martes, 27 de septiembre de 2011

Mejillones y Bunga Bunga

Por Juan Pascual


El primer euro se emitió el 1º de enero de 1999. El 1º de enero de 2002, cuando las diferentes naciones de la zona euro dieron de baja sus propias monedas, entraron en un estricto régimen parecido, en sus efectos, a nuestra convertibilidad de los 90: crisis financiera, inflación encubierta, desocupación, quiebra de bancos, pérdida de soberanía monetaria, crecimiento de las deudas externas. Grecia y Alemania comparten la misma moneda, pero no la misma vida industrial. La Miami europea, España, está lejos de la potencia hasta militar de Francia. Los 17 países de la eurozona tienen diferencias que sólo el encuentro de la política pública puede desenrollar. No un automatismo monetario, silencioso y sórdido en sus entresijos.

En una ridiculización atroz, el mundo de los corredores de bonos le puso el mote de “cerdos” a los principales países afectados por el estallido de la última burbuja financiera en 2009. Son los PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España). Pero la gracia quizá se amargue un poco. Es que a los “cerdos” se le está sumando la tercera economía de la región: la Italia de Silvio Berlusconi.

Magnate de los medios y del calcio, el primer ministro Berlusconi es más conocido por sus escándalos de prostituyente de menores, por las escuchas telefónicas en las que afirma que su deseo es salir “de este país de mierda” o que la canciller alemana Ángela Merkel tiene “un culo mantecoso incogible” o por sus fiestitas a las que llamaba “Bunga Bunga”. Hace gracias en los estrados. Es impecable en su vestir. Se lo llama Il Cavaliere por haber obtenido la Orden del Mérito al Trabajo. Su partido –del Pueblo de la Libertad– llegó al poder de la mano de la separatista y xenófoba Liga del Norte, que reniega hasta de la unificación italiana gestada por Garibaldi en el siglo XIX: consideran que el sur es, en verdad, una parte de la salvaje África. No indica poco sobre los italianos, y sus miedos, que esta sea la coalición gobernante: si bien durante los últimos 120 años fueron sucesivas, constantes y masivas las emigraciones, desde 2001 la tendencia se revirtió del todo y llegan, cada año, al menos 200.000 inmigrantes de diversos lugares del mundo. Así, en los primeros días de agosto el Senado aprobó un decreto de endurecimiento sobre la inmigración: ahora los extranjeros pueden ser retenidos un año y medio en los centros de expulsión –limbos del derecho internacional y humano–, mientras la diplomacia quedó obligada –por una enmienda que obtuvo la Liga del Norte en el decreto– a bregar para que las patrullas aéreas de la OTAN detengan el flujo de los refugiados libaneses, que huyen de una guerra civil auspiciada por la misma OTAN.

El producto bruto italiano entre 2001 y 2010 creció en promedio apenas un 0,25% anual. Sólo la demolida Haití y Zimbabwe tuvieron una performace tan menesterosa en igual período. En el sur pobre de la bota, las tasas de desocupación rondan el 10% en todas las provincias, tanto como el trabajo en negro supera el 18%. A lo largo de ese período, Italia fue conducida por Berlusconi, excepto entre 2006 y 2008, cuando gobernó la centroizquierda de Romano Prodi. La deuda externa es prácticamente impagable: representa el 120% del PBI y asciende 1,9 billones (millón de millón) de euros. Después de Grecia (142% de relación deuda/PBI), es el país europeo más comprometido en este aspecto. Los bonos de la deuda sufren, además, de la especulación de los cuervos financieros: nadie los compra y, así, su tasa de interés crece a niveles record (hace 14 años que no está tan alta). “El ataque de los mercados contra Italia es un asalto frontal contra la eurozona”, dijo el ministro de Economía alemán Philipp Roesler en Roma al gabinete italiano. Tras llegar al 6% anual de interés, el Banco Central Europeo (BCE) comenzó a comprar los bonos en función de bajar la tasa. Hoy se encuentra cerca del 5,7%, siendo más alta aún que la española. Acaso en una mezcla de desesperación y realismo, el ministro de Finanzas italiano Giulio Tremonti logró reunirse con la directiva de uno de los más grandes fondos de inversiones soberanos, en función de que se interesen por comprar los bonos para aplacar la especulación. Se trata de la Corporación de Inversiones China: un país que ya tiene buena parte de sus reservas en bonos de deuda norteamericana y que con este lazo abriría un frente sólido en el control financiero de Europa.


El contenido completo de la reunión fue secreto; sólo el Wall Street Journal y el Financial Times tuvieron acceso a fuentes anónimas. Difícil saber con precisión qué pretende la asiática primera potencia mundial a cambio de contener la corrida de los bonos italianos. Pero sí está clara la imposición de Merkel –que ya se hizo efectiva en Grecia, con resultados por demás desastrosos– y del BCE (en los hechos, una entidad subsidiaria de Alemania). El 8 de agosto comenzaron las compras, la tasa bajó tres décimas y Jean-Claude Trichet, el presidente del BCE, dejó en claro que continuarían siempre y cuando los italianos aprobaran un plan de ajuste. No fue el único: el 5 de septiembre el presidente del Banco de Italia, Mario Draghi, afirmó que sus compatriotas no deberían “dar por descontado” que el BCE continuaría comprando (excepto que hubiera ajuste). Por cierto, Draghi será el próximo presidente del BCE.

Italia entró en un proceso conocido. Basta recordar engendros como el megacanje o el blindaje: compra de bonos de deuda a cambio de ajuste; más endeudamiento, mayor recesión y el billete insuflado disuelto en la nada. El 14 de septiembre el Congreso italiano aprobó por 314 votos contra 300 un plan de Berlusconi que prevé recortes de 54 mil millones de euros, que se suman a otra serie de ajustes aprobados el 15 de julio, de 79 mil millones. Se estipula el aumento de un punto del IVA, recortes en asignaciones federales, un pequeño gravamen para sólo 34 mil ricos y un aumento en la edad jubilatoria de 60 a 65 años para las donnas del sector privado. Además, se flexibilizan las condiciones de contratación y despido.

Las movilizaciones surgieron en más de cien ciudades, bajo la organización de la Confederación General del Trabajo. Los alcaldes reunidos en la Asociación Nacional de Ayuntamientos también convocaron a la huelga. Y el humorista Beppe Grillo se apersonó en el Congreso para tirar conchas de mejillones. Delicias del mediterráneo, los mejillones se fijan a las piedras como los políticos en gobierno a sus privilegios, financiados con el esfuerzo de los trabajadores, denunció Grillo. En el plan de ajuste apenas se contempló el recorte del gasto político, y recién para 2013: reducción de sueldos de funcionarios, menos vuelos y coches oficiales (son 90 mil y le cuestan al erario 4 mil millones de euros al año). Para estipular el trazo fino, necesario para la futura implementación, los muchachos de Il Cavaliere encontraron otra solución clásica: crearon una comisión.


Publicado en Pausa #83, a la venta en los kioscos de SF.

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