miércoles, 17 de junio de 2015

Las últimas cuatro balas socialistas

Desafíos de la frágil hegemonía del Frente Progresista.


Hermes Binner le arrebató el gobierno provincial al peronismo en 2007. Dos inundaciones, los residuos del menemismo activos, sin transfiguración ni alejamiento o repudio, y el fin de la Ley de Lemas le dieron cauce al aluvión de votos al socialista, que llegó a los 860 mil sufragios hace 8 años. Desde entonces, el declive del oficialismo local fue continuo.
Hubo festejos en Rosario, pero la caída paulatina y contundente en la preferencia por el Frente Progresista debiera funcionar como una alarma en una futura gestión.

Carlos Reutemann fue a las urnas por última vez en 2009. En la contienda por las bancas en el Senado Nacional, le ganó a Rubén Giustiniani, quien todavía era apoyado por su partido y que orilló los 680 mil votos. Dos años después, Antonio Bonfatti le ganaría a Miguel Torres Del Sel por algo más de 60 mil votos, en lo que fuera la primera aparición estelar del humorista en la política. Bonfatti fue electo gobernador con 687 mil sufragios. La performance de Binner, en 2013, marcaría una excepción, ya que llegaría a los 786 mil votos en la disputa por la representación en la Cámara de Diputados de la Nación. Dos años después, Miguel Lifschitz cerraría un escrutinio provisorio (95,45% de las mesas computadas) con 558 mil votos. Son 300 mil votos menos que en 2007 y 119 mil menos que en 2011.
La elección parece cerrada. Las mesas que quedan en disputa corresponden en su enorme mayoría a Rosario; es poco probable que se revierta la diferencia de 2.100 votos a favor –de acuerdo al conteo provisorio– del candidato del Frente Progresista por sobre el PRO.
La caída paulatina y contundente en la preferencia por el Frente Progresista debiera funcionar como una alarma en una futura gestión. Es correcta la apreciación que Miguel Lifschitz pronunció el día después de la votación: buena parte de las obras que el socialismo puso en marcha serían terminadas durante su gestión. Los acueductos del norte y el centro son muy esperados; los esqueletos enormes del nuevo Hospital Iturraspe, en barrio Yapeyú, o el Cemafe, al lado del Correo, exigen su finalización para que no se conviertan en grises monumentos de hormigón a la ineficacia.
La animadversión del electorado de La Capital hacia los candidatos que huelan a rosarino es otro dato. El cumplimiento del Acuerdo Capital, labrado con el reelecto intendente José Corral –hoy la figura principal del radicalismo en toda la provincia–, será otra de las claves. Una nueva inundación por lluvias en el norte de la ciudad, equivalente a la falta de desagües, haría insostenible cualquier justificación o excusa del oficialismo.
Otro eje de los próximos cuatro años será el manejo de la Policía. El desatino en el gobierno de la fuerza armada durante los últimos cuatro años culminó con el desembarco de la Gendarmería por toda la provincia. La enumeración es agotadora: renuncia de Leandro Corti por un pueril conflicto relacionado con un partido de fútbol, explosión de la violencia narco en Rosario, detención del ex jefe de la Policía Hugo Tognoli por su presunta vinculación con bandas delictivas, la balacera contra la casa de Bonfatti, una primera ocupación de los gendarmes en Rosario, fracasos en las reformas propuestas para la Policía, paro de los hombres de azul e instauración de una semanita de delirante estado de excepción con copamiento armado de la Plaza de Mayo, record de homicidios en la ciudad de Santa Fe. Hasta podría elaborarse una hipótesis, no tan arriesgada: quizá la Gendarmería haya bajado a la provincia después de las primarias con el solo fin de dar una fuerte señal de contención en el marco de unas elecciones que ya se sabían demasiado conflictivas como para ser salpimentadas con alguna opereta policial. Sólo una idea tirada al paso, por así decir.
Como sea, en los próximos cuatro años, que seguramente serán del Frente Progresista, también veremos nuevas tensiones al interior de ese espacio. El acuerdo entre socialistas y radicales tuvo un claro resultado durante los ocho años: triunfos provinciales, pero cada vez con menos votos y sin alternancia.
En este sentido, la victoria de Corral lo pone en el centro de la escena radical, por sobre Mario Barletta. El socialismo ya gastó a sus principales tres dirigentes (Binner, Bonfatti y Lifschitz), mientras que Mónica Fein le ganó por muy poco a la candidata del PRO, Anita Martínez, en la intendencia de Rosario. Imposible es avizorar cómo trabajará la estructura del Frente de aquí a cuatro años. Lo que sí es seguro es que el radicalismo avanzará con paso firme en la construcción de un candidato que haga realidad la alternancia al interior del espacio.

