miércoles, 28 de septiembre de 2011

“Sola con las palabras soy feliz”


La periodista y escritora Silvia Hopenhayn vino a presentar su novela Elecciones primarias a la Feria del Libro. Pausa estuvo allí.

Por Juan Almará y Gonzalo Andrés

Elecciones primarias. Y no estamos hablando del 14 de agosto con todo su antes y su después. Nos referimos a otras decisiones claves, tanto o más importantes. Esas que se toman en las etapas iniciales de la vida y que posiblemente nos marquen para todo lo que viene después. Elecciones primarias también es el nombre de la novela que la escritora Silvia Hopenhayn presentó en la Feria del Libro, el pasado sábado 17 de septiembre.

Aprovechando la oportunidad, hablamos sobre su novela y su trayectoria como periodista literaria.

LA INVITACIÓN

—¿Qué opinión le merece la Feria del Libro y cómo se sintió en la charla?

—Viniendo a la feria de Santa Fe me siento muy orgullosa de ser argentina. Es un poco lo que hace falta. Este concepto se ha perdido en Buenos Aires. La de allá es una gran feria comercial donde la gente hace cola para entrar y comprar, quizás, el único libro que adquieren en el año. En cambio acá, hay una motivación lúdica para los chicos, que es el lugar en donde nace la lectura. Y además, me gusta mucho este juego de los itinerarios, donde hay preguntas en cada estación. Eso genera una participación de la palabra, no del billete y del consumo. Eso es lo que más me conmueve: la idea de la literatura puesta en marcha. Y el espacio que es bellísimo.

ELECCIONES PRIMARIAS

—Usted vino a presentar su nuevo libro, ¿nos podría contar su argumento?

—Me invitó la librería Ferrovía. La novela tiene mucho que ver con esta Feria, porque cuenta la infancia, pero no desde el dolor o la ingenuidad. Es una infancia de las primeras elecciones, justamente por eso se llama Elecciones primarias. Pero no las primeras determinaciones conscientes, porque justamente los personajes son niñas chiquitas, del colegio primario. Uno no sabe qué está eligiendo, pero sin embargo se lo pasa haciéndolo. Lo primero que uno elige es la palabra que va a decir. Es esa palabra que se te mueve como un buche de saliva en la boca. La protagonista, en un momento dado, se encuentra con los borceguíes de un militar. Y sin saber que es la dictadura militar –la novela transcurre durante el período histórico 1974-1979–, se le empieza a generar un buche de saliva en la boca. No sabe qué hacer con eso, y finalmente se convierte en la primera mala palabra que pronuncia: hijo de puta. Esas son las primeras elecciones que uno hace sin darse cuenta.

—Su novela tiene una particularidad: está escrita sin comas. ¿Por qué eligió narrarla de ese modo?

—En la presentación que hicimos recién, una persona del público pidió la palabra y dijo que había leído con mucho interés la novela, pero que no se había dado cuenta de que no tenía comas. Eso me llamó mucho la atención. La escribí de esa forma no por una cuestión de ejercicio literario sino porque me salió como una respiración de la infancia. Como un momento en la niñez en el que no hay que ponerle comas a nada: no hay reglas y se vive sin parar.

—Narrar desde la infancia supone visitar un pasado, un poco de recuerdos propios y otros tantos construidos. ¿Cómo se lleva adelante esta labor y cómo se conjugan esas visiones?

—Es cierto que muchas novelas de la infancia tienen que ver con muchos autores que recuerdan esa etapa de la vida y la novelizan. En mi caso fue algo paradójicamente inverso. Hace unos años me encontré con compañeras del colegio estatal al que iba durante la dictadura. Y de todo lo que ellas disfrutaban o sufrían recordando, yo no podía participar porque me lo había olvidado. Es más bien una novela que surge del olvido. Y esa la razón por la cual pude hacer ficción con eso. Si me hubiera acordado que había nenas con los padres desaparecidos, ratas en el salón de música u otras cuestiones, hubiera podido escribir un diario. Pero no me interesa la escritura autorreferencial.

MEDIOS Y LITERATURA

—Usted es conocida por su trabajo de divulgación y crítica literaria en distintos medios. ¿Cuál es su motivación para dedicarse a esa tarea?

