Mediante talleres y convenios con otros organismos, el
Instituto Autárquico Provincial de Industrias Penitenciarias enseña oficios
empleando a 500 internos de cárceles santafesinas.
Por Marcela Perticarari
Con la misión de “brindar a las personas privadas de su
libertad un oficio a través de diversos talleres y colaborando a su
reinserción”, el Instituto Autárquico Provincial de Industrias Penitenciarias
(Iapip) se creó el 25 de agosto de 1986 –luego de cuatro décadas de trabajo– a
través de la ley 9.907, que asigna bajo su dirección los lugares que empleen
mano de obra alojada en las distintas unidades penitenciarias de Santa Fe. El
organismo, que responde ante el Ministerio de Seguridad bajo la órbita de la Secretaría de Asuntos
Penitenciarios, goza de autarquía financiera y maneja los fondos provenientes
de la comercialización de sus productos. Dentro de sus atribuciones se destacan
la reorganización de los talleres industriales existentes, la planificación y
comercialización de la producción según criterios de operatividad y organizar
el aprendizaje de oficios que permitan formar obreros especializados.
Las variadas industrias carcelarias generan ingresos con la
fabricación de todo tipo productos: faroles, muebles, parrillas, bloques y
vestido. (Foto: Felipe Escoto)
“El objetivo no es mejorar los encierros sino la vida de
aquel que ha tenido que ser encerrado por el sistema penal. Además se intenta,
por todos los mecanismos sociales adecuados, crear hábitos de trabajo y enseñar
oficios para que los internos, al salir en libertad, tengan la posibilidad de
una nueva vida, además de comercializar su producción con criterio
empresarial”, remarcan desde Iapip.
En la actualidad funcionan 34 talleres distribuidos en seis
penales de la provincia, de los cuales 19 se ubican en la Unidad N º 1 Coronda,
dando trabajo unas 300 personas, es decir el 30% de los internos allí alojados.
Talleres de albañilería, carpintería –mobiliario escolar, de oficina, mesas y
camas–, bloquera, criadero de pollos y lechones, herrería –parrillas, juegos
para asador, faroles, caballetes, canastos para residuos y puertas–, mantenimiento
eléctrico, huerta, sastrería, panadería, movilidad, escobería, servicio de
catering, fabricación de cajones de verduras, salón cultural, fotografía y
radio conforman las opciones para emplear a los reclusos. En la Unidad N º 2 de Las Flores
hay talleres de carpintería, herrería, talabartería, mimbrería y cañas. En la Unidad N º 3 de Rosario se
desarrollan los de cañas y carpintería. En las unidades Nº 4 y Nº 5 de mujeres
(Santa Fe y Rosario) funciona un taller de sastrería donde se confeccionan banderas
y uniformes para organismos gubernamentales. En la Unidad N º 11 de Piñeiro
están ubicados los talleres de sastrería, bolsas y panadería y el mes pasado se
abrió una fábrica de colchones que confecciona 100 unidades diarias y emplea a
40 reclusos. Los internos trabajan en jornadas de cuatro horas diarias y el
dinero que reciben a cambio se deposita en una cuenta corriente.
Nueva etapa
El joven contador Matías Fernández asumió la dirección del
ente en junio de 2012, al mismo tiempo que Raúl Lamberto se hacía cargo de la
cartera de Seguridad de la provincia. “La principal falencia con la que nos
encontramos al comienzo era que no había trabajo. Si bien ésta es una industria
donde se capacita a los internos y se busca que tengan un oficio, los talleres
estaban desiertos y arrancamos con un trabajo bastante arduo”, contó a Pausa.
“Al iniciar la gestión nos dimos cuenta que el taller
tradicional de mosaicos era imposible de recuperar por el alto costo que
implicaba renovar la maquinaria, entonces iniciamos una fábrica de ladrillos
ecológicos, losetas, juegos de jardín, alambrados perimetrales y postes
olímpicos. Además, en enero de este año, empezamos a cogestionar el local de la
panadería Furman y sumamos gente a trabajar allí”, enumeró el funcionario. Acerca
del salón cultural en Coronda, comentó que se llevan adelante ciclos de
cine-debate, talleres de teatro, torneos de ajedrez y truco. “De todos modos
apuntamos a que sea un lugar de capacitación en oficios. A esta idea la
replicamos en la cárcel de mujeres de Santa Fe y está teniendo muchísimo éxito:
es un salón moderno y no parece de una cárcel. Entonces, cuando hay alguna
actividad allí, todas las internas quieren ir porque se olvidan por un rato que
están presas”, acotó Matías Fernández.
En 2013, por primera vez en la historia de Iapip, también se
dictaron cinco capacitaciones en oficios en la cárcel de Coronda que cuentan
con certificación del Ministerio de Educación: dos cortas –albañilería y
fotografía– y tres largas –panadería, carpintería y sastrería– que culminan el
20 de diciembre. “Van a egresar unas 30 personas. Los cursos tienen un nivel de
exigencia bastante alto porque la idea es que el oficio sea bien aprendido”,
destacó Fernández.
