miércoles, 14 de noviembre de 2012

Las técnicas se pusieron de pie

Dos semanas de escuelas tomadas por sus estudiantes y comunidades educativas movilizadas frenaron la implementación de la reforma, con la cual estaban en desacuerdo.

Por Milagros Argenti

Los estudiantes de la Manuel Belgrano tomaron su escuela  el 18 de octubre, para protestar contra la reforma curricular implementada por la Provincia en los establecimientos técnicos de nivel medio. Al día siguiente se sumaría la Nicolás Avellaneda y 72 horas después la Manuel Pizarro. También hicieron lo propio la 456 de Gálvez y la 458 de Laguna Paiva. El conflicto destripó aquella instalada concepción de que “los chicos no quieren estudiar”. Pero además evidenció una discutible aplicación local de normas nacionales y desnudó carencias en los métodos de diálogo de la autoridad educativa santafesina.
El eje de la cuestión fue la supresión de talleres en primero y segundo año. Seis espacios bien diferenciados se reducían a tres, mientras se sumaban horas cátedra a Música y Dibujo. Esa reestructuración inquietó a la comunidad de las técnicas, incluso a padres y docentes que, en sorprendente número, apoyaron las tomas.
Otra preocupación era que las “escuelas de educación técnica” pasaban a ser “escuelas secundarias con modalidad técnica”. La palabra “secundaria” por delante de “técnica” ofuscó los ánimos, porque hizo que los alumnos se sintieran igualados a un bachiller. “Yo estoy acá de 7:30 a 12 y de 14 a 17, ¡a esta altura ya me hice dos secundarias comunes!”, se quejaba Kevin Combín, alumno de 5º de la Avellaneda.
El tercer reclamo no demostró mayor sustento. El Colegio Profesional de Maestros Mayores de Obras y Técnicos de Santa Fe sembró temor al deslizar que los egresados no tendrían la preparación académica correspondiente, por lo cual se evaluaría la matriculación de los egresados como técnicos o en otra categoría (auxiliares, por ejemplo). En este contexto, dirigentes políticos y gremiales salieron a blandir la bandera de la desvalorización de los títulos, evidenciando más interés en rapiñar protagonismo que en defender la educación técnica. Esto dio letra al Ministerio para que, durante días, se negara al diálogo y ninguneara la protesta, que para la cartera educativa estaba “digitada”. Indudablemente, hubo presiones sectoriales. Pero los chicos, con sus 17 años promedio, las trascendieron y se centraron en lo importante.

Argumentos oficiales
El Ministerio fundamentó la reforma en la aplicación de normas nacionales: la Ley de Educación Técnico Profesional 26.058, la Ley Nacional de Educación 26.206 y los marcos de referencia aprobados por el Consejo Federal de Educación (CFE).
En lo respectivo a los títulos, la cartera santafesina fue consistente: “tienen validez nacional, por lo cual el Colegio no puede negarse a la matriculación de los alumnos porque no tiene las competencias para hacerlo”, explicó la directora provincial Legal y Técnica, Verónica Gañán. La normativa nacional avala reiteradamente sus palabras.
Distinta es la situación en torno a la nueva denominación de las escuelas. Las leyes hablan de la Educación Técnico Profesional como “una modalidad de la Educación Secundaria”, pero esto no aparece como una imposición. Así, el Ministerio local asumió la responsabilidad de nombrar a las escuelas como “secundarias con modalidad técnica”, sin que ello estuviera explícitamente prescripto.
Queda el tema de los talleres. Lo que para alumnos y docentes era una eliminación, para la cartera educativa era una “reorganización”. En declaraciones a El Litoral, la ministra Letizia Mengarelli ejemplificó: “el taller de Metalmecánica ahora incluye [otros tres] que antes eran independientes: Ajustes, Soldadura y Hojalatería”. “Un técnico no se forma con la suma de fragmentos de contenidos, sino con un taller integral”, justificó. Pero lo cierto es que, en ese camino, los chicos perdían espacios prácticos. Además, el diseño curricular provincial habilitaba incongruencias, como las que señaló Alejandro Cáceres, alumno de 6º de la Belgrano: “acá las terminalidades son Automotores e Informática, y se sacaron de primer año ambos talleres”. Esto es: ya no se incluían en 1º las materias Automotores a Informática en una institución que ofrece los títulos de Técnico en… Automotores e Informática.
Las normas nacionales ordenan la inclusión de contenidos de “formación general”; de allí la incorporación de Música y Dibujo Artístico en la grilla provincial. No obstante, esa incorporación no debía operar en desmedro de lo técnico: “al menos un tercio del total de las horas semanales [deben dedicarse] al desarrollo de prácticas de distinta índole”, dice la resolución 47/08 del CFE. Entonces, de las 45 horas mínimas impuestas en Santa Fe, 15 debían ser de taller. Lejos de ello, la Provincia las redujo a 10. 
Por otra parte, desde el Ministerio se hizo constante mención a la calidad educativa. El profesor Fabián Orzechowski, de la Pizarro, expuso dudas: “donde había seis talleres, ahora hay tres. Suponiendo un curso de 36 alumnos, antes tenías seis por espacio y ahora estás con 12… ¿Cómo hacés para trabajar con 12 pibes en la carpintería?”.
Otro argumento oficial fue el de la “movilidad estudiantil”. Según la Nación, el ciclo básico de dos años debe estar homologado para que un alumno pueda pasarse en 3º a cualquier escuela técnica sin rendir equivalencias. El asunto es que las diferencias son palpables. En la década del 90, instituciones como la Belgrano, la Avellaneda y la Pizarro fueron transferidas a la Provincia, pero conservaron las estructuras propias de la Nación. “Los tornos que tenemos acá los tiene Vialidad Nacional, o YPF…, cada uno de nuestros talleres ocupa un ambiente amplio, mientras que ciertas escuelas provinciales tienen todos los talleres en un mismo salón”, explicó Orzechowski. Con la reforma curricular, la sensación era que en vez de propender a la mejora de los establecimientos en desventaja, se estaba nivelando hacia abajo a las instituciones transferidas. “Están desinvirtiendo y bajando a escuelas como las nuestras a niveles mínimos… Es ilógico, hay que invertir para que suba el nivel, no para que baje”, dijo Leonardo Moncada, presidente del centro de estudiantes de la Avellaneda. No estaba tan errado. El Instituto Nacional de Educación Técnica invirtió en un laboratorio de Metrología para la Pizarro. Por la reducción de los talleres, el espacio nunca se abrió y el equipamiento quedó oxidándose en un placard. Lo mismo sucedió con un cilindro de fundición para la Avellaneda.

Y llegó el diálogo
“¿Para qué queremos Música si no nos escuchan?”, rezaban los afiches estudiantiles. Durante 13 días, la comunidad educativa de las técnicas participó de innumerables reuniones sin respuestas, durmió, desayunó, almorzó y cenó en los establecimientos y organizó dos marchas al Ministerio, la segunda masiva y ruidosa, con redoblantes, bombas de estruendo y una bocina de barco. El 31 de octubre, los esfuerzos tuvieron sus frutos: la ministra Mengarelli presidió el encuentro del que resultó un acuerdo casi impensado. A partir de 2013 se restaurarán los seis talleres previos a la reforma y las escuelas volverán a ser “de educación técnica”.

Es la economía, estúpido
Nada evidencia mejor el real interés de una norma como el destino que prescribe para el financiamiento.
En su artículo 53 la Ley 26.058 establece que “los recursos se aplicarán a equipamiento, mantenimiento de equipos, insumos de operación, desarrollo de proyectos institucionales y condiciones edilicias”. Básicamente, la normativa que regula la Educación Técnico Profesional ordena que el dinero se invierta en los talleres. Que así sea.

Publicada en Pausa #105, miércoles 7 de noviembre de 2012

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