—Mi lugar como periodista literaria tiene que ver con un desafío: hacer que la palabra se vea. No sólo que se escuche o lea. Y eso es muy gracioso. Muchos me preguntaban: “¿pero cómo vas a hacer ahora, con el auge de la imagen y de la tele?” Y yo respondía: “a la gente le sigue doliendo y poniendo feliz que le digan algo”. Te duele que te digan una palabra jodida y te hace bien que te amen con palabras. La palabra no está en crisis. Es todo lo contrario: somos seres de lenguaje. Lo que está en crisis es la imagen (risas). El desafío era hacer que los escritores, que para mí son los que tienen el don de la palabra o por lo menos son sensibles a esa música, puedan brindar en TV ese pequeño secreto personal que tienen con respecto a esa voz que encontraron.

—¿Es posible conjugar esos mundos, que a veces pueden llegar a parecer tan alejados, como el de la literatura y el de la televisión?

—Es absolutamente posible si hay alguien que te financie. No hace falta tanto dinero. Este año hice uno de los programas que más me gustó: se llama Policiales de colección, y trabajé con una productora pequeña pero muy involucrada y comprometida con los libros. Supieron darle imagen a la novela La máscara de Ripley de Patricia Highsmith, buscando en el libro pequeños detalles y haciendo “macros” de los mismos. Una combinación: parecía el videoclip de una novela.

—Usted hizo un programa de TV en Canal á, “El Fantasma”, en el cual juntaba al escritor con un lector. ¿Cómo se le ocurrió esa idea y cuáles fueron los resultados de esa experiencia?

—El Fantasma es el programa de TV que más me hizo feliz porque fue el que más sorpresas me dio y espero que lo siga haciendo. En este momento no tengo aire porque fui a ofrecerlo a Canal 7 y lamentablemente no te escuchan porque están en la rosca política. Es un programa donde quería que los fantasmas, o sea los lectores, vinieran de todo el país a encontrarse con los escritores. La idea es que el fantasma del escritor es su lector. Se busca propiciar una felicidad incómoda. Los dos están incomodos pero felices: el escritor porque no cree que va a encontrarse con su lector a hablar a solas. Y el lector tampoco cree que vaya a encontrarse con el autor a solas. Están los dos expectantes. Yo funciono tratando de bajar la dificultad de esa incomodidad. Pero lo que más me gusta es ser testigo de la felicidad.

—Además se encuentra con situaciones en las cuales los lectores tienen una interpretación de la obra distinta a la del autor.

—Eso es maravilloso. Me acuerdo cuando vino Federico Andahazi y le tocó una chica que estaba absolutamente excitada con su literatura. Y le preguntaba: “¿Vos te excitas cuando escribís? Porque a mí me pasa”. Y Andahazi se puso colorado, fue una situación interesante. Es otro diálogo: no es ni periodismo ni crítica, es amor.

—Entre el periodismo gráfico, radial y televisivo, ¿en cuál se siente más cómoda y por qué?

—Me siento cómoda en la plaza jugando con mi hija o arriba de un árbol, como en la tapa del libro. Mientras no esté en un lugar demasiado institucionalizado, que no sea una empresa, estoy bien. En un estudio de televisión me puedo sentir cómoda si no hay demasiada pauta y uno le puede sacar la lengua a la cámara. Y por supuesto en soledad, con las palabras, soy feliz.

2 comentarios:

Luis dijo...

Si no aceptaron tu programa en canal 7 no creo que haya sido porque estàn en la rosca polìtica, como decìs, vos, sino porque evidentemente lo que hacès no es tan interesante como vos te pensàs.
Y eso queda claro cuando la anècdota que destacàs en tantos años de programa es que una lectora cachonda "logrò" ponerlo colorado al chanta ladri de andahazi.
Dejame de joder nena, bajà un poquito los humos y tenè algo de autocrìtica; te crees mucho màs interesante e inteligente de lo que sos.

Hernan dijo...

Coincido con lo que señala Luis, me parece muy soberbio criticar a canal 7 porque no aceptan tu programa. Por qué estás tan segura que lo tuyo es algo que le aporte tanto a la sociedad como para que todos te tengamos que pagar tu sueldo???
Te recuerdo que Canal 7 es el canal estatal, que pagamos todos.
Ahora que veo, caigo en la cuenta, además, que esas críticas las hiciste en santa fe, tierra del gringo binner, que, como todo buen progresista, debe ser fan de tu programa, no?
quizás la asociación que hice no tiene nada que ver, pero sostengo lo principal: demostrás ser muy soberbia al criticar al canal publico por no contratarte.