sábado, 28 de septiembre de 2013

A dos aguas: Verde flúo

Por Fernando Callero

[Capítulo anterior: El Vado]

El calor era durísimo, estábamos en noviembre de 1992. El pekinés de la madre de mi amigo ladró como una castañuela mientras nos babeaba los tobillos. La penumbra fresca del garage, el olor todavía caliente del R9 del padre, obrero de la EPE, que largó un grito desde la cueva donde hacía la siesta.
—Che, ¡dejen de hacer ruido!
Pasamos a la cocina, el motor de la heladera zumbaba como un abejorro atrapado en una tela de araña. Entonces Martín sacó de la heladera una botella de agua empañada y sirvió en dos vasos. Me lo tomé la mitad de un solo trago y ahí experimenté el sabor de la red del Salado, un agua gruesa, seca, con regusto ácido, como agua sucia usada para lavar la vajilla en la que se comió fideos con aceite. Un asco. Obviamente no dije nada, igual la sed había pasado. Volvimos a Santa Fe a divertirnos.
Martín usaba chupines negros, plataformas de cuero con tachas, camiseta blanca de interlock con manchas negras, de vaca, pintadas a mano, y un chaleco de jean negro con un parche de cuero natural de vaca aplicado en la espalda. El pelo castaño, lacio, largo, con las patillas rasuradas hasta bien arriba. Un loco hermoso, robusto, buenísimo. El nuevo amigo que me inició en el agua salada.
Dos años después, mis padres se separaron y mi viejo se alquiló un departamento en Santo Tomé, donde los alquileres eran más baratos. Empecé a acostumbrarme a esa agua incómoda que pone el mate verde flúo en pocas cebadas. Me sumergí en el río Salado, en la playita municipal, donde el sabor de la red volvió a darme arcadas con sus aditivos de limo pesado, calcáreo. Y al poco tiempo empecé a escuchar, a prestar atención a lo que enseguida comprendí que era un lugar común en Santoto entre la clase media, pelagatos: “Nosotros tomamos agua de Santa Fe”, “Mi cuñado me trae bidones de agua de Santa Fe”, “Qué rico mate, ¿es con agua de Santa Fe?”. Una nueva frontera se instalaba ahora en mi cabeza dividida. “Agua dulce, agua salada” como cantaba el pijo de Julio Iglesias.

Publicada en Pausa #122, miércoles 25 de septiembre de 2013

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