“Tenemos que invertir continuamente dentro de las cárceles,
no sólo en talleres productivos sino en otros ámbitos porque tenemos las
herramientas para hacerlo: hoy contamos con 34 talleres y el ministro nos pide
50, aunque es muy difícil llegar a esa cifra porque Iapip se autosustenta con
las ventas ya que el presupuesto asignado sólo se puede utilizar para adquirir
bienes de uso. La idea es seguir creciendo, ampliando los cupos laborales en
Piñero y en Las Flores. Es un objetivo primordial, ya que las cárceles nuevas
no están preparadas para los talleres. Además queremos que haya un maestro
aproximadamente cada diez internos”, añadió.
—Al aprender un oficio, ¿cambia el entorno de quien está
privado de la libertad?
—Por ejemplo, en los casos de delitos sexuales, esos
internos son los mejores trabajando y los más responsables porque no tienen
problemas de conducta, su problema es otro. Y está claro que quienes no son
adictos a las drogas son más fáciles de recuperar. No tomamos el número de
internos como un éxito. Hoy los cupos laborales son reales para cada taller y
cada interno aprende bien el oficio. En la cárcel el peor problema es el tiempo
libre que tienen y es importante que lo ocupen en una actividad productiva,
recreativa o educativa. Se dice que la cárcel es la facultad del delito y
nosotros tratamos de revertir esa situación enseñando oficios que sean posibles
de sostener en el tiempo y en la vida en libertad. Muchos estudian carreras
universitarias, pero cuando están encerrados 20 años es poco probable que
cuando salgan puedan ejercer como abogados o contadores, por ejemplo. Distinto
es el caso de oficios como panadero, carpintero o albañil.
Y afirmó que “personalmente estoy muy contento con este
trabajo. Antes de asumir la dirección yo trabajaba en la administración del
Servicio Penitenciario, no vengo de ningún partido político. En Coronda, Iapip
es muy reconocido en la sociedad y se nota que están contentos con la gestión.
No quiero dar estadísticas porque los frutos del trabajo que estamos haciendo
de reinserción social a través de un oficio se van a ver en un futuro. Si les
damos herramientas todo es más fácil, y si no hacemos nada la inseguridad va a
aumentar. Nosotros estamos haciendo seguridad desde otro lado, desde la
reinserción, tratando que muchas de estas personas no vuelvan a delinquir. Y si
la gran mayoría delinque nuevamente es porque no tiene posibilidades, se trata
de una causa relacionada a la pobreza”.
Un espacio competitivo
A mediados de 2013, el gobierno provincial invirtió 145.000
pesos en remodelar el salón de venta ubicado en Uruguay 2631 de nuestra ciudad,
donde se exhiben los productos elaborados por los internos de toda la
provincia. Las obras incluyeron la renovación completa de iluminación,
cartelería, techo, piso, pintura del salón, decoración y refuncionalización del
patio. En Coronda y Rosario funcionan locales similares que cumplen una doble
función: por un lado comercializar todo lo que se produce dentro de los
talleres de Iapip, y por otro brindar un servicio a la comunidad a partir del
bajo costo de los productos en comparación con el mercado.
—¿A partir de la reinauguración del local en Santa Fe
aumentaron las ventas?
—El sector público es quien mayormente consume nuestros
productos porque tenemos mejores precios y se pueden hacer compras directas. No
obstante, el caudal de ventas aumentó con la reinauguración, porque antes era
como entrar a una oficina pública, que son lugares que dan ganas de pocas
cosas: suelen ser sitios viejos donde están todos los muebles amontonados, y
así es imposible competir con el mercado. Por eso la decoración del local está
acorde a los tiempos que corren y la gente puede ver que los muebles que compra
en Iapip son tan prácticos y funcionales como los de cualquier negocio privado.
La historia
En 1947, a partir de la ley 3.138, se creó la Secretaría de
Industrias, Orientación Profesional y Aprendizaje. De allí pasaron a depender
los talleres de los establecimientos penitenciarios de la provincia de Santa
Fe, que estaban bajo la órbita del Ministerio de Gobierno y Justicia Pública.
En 21 de Julio de 1948 se concretó la creación de la Dirección General
de Institutos Penitenciarios de la provincia, que coordinó la operatividad de
los talleres con esa secretaría. Dos años después se creaba la Comisión Administrativa
de Industrias Carcelarias, que tuvo asiento en el Correccional de Coronda y
dependía de la
Dirección General de Institutos Penales de la Provincia. No
contaba con autarquía financiera y su jurisdicción se limitaba a los penales
masculinos; las mujeres, alojadas en la Unidad N º 3 de Rosario, dependían de las Hermanas
Superioras.
En 1977, a través de la ley 8.089, se crea la Comisión Administrativa
de Industrias Penitenciarias, organismo autárquico dependiente del Ministerio
de Gobierno, con asiento en la
Unidad N º 1 de Coronda, cuya prioridad se centraba en la
producción a fin de comercializarla a organismos del Estado. Adquirió autonomía
financiera y fijó el destino de los beneficios al mantenimiento y equipamiento
de los diversos talleres. Nueve años después, ya en democracia, se promulgó la
ley 9.907 y nació el Instituto Autárquico Provincial de Industrias
Penitenciarias.
Publicada en Pausa #126, miércoles 20 de noviembre de 2013
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