martes, 21 de diciembre de 2010

Las palabras de 2010: POLARIZACIÓN

Una máquina de triturar

Un análisis sobre el panorama político de la provincia de cara a las elecciones 2011: quiénes juegan, qué gana y qué pierde cada uno

Por Juan Pascual

La gestión provincial está compuesta y comandada por una enorme cantidad de personas, socialistas con probada capacidad de movilización electoral, que poco comparten con otro agrupamiento quizá no tan grande ni con tanta experiencia en la cuestión, pero bien compacto y eficaz: los radicales de la Municipalidad de Santa Fe. Se hacen picardías, se rehuyen, se pegan faltazos u omisiones en reuniones o despedidas festivas, vienen de espacios diferentes, son de partidos diferentes. No hay ambigüedades en el corte: llega hasta a sus agrupaciones estudiantiles.
Estuvieron en el mismo Frente en 2007, con intereses distintos pero articulados. Fue la única vez: en 2003 Hermes Binner probó solo y con la sola dimensión de su punto de origen, Rosario, alcanzó un 38% y perdió con un legal escándalo electoral. La UCR aportó sólo un 2% al lema, cenizas del 2001 mediante.

Terminaba mayo y ya se conocían las caras del cachengue electoral

El PJ comenzaba el cierre de un largo ciclo de gobierno en el cual perdería hasta la ciudad capital. El mecanismo de fragmentación propiciado por la Ley de Lemas –que solucionaba automáticamente diferencias y resquemores–, una gestión de Estado y partidaria no demasiado abierta fuera de los designios y allegados íntimos del Lole –de inestable zigzag tras 2003–, dejaron un partido desarticulado hasta en lo territorial, incapaz de acordar un candidato o de continuar la serie de alternancia interna nacida en 1991: un posible gobernador al menos ha de tener la tranquilidad de vivir en una ciudad donde no sea común que se lo sindique públicamente como responsable de una inundación. Y con argumentos. Al cabo, Rafael Bielsa y Agustín Rossi, ambos entonces con muy poco rodaje provincial, casi que salieron a poner la cara para las internas y generales del 2007.
Hoy el PJ pinta una irregular cantidad de candidatos. Obeid y Rossi quizá sean los más fuertes –descontando que Reutemann no se estabilizará–, pero tienen un desafío enorme: Rossi no va a internas excepto que haya reconocimiento de la pléyade del PJ no K de la conducción del gobierno nacional; del otro lado se exige flexibilidad, cuando en realidad se espera –una vez más– la palabra ordenadora del veterano tanque suizo alemán. Esta cuestión abre una diferencia de escenario importante en la general: serán dos o tres, todavía no se sabe, los jugadores principales en la votación final. La fragmentación puede resultar en una transformación del PJ local: en un escenario de tres, las contradicciones entre ambos sectores se agudizarían (¡sí señor!) y con eso siempre se revisan memorias y trayectos en los espacios comunes. Por el contrario, la unidad le daría al PJ su única chance de ganar: en su peor performance llegaron al 43%. Sin embargo, esta es la primera vez que compiten sin tener el Estado provincial de su lado. La cuestión es definitoria, incluso si se considera como variable en la interna peronista los hilos ministeriales del Estado nacional como único lugar para saciar la sed. ¿Quién secundará y qué tono tendrá, por ejemplo, la apertura de la autopista Rosario-Córdoba y la de Santa Fe-Paraná? ¿Cómo les aportarán (o no) esos momentos?
Las clásicas especulaciones alrededor del silencio de Reutemann

La interna del socialismo, más extensa de lo que parece, deja un gran espacio libre para los radicales que, nacidos en la UNL, reