de delitos sexuales, esos internos son los mejores trabajando y los más responsables porque no tienen problemas de conducta, su problema es otro. Y está claro que quienes no son adictos a las drogas son más fáciles de recuperar. No tomamos el número de internos como un éxito. Hoy los cupos laborales son reales para cada taller y cada interno aprende bien el oficio. En la cárcel el peor problema es el tiempo libre que tienen y es importante que lo ocupen en una actividad productiva, recreativa o educativa. Se dice que la cárcel es la facultad del delito y nosotros tratamos de revertir esa situación enseñando oficios que sean posibles de sostener en el tiempo y en la vida en libertad. Muchos estudian carreras universitarias, pero cuando están encerrados 20 años es poco probable que cuando salgan puedan ejercer como abogados o contadores, por ejemplo. Distinto es el caso de oficios como panadero, carpintero o albañil.
Y afirmó que “personalmente estoy muy contento con este trabajo. Antes de asumir la dirección yo trabajaba en la administración del Servicio Penitenciario, no vengo de ningún partido político. En Coronda, Iapip es muy reconocido en la sociedad y se nota que están contentos con la gestión. No quiero dar estadísticas porque los frutos del trabajo que estamos haciendo de reinserción social a través de un oficio se van a ver en un futuro. Si les damos herramientas todo es más fácil, y si no hacemos nada la inseguridad va a aumentar. Nosotros estamos haciendo seguridad desde otro lado, desde la reinserción, tratando que muchas de estas personas no vuelvan a delinquir. Y si la gran mayoría delinque nuevamente es porque no tiene posibilidades, se trata de una causa relacionada a la pobreza”.

Un espacio competitivo
A mediados de 2013, el gobierno provincial invirtió 145.000 pesos en remodelar el salón de venta ubicado en Uruguay 2631 de nuestra ciudad, donde se exhiben los productos elaborados por los internos de toda la provincia. Las obras incluyeron la renovación completa de iluminación, cartelería, techo, piso, pintura del salón, decoración y refuncionalización del patio. En Coronda y Rosario funcionan locales similares que cumplen una doble función: por un lado comercializar todo lo que se produce dentro de los talleres de Iapip, y por otro brindar un servicio a la comunidad a partir del bajo costo de los productos en comparación con el mercado.
—¿A partir de la reinauguración del local en Santa Fe aumentaron las ventas?
—El sector público es quien mayormente consume nuestros productos porque tenemos mejores precios y se pueden hacer compras directas. No obstante, el caudal de ventas aumentó con la reinauguración, porque antes era como entrar a una oficina pública, que son lugares que dan ganas de pocas cosas: suelen ser sitios viejos donde están todos los muebles amontonados, y así es imposible competir con el mercado. Por eso la decoración del local está acorde a los tiempos que corren y la gente puede ver que los muebles que compra en Iapip son tan prácticos y funcionales como los de cualquier negocio privado.

La historia
En 1947, a partir de la ley 3.138, se creó la Secretaría de Industrias, Orientación Profesional y Aprendizaje. De allí pasaron a depender los talleres de los establecimientos penitenciarios de la provincia de Santa Fe, que estaban bajo la órbita del Ministerio de Gobierno y Justicia Pública.
En 21 de Julio de 1948 se concretó la creación de la Dirección General de Institutos Penitenciarios de la provincia, que coordinó la operatividad de los talleres con esa secretaría. Dos años después se creaba la Comisión Administrativa de Industrias Carcelarias, que tuvo asiento en el Correccional de Coronda y dependía de la Dirección General de Institutos Penales de la Provincia. No contaba con autarquía financiera y su jurisdicción se limitaba a los penales masculinos; las mujeres, alojadas en la Unidad Nº 3 de Rosario, dependían de las Hermanas Superioras.
En 1977, a través de la ley 8.089, se crea la Comisión Administrativa de Industrias Penitenciarias, organismo autárquico dependiente del Ministerio de Gobierno, con asiento en la Unidad Nº 1 de Coronda, cuya prioridad se centraba en la producción a fin de comercializarla a organismos del Estado. Adquirió autonomía financiera y fijó el destino de los beneficios al mantenimiento y equipamiento de los diversos talleres. Nueve años después, ya en democracia, se promulgó la ley 9.907 y nació el Instituto Autárquico Provincial de Industrias Penitenciarias.

Publicada en Pausa #126, miércoles 20 de noviembre de 2013

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