viernes, 2 de diciembre de 2011

La evolución del rock


Pearl Jam en La Plata: la vigencia de un ícono grunge de los 90 que trasciende largamente el subgénero.

Por Alejandro David

Había una vez un pibe en una lejana playa de Guadalupe, en una ciudad cordial, que sacudiendo su melena al viento y sosteniendo su walkman cantaba a viva voz el estribillo de un tema llamado “Alive”, que pertenecía a un grupo nuevo. Lo recuerdo perfectamente porque el pibe era yo y, sí, tenía el pelo larguísimo. Empezaba mis veinte años descubriendo el grunge con alegría, después de una década popera y artificial como fueron los 80. Y la manera de esquivarle a Madonna y toda la artillería de clips manufacturados para vender en MTV era profundizar la búsqueda musical en los 70 y del rock en su punto cúlmine. Led Zeppelín, The Faces, Pescado Rabioso, Deep Purple, Stones, Bowie, Queen y sigue la lista de discos que se acumulaban en una discoteca nueva.

Pero la irrupción de Pearl Jam en la vida de toda una generación de jóvenes inconformistas necesitados de canciones que los representen, fue festejada y bienvenida. Con Nirvana a la cabeza, fue el movimiento que se generó en Seattle (donde nació la leyenda de la guitarra incendiaria, Jimmy Hendrix) el que comenzó un cambio saludable para los amantes del rock.

Ese primer disco de la banda, Ten, tenía un potencial poético y sonoro que sospecho iniciaron mi camino hacia la calvicie porque, literalmente te, volaban la capucha. Por entonces conocí a un grupo de rockeros santafesinos que, como yo, estaban completamente imbuidos de ese espíritu adolescente que contagiaba la música. Eran pibes del barrio Guadalupe y, como sucede normalmente, hacían un homenaje al sonido nuevo que empezaba a escucharse en el mundo. La banda no tiene nombre se hacían llamar. Y eran los inicios de La Cruda, con la diferencia de que Tristán Ulla todavía no estaba en sus filas y ocupaban su lugar nombres como Maxi Valldeneu o Nacho Torres…

Tiempos de pantalones chupines, camisas leñadoras y borcegos desanudados con el pelo superando ampliamente los hombros para poder sacudirlos en pogos interminables. Alice in Chains, Soundgarden, Temple of the Dog, Stone Temple Pilots eran otros nombres que se alineaban bajo el sonido grunge para identificar esa actitud que se había perdido debajo de tanto maquillaje.

Veinte años después y con tanta música que corrió bajo el puente que une oreja con oreja en mi cabeza, por iniciativa de mi hijo Emi y mi sobrino Juampi –que ya alcanzan esa edad en que yo descubría Pearl Jam–, fuimos a verlos al estadio único de La Plata. Y lo que vivimos el domingo 13 de noviembre en la capital de Buenos Aires fue conmovedor. Una auténtica banda de rock, sin necesidad de artificios ni coreografías ni estridencias que la distingan. Sólo rock en estado puro. Tres horas de intensidad sonora, traducida en canciones cantadas por todo el estadio, que provocó la sorpresa de estos músicos cuarentones que no podían creer tanta compenetración en su público.

Empezó el show con el tema “Release” de su disco debut Ten, que transformó en intensidad la ansiedad por el comienzo. Eddie Vedder con pocas palabras saltaba de un tema a otro mostrando que carisma no significa demagogia. Siguieron el repertorio con más temas de sus primeros trabajos. “Go” y “Corduroy” provocaron los primeros pogos masivos. “Evenflow” fue de lo más coreado en esa primera parte, pero el tema que me hizo saltar de principio a fin fue “Do the evolution”… Sé poco inglés, pero a ese tema lo entiendo perfectamente. “Jeremy” y “Porch”, del primer disco también, mostraron la contundencia de este quinteto en largas versiones con solos y finales explosivos.

Hubo también lugar para los homenajes, primero a los Ramones con un cover del tema “I believe in miracles” y luego a Pink Floyd con una sensible versión de “Mother”. Después de tres horas de pura intensidad rockera, la impresionante comunión entre público y banda hizo que Eddie en su idioma dijera… “la próxima vez nosotros le pagamos a ustedes”… para encarar el cierre con demoledoras versiones de “Why go”, “Alive” y “Rockin`in the free World” de Neil Young.

Confieso que hacía mucho que no escuchaba Pearl Jam, pero volver a sentir lo que a mis veinte me conmovía profundamente el ser y verlos a Emi y Juampi saltar y emocionarse conmigo es algo que solo la música puede provocar. Entendí entonces que estas canciones son los clásicos de mi generación, que increíblemente crecen con el correr del tiempo y unen generaciones en un milagro que se explica de manera muy simple… “la música es la madre” (Pérez dixit).

Publicado en Pausa #87, todavía disponible en los kioscos de SF

[escuchalo a Ale David todos viernes de 22 a 24 con la mejor música en Todos tienen algo que ocultar menos yo y mi mono por Radio de Noticias, FM 91.9 o http://www.919fm.com.ar/]

2 comentarios:

Daniel dijo...

Estuve allí! Y te aseguro que fue uno de los mejores recitales que he visto.
La banda superó al público; fueron más allá. Una entrega total y para el último bis estaban con más pilas que nosotros. Fue espectacular.
Recién estaba escuchando "Unthought Known", y recordaba cuando lo hicieron, en uno de los momentos más emotivos de la noche.

Daniel dijo...

Ah! te aclaro que tengo 54. Fui con mi hija y ya no sospechaba que iba a sentir algo tan intenso como cuando era joven.