Espacio opositor
Acaso hayamos visto el último intento de la Tota para llegar al poder. Es evidente que el PRO tiene un techo que no puede horadar: sus 612 mil votos en 2011 fueron el máximo; el domingo pasado sacó 56 mil votos menos. Sin Del Sel, el PRO ni siquiera es una estructura de marketing electoral, ya que toda su estrategia vino importada en paquete cerrado desde Buenos Aires. Finalmente, quizá Juan Carlos Mercier se jubile de la política de una buena vez. Poco probable parece que Reutemann intente una gobernación en 2019: tiene la próxima elección a senador para garantizarse la inmunidad de los fueros políticos y, para ese entonces, estará cerca de los 80 años.
El justicialismo encontró por fin un camino. Conduce a Rafaela. Por primera vez desde 2007 hubo una sensación de victoria, pese a que Perotti quedó 24 mil votos debajo de Del Sel. El hombre del departamento Castellanos arrancó su campaña tardísimo y de sopetón, tras los estériles coqueteos de María Eugenia Bielsa.
¿Qué hubiera pasado si la Bielsa sí hubiera ido por la provincia o por la ciudad de Rosario? Quién sabe. Al menos sí hay algo claro: la campaña del PJ hubiera sido mucho más extensa y organizada, con mejor y más amplia oferta.
Contra todo pronóstico, la arremetida de Perotti revitalizará al alicaído peronismo, dará un poco de orden, cohesión y línea a la resquebrajada estructura otrora superpoderosa. Habrá que ver cómo jugará el rossismo y cómo funcionarán las puertas giratorias para la estructura de UPCN, que esta vez le erró fiero: perdió al sumarse a la estrategia de Del Sel y, sobre todo, sufrió una golpiza en su figura principal en la ciudad, Sebastián Pignata. La orden de saltar del PJ al PRO significó un cómodo tercer puesto para el edil, que perdió 9 mil votos entre 2013 y 2015.

Gobierno con apoyo
El formidable resultado de Antonio Bonfatti ya venía cosido desde las primarias. Todos los candidatos del Frente Progresista, en la categoría de diputados, habían sumado 712 mil votos. Bonfatti llegó a 730 mil: no sólo los mantuvo en su redil sino que agregó algunos porotos. La Legislatura acompañará con mayoría propia al Ejecutivo, una realidad complemente distinta a la que transitó el socialismo durante los últimos cuatro años, si bien la mayoría justicialista tampoco le metió tantos palos en la rueda al gobierno.
No hubo confianza del electorado en la propuesta para la categoría de diputados del Frente Justicialista para la Victoria. Omar Perotti sumó como gobernador cerca de 194 mil votos más que Héctor Cavallero. El “Tigre” hizo una pésima elección, 18.78% de los sufragios. El PRO juntó en esa categoría un 18,05%. Así, el justicialismo tendrá 10 bancas y el PRO 10 o, acaso, nueve. Es que, por primera vez, la izquierda llegará a la Legislatura de la mano del renacido –literalmente, ya que estuvo muerto dos minutos por paro cardíaco tras una maratón en plena campaña– Carlos Del Frade. Y como los números todavía no están cerrados, quizá el Frente Social y Popular sume una banca más a las dos que ya tiene ganadas, restándole al PRO.

Publicada en Pausa #156, miércoles 17 de junio de 2015
Pedí tu ejemplar en estos kioscos

2 comentarios:

Anónimo dijo...


Buen análisis.
Yo agregaría dos elementos:
1- La inexistencia de la reelección para gobernador.
2- La existencia de la boleta única.

Cuando Binner terminaba su mandato provincial se presentó a las elecciones presidenciales y obtuvo más votos que Bonfatti en gobernador. Y eso que competía contra una peso pesado como Cristina. Evidentemente si Binner hubiera podido buscar la reelección habría hecho mejor elección que Bonfatti.
Con Bonfatti terminando su mandato provincial se presenta a las elecciones de diputación provincial y obtuvo más votos que Lifschitz en gobernador. Evidentemente si Bonfatti hubiera podido buscar la reelección habría hecho mejor elección que Lifschitz.

Está claro que la boleta única termina atrofiando y tergiversando el acto eleccionario. Es un instrumento pésimo que debe eliminarse. Se emite el voto en una categoría, se pliega la boleta y se emite la siguiente categoría, como si la anterior estuviera ya cerrada, como si fuera algo ajeno a la presente, como si fuera otra historia. Más que una sola elección donde se eligen 5 categorías diferentes, son 5 elecciones diferentes que se agrupan en el mismo acto el mismo día.
Las dos categorías únicas que se eligen en Santa Fe son Gobernador y Diputados. El FPCyS sacó en la primera 200.000 votos menos que en la segunda. Si existiera el sistema anterior de boletas, seguro que hubieran sacado menos votos en diputados, pero le hubiera alcanzado para ganar y también hubiera traccionado para arriba la elección de gobernador, rompiendo con la paridad que hubo.

Lucio Humos dijo...

Perdón, no soy anónimo