sábado, 9 de noviembre de 2013

Cuida bien al niño

Por Federico Coutaz

Suena la radio en mi casa, a veces presto atención, a veces no. Pero desde hace un buen tiempo, en un determinado momento, irrumpe la interminable publicidad de “Clarita y su familia”, relatando las innumerables virtudes de un supermercado. En ese preciso instante, sobreviene una sensación angustiante, mezcla de incomodidad, pudor, indignación, violencia. Con desesperación y torpeza cambio de sintonía o apago el aparato lo más rápido que puedo. Alivio. La escena se repite una y otra vez.
No sé cuándo comenzó el fenómeno ni a qué obedece. ¿Pereza mental de los publicistas?  ¿Precarización intelectual de la audiencia? ¿Búsqueda de impacto fácil a cualquier precio? Creo recordar que los chicos sólo protagonizaban publicidades de juguetes o golosinas. No sé cuál es hoy el porcentaje de publicidades que utilizan niños; sé que es obsceno y aberrante.
Paradójicamente, en las últimas décadas creció la conciencia respecto del necesario cuidado y resguardo de los chicos, la difusión de sus derechos y el reclamo por su respeto y cumplimiento. Se multiplicaron las entidades estatales y ONG que se ocupan de la infancia. Me resulta extraño no haber escuchado nunca quejas sobre el uso y abuso de los chicos en la publicidad.
No conozco lo suficiente las leyes en general, ni las relacionadas a la infancia en particular. Desde mi sentido común no logro concebir que no esté prohibida o restringida la exposición de los chicos en los medios. ¿No es trabajo infantil? ¿No es explotación de todo tipo? ¿Cómo se asume el consentimiento de una persona menor de 12 años?
Un párrafo aparte, literalmente, merece la propaganda en la última y penosa campaña electoral. La utilización de los chicos, en este caso, es más bien perversa, los hacen actuar de chicos que no están actuando, les imponen una voz y un mensaje que no pueden ser propios, y lo peor es que los responsables, Alfonsín Hijo y Stolbizer, no dicen tres oraciones sin mencionar la ética y los valores. Respecto de la publicidad De Narváez, esa en la que se lleva un papel escrito por un nene y lo lee en su auto lujoso con rostro compungido, honestamente, no tengo palabras.

Publicada en Pausa #125, miércoles 6 de noviembre de 2013

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