domingo, 3 de mayo de 2015

Las increíbles aventuras de Manute

Variopinta, por Federico Coutaz

Hace unos días los diarios anunciaron la llegada de un gigante indú a la NBA: Sim Bhullar. A pesar de sus 2,26 metros, ocupa el quinto puesto entre los jugadores más altos de la historia de la liga. En el segundo lugar, aparece el nombre de Manute Bol.
Manute jugó 8 temporadas en 4 equipos entre 1985 y 1994. Había llegado de una tribu del sur de Sudán, sin dientes, sin una palabra en inglés, y con 2, 31 metros de altura repartidos en 81 kilos.
Nació en una aldea llamaba Turalei, no hay certeza sobre la fecha, la partida tramitada dice 16 de octubre de 1962. En el pasaporte con el que llegó su estatura es de 1,58 metros, Manute explicó que los oficiales sudaneses lo habían medido sentado.
La vida de Manute no conocía ningún rasgo de lo que occidente llama civilización, pertenecía a la tribu de los Dinka, sin leyes escritas, vivían desnudos entre animales salvajes, se dedicaban a la ganadería. Como las parejas se constituyen entre clanes, para cortejar a su primera novia, Manute debía caminar 11 kilómetros de noche (ida y vuelta). Leopardos, cocodrilos y elefantes, entre otros, podían animar el camino de la selva.
En otro rito de iniciación, entre los 11 y 14 años, a los jóvenes les arrancaban 8 dientes y les hacían 4 cortes de navaja en la cabeza sin que pudieran soltar una lágrima. El propósito didáctico era que aprendieran a resistir el dolor.
Son distintas las versiones de cómo Matute oyó hablar de básquet y de cómo pasó de la selva a la NBA, en casi todas intervienen distintos primos suyos, uno aviador, otro jugador de básquet y uno que estudiaba en EEUU, desde donde lo vinieron a buscar. Se cuenta que la primera vez que intentó una volcada chocó con el aro y dejó en la red los pocos dientes que le quedaban.
Luego de varios intentos frustrados es admitido en Bridgepot, una universidad de segunda categoría, que le extiende un tipo de beca excepcional (de más está decir que Manute era analfabeto). Al poco tiempo, era jugador de la liga mayor y atrajo rápidamente todas las miradas, a pesar de su altura tenía cierta elasticidad y se reveló como una máquina de tapar, conservando varios récords en ese rubro.
Su carácter alegre y su cuerpo imposible, las rápidas leyendas sobre su origen, hicieron de Manute uno de los personajes más populares de la liga. Quizás nunca fue tomado en serio como jugador sino más bien como un dibujo animado viviente, como un simpático salvaje. Esto se tradujo, claro está, en contratos millonarios con clubes y marcas.
Pronto la segunda guerra civil llenaría de muerte a Sudán, el norte islámico arremetió contra el sur, dejando 2 millones de muertos. Urgente, Manute viajó y conoció a los niños perdidos, más de veinte mil chicos huérfanos caminantes de cientos de kilómetros hasta Etiopía, muriendo de hambre o atacados por animales. A los dos días de su regreso, la ONU llegó con sus aviones a tirar comida, las gestiones y los gastos corrieron por cuenta del gigante.
Desde entonces se dedicó a luchar por la paz en Sudán, causa en la que perdió toda su plata, que era mucha.
En un intento de mediación, sufrió arresto domiciliario por más de 3 años por negarse a convertirse al Islam, intervino el gobierno de EEUU para que lo dejaran volver. Quebrado, además de vender sus casas, explotó su costado freak, realizó una pelea de boxeo, fichó para un equipo de hockey sobre hielo y hasta fue jockey de hípica. Siguió viajando a Sudán y luchando por la liberación de su pueblo masacrado. Murió un año antes de que, en 2011, en un plebiscito, el 98% votara la independencia, formándose el estado más joven del planeta, Sudán del sur.

Publicada en Pausa #152, miércoles 22 de abril de 2015.
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