miércoles, 6 de noviembre de 2013

Celebrar la reunión

La Casa de Los Ayala lanza el Festival con Amigos.

Por Marcelo Przylucki

Las veredas del barrio Mariano Comas están un poco apagadas por la sombra de sus árboles, más con la nubosidad tormentosa del jueves. Pablo Ayala y Martín Pautasso, músicos y gestores culturales, están acomodados en su garaje repleto de estuches de guitarra, bafles, consolas, mateando. Hace casi 20 años que forman parte de las tropas de la militancia cultural en la ciudad, hace cinco que hacen fuerza  desde La Casa de los Ayala (José, hermano de Pablo, también es parte del proyecto).
María Itatí Barrionuevo, una de las atracciones centrales del encuentro.

El iniciarse en la formación musical no es un trance poco complejo: la obligación paterna, las primeras digitaciones frustradas a causa del entumecimiento manual, la exigencia de academias que buscan sacar intérpretes prodigiosos antes que músicos apasionados pintan un panorama un tanto hostil a quienes recién empiezan a caminar por ese sendero. Contra esa marea bracean los Ayala, en su maratón por “hacer que uno quiera, abrace a la música”, sueña Martín, y sigue: “Lo último que queremos ver acá son caras de chicos que están sufriendo con su instrumento, preocupados por si lo están haciendo bien o mal. Acá preferimos que sientan lo que están haciendo, después se irá mejorando. La lógica de estudiar de un manual, una hoja hoy y otra mañana, nos parece que no corresponde”. Así, al finalizar una clase, un estudiante puede volver a casa con un pendrive en el que tiene una maqueta, una primera base, algunas ideas que ha compuesto y comenzado a hacer canción, para que “se estudie lo que a uno le interese, lo que a uno le gusta, lo que a uno lo moviliza”.

Escenarios en formación
Se han sucedido en tiempos recientes ciertos fenómenos y algunas normativas que han colaborado, de alguna u otra manera, a destrabar los cerrojos para que los artistas emergentes accedan a las tablas más dinámicamente. La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, por ejemplo, es celebrada por Pablo y Martín, atendiendo a que los artistas (sí, de manera progresiva y armados de paciencia) puedan revertir ese fenómeno de medios de comunicación con ausencia de producciones locales.
Desde diciembre de 2004, como eco de la tragedia de Cromañón, se han tornado más rigurosos los controles y se han revisado pormenores referidos a los requerimientos indispensables para asegurar tanto la seguridad de los públicos como la de los músicos (aunque es importante acentuar que también se han desconocido –quizás a causa del temor– las posibilidades de algunos lugares, dando lugar a que salas para 100 personas debían cumplir las mismas regulaciones que una para 5 mil).
Bruno Arias cierra la segunda fecha del festival.

Por último, es importante también el abanico abierto por la ordenanza de nuevos espacios culturales llamados Clubes de música, que data de abril de 2012. Estos lugares no sólo no pueden cobrar ningún tipo de arancel a los artistas, sino que, para alcanzar la categoría en cuestión, son obligados a asegurar  un mínimo de espectáculos mensuales entre jueves y domingos, lo que significa una posibilidad latente de girar por distintos escenarios a través de gestiones ágiles. Estas victorias son producto de años de lucha, envío de cartas y cientos de fastidios, que hoy festejan todos los artistas y militantes culturales organizados, en vistas a que resultaba necesaria la regulación y el reconocimiento de sus derechos laborales, que aún no se encontraban asegurados.

Festejar los socios
Aunque hace ya más de un lustro que la Casa de los Ayala es sinónimo de de clases, ensayos y actividades, desde este año se redobló el esfuerzo para su constitución como asociación civil. En escasos meses se consiguió conformar una masa de casi 70 socios. Seguramente, uno de los objetivos manifiestos en su estatuto ha tenido mucho que ver con la rápida legitimidad que los viene abrazando: “promover, difundir, financiar, incentivar y generar espacios que posibiliten la concreción de actividades artísticas y culturales en sus diferentes expresiones”. Es por ello que, aprovechando el envión de ánimos, desde el estudio de calle Saavedra se está organizando la primera edición del Festival Noviembre con Amigos, que se desdoblará los días 9 y 10 en el Molino Marconetti.
Infusión Kamachui le pondrá rock al festival.

Allí se condensarán distintos lenguajes artísticos (música, danzas, muestras y ferias de artesanos), de modo que se apuesta a un encuentro de intercambios heterogéneos “en un marco de camaradería”, en el que se estimulará la sensibilidad del público desde varios lugares.
Asimismo, se apuesta por la conformación de una grilla liberada de discriminaciones de género, por lo que se entramarán el folclore, el rock, el hip hop, el tango e inclusive música especial para niños, en procura de que quien asista tenga al alcance de los oídos una propuesta que quizás por móvil propio no alcanzaría a conocer ni de lejos.

Sábado 9 a las 20.00
María Itatí Barrionuevo
Delfino Flow
Dúo Bernal-Peralta
Creyentes del Pronóstico
Pa’ la gozadera

Domingo 10 a las 20.00
Bruno Arias
Infusión Kamachui
Luciana Tourné
El Fuego de la Semilla
La Gordini

Exposición de la Asociación Santafesina de Artistas Plásticos en las instalaciones del Molino Marconetti.

Entradas: el abono por los dos días cuesta 75 pesos. Anticipadas: Casa de Los Ayala (Saavedra 3755) y El Arca del Sur (Irigoyen Freyre 2935).
En Santo Tomé: Vecinal 7 de Marzo (Derqui 1895).

Publicada en Pausa #125, miércoles 6 de noviembre de 2013

Disponible en estos kioscos

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