martes, 22 de julio de 2014

Yo también me eduqué con Bilardo


Al mismo tiempo que se está celebrando la premiación a los campeones, escribo esta columna que, como no podía ser de otra manera, versa sobre el Mundial. Desde luego no voy a analizar lo vinculado al juego, ni a conjeturar posibles causas de la derrota en la final. Porque todo es posible que sea e imposible que no lo sea. El penal no cobrado, la expulsión que no sucedió al 4 teutón en el primer tiempo, la discreta actuación de Messi (el mejor jugador del mundo durante los últimos siete años y sigue…), la mala puntería de los delanteros, el esquema, los “alargamientos” (o soccer enlargement; y gracias Alejandro Apo). Lo pudimos haber ganado y lo terminamos perdiendo. O, si más les gusta, lo perdimos pero lo hubiésemos podido ganar también.
Sí, una cagada magna. Perdimos, es así. Y tengo bronca, mucha. No, claro que no. No me conforma el segundo puesto. Subcampeón es un eufemismo. Y me enoja demasiado que habiendo pasado cuartos de final ya lo hayamos celebrado como un logro histórico. No podía entender cómo la gente (sí, así bien despectivo) haya festejado el pase a semis como un campeonato.
Sí, estoy orgulloso (no sé porqué) del esfuerzo del equipo. Jugaron bien. Muchos jugadores me taparon la boca (Marcos Rojo soy un ingrato: me hiciste ganar un Gran DT y ni así confiaba en vos) y no tengo nada que recriminarle a quien nada me debe. Incluso, avanzaban los partidos y más convencido de que campeones éramos. Me equivoqué feo con la columna Un embole mundial, donde dije que el fútbol es aburrido: fue un gran Mundial. Y entonces más eran las discusiones con quienes sí ya estaban contentos por ver a Argentina jugando los siete partidos. Podrido del conformismo quise saber a qué se debía. Noto, también, como cierta complacencia en los medios de comunicación. ¿A qué podría deberse?
Percaté algo interesante: mis interlocutores eran todos individuos nacidos entre los últimos años de la década del 80 y los primeros de los 90. Es decir, nunca habían visto a Argentina jugando todos los partidos del mundial. Son contemporáneos de casi 20 años de sequías mundialistas, de caídas (algunas humillantes) consecutivas en las últimas Copa América. Y encima, el mejor jugador criollo de los últimos 25 años no logra consagrarse definitivamente con la albiceleste. En contraste, yo nací en el 78 con un Mundial bajo el brazo. A los 8 años fui contemporáneo de la explosión maradoniana y de un nuevo Mundial. A los 12 años ya tenía otra final encima. Entre el 91 y el 93, dos Copa América y 33 partidos invictos: éramos el mejor exponente del fútbol total. Y durante mis primeros 16 años de vida fui fanático de ella.
Hasta que Goyco (que casualmente ahora estoy viendo en la tele) se comió esos famosos cinco amagues y el resto fue lapidario. La decepción del dopping (o la primera de las entregadas de Grondona a la Selección y a Maradona), el palo del Bati versus Holanda a 10 del final, lo inexplicable para cualquier bielsista de Corea-Japón, el papelito de Lehmann, la segunda entregada de Grondona a la Selección y a Maradona en 2010. ¿Que 20 años no son nada? Las frustraciones no se apagaban más… Estos dos decenios fueron interminables. Y Messi me devolvió las ganas de entusiasmarme de nuevo y ahora escribo esto porque perdimos (si ganábamos iba a escribir que mi difundida fama de mufa era toda una pose para mufar a nuestros rivales). Y desde la televisión Goycochea adhiere al conformismo, diomío.
Alemania saluda a la Argentina: un momento infumable para el Lic. Ramiro.

Es cuestión de cuna, señora. Así me crié. En eso me educaron. De ese seno mamé, y en abundancia. ¿O acaso usted no se llena la boca diciendo que lo que falta acá es educación? Y bueno, así me educaron ustedes señora. A no quejarse. Primeros, segundos, campeones, invictos, Maradona, Messi, Batistuta, Sorín, Mascherano. Cracks. Entonces, déjeme no poder conformarme. Déjeme estar triste y embroncado. Sí, ya le dije. Disfruté hasta el último segundo de este equipo. Me encantó el Mundial. Nada que recrimin… Sí, hay algo: no salieron primeros. Pero es parte del juego. Y es mentira que lo importante es competir: si uno compite es para ganar. Eso es muy importe; tanto como competir. Y el penal… y bueno, fue un error. Y el error es parte del juego. Si no lo fuera, no habría ganadores porque todos jugarían perfecto. Los errores de Higuaín y Palacio… Qué sé yo. Perdimos, estuvimos muy cerca de ganar. Yo creí que Alemania podía ser el Holanda del 74 y que de nosotros nos acordemos nosotros mismos, que total con la copa FIFA en nuestras vitrinas eso nos chuparía un huevo.
Tengo mucha bronca. Esta columna es horrible. No merezco tener que escribirla por voluntad propia. Yo estaba convencido. ¿Qué pasó? Por favor, ¿qué pasó que estamos contentos de ser Cebollitas? Sí, soy un ser horrible. Ya sé. Una mala influencia para los niños y niñas. Exitista. Y sí. También me eduqué con Bilardo.

En Pausa #137, miércoles 16 de julio de 2014. Conseguilo en estos kioscos.

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