viernes, 2 de mayo de 2014

Hjelmslev

Mil mates, por Fernando Callero

Pasamos entre las ideas como por entre volutas amorfas y sordas, puestas como globitos a la altura de las mentes, imaginería infantil, quizás para adornar la experiencia social y justificar ventajas políticas con bellos slogans: ¡Liberté, Egalité, Fraternité! preñados de vacío. Hoy estoy enojado con el mundo de las ideas y voy a argumentar, sin escatimar pasión y discurso hermético, en su favor.
Opino que estas metáforas, sucesoras de las opiáceas alegorías judías y cristianas de inspiración platónica, deben constituir el fetiche más solapado, presumido y vigente todavía en nuestras culturas estándar de Occidente, muy a pesar de la Nietszchemanía, no sólo en su remanida dimensión editorial, sino contemplando la influencia decisiva que tuvo Nietszcahe en las teorías sociales y del texto,en recepciones activas, en lo que algunos dan en llamar el “Giro epistemológico” apuntalado por la antropología y las teorías del lenguaje.
Sin ir más lejos, “Occidente”. ¿Qué significa aparte de una frontera inconsistente, justificadora de guerra?
Las ideas no son otra cosa que imágenes autorizadas. No difieren de las del poema, sólo en tanto en que a cada una se le ha otorgado un estatuto, y unas reglas de visualización, es decir: un régimen de control.
La espacialización de la cultura, a pesar de la advertencia de Lótman: la alta, la baja, la interioridad más profunda y la superficie estigmatizada de frívola, a pesar de la recurrencia hipócrita en la literatura a la frase de Valery, la piel es lo más profundo, sigue produciendo adefesios.
Hjelmslev discutió el signo de De Saussure con una precisión deslumbrante. El signo es una función, no una extensión. El signo no coincide con la palabra, sino que se actualiza en series discontinuas irregulares de formas en el eje del sintagma. Es decir, la dimensión de un signo no está determinada por la forma si no por el cumplimiento de un momento completo de sentido.
Dolor de cabeza, según el contexto, se leerá como una secuencia de tres signos que remiten o dan forma a una experiencia fisiológica: el dolor, localizado, en este caso en la cabeza. Una neuralgia lo simplifica o complejiza, según se mire. Pero también podemos decir  “este pibe es un dolor de cabeza”, caso en el que la morfología pierde su reinado frente a la función: el hecho de que este pibe sea un pelmazo.

Publicada en Pausa #132, miércoles 23 de abril de 2014
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