Mil mates, por Fernando Callero
Pasamos entre las ideas como por entre volutas amorfas y
sordas, puestas como globitos a la altura de las mentes, imaginería infantil,
quizás para adornar la experiencia social y justificar ventajas políticas con
bellos slogans: ¡Liberté, Egalité, Fraternité! preñados de vacío. Hoy estoy
enojado con el mundo de las ideas y voy a argumentar, sin escatimar pasión y
discurso hermético, en su favor.
Opino que estas metáforas, sucesoras de las opiáceas
alegorías judías y cristianas de inspiración platónica, deben constituir el
fetiche más solapado, presumido y vigente todavía en nuestras culturas estándar
de Occidente, muy a pesar de la Nietszchemanía , no sólo en su remanida dimensión
editorial, sino contemplando la influencia decisiva que tuvo Nietszcahe en las teorías
sociales y del texto,en recepciones activas, en lo que algunos dan en llamar el
“Giro epistemológico” apuntalado por la antropología y las teorías del
lenguaje.
Sin ir más lejos, “Occidente”. ¿Qué significa aparte de una
frontera inconsistente, justificadora de guerra?
Las ideas no son otra cosa que imágenes autorizadas. No
difieren de las del poema, sólo en tanto en que a cada una se le ha otorgado un
estatuto, y unas reglas de visualización, es decir: un régimen de control.
La espacialización de la cultura, a pesar de la advertencia
de Lótman: la alta, la baja, la interioridad más profunda y la superficie
estigmatizada de frívola, a pesar de la recurrencia hipócrita en la literatura
a la frase de Valery, la piel es lo más profundo, sigue produciendo adefesios.
Hjelmslev discutió el signo de De Saussure con una precisión
deslumbrante. El signo es una función, no una extensión. El signo no coincide
con la palabra, sino que se actualiza en series discontinuas irregulares de
formas en el eje del sintagma. Es decir, la dimensión de un signo no está
determinada por la forma si no por el cumplimiento de un momento completo de
sentido.
Dolor de cabeza, según el contexto, se leerá como una
secuencia de tres signos que remiten o dan forma a una experiencia fisiológica:
el dolor, localizado, en este caso en la cabeza. Una neuralgia lo simplifica o
complejiza, según se mire. Pero también podemos decir “este pibe es un dolor de cabeza”, caso en el
que la morfología pierde su reinado frente a la función: el hecho de que este
pibe sea un pelmazo.
Publicada en Pausa #132, miércoles 23 de abril de 2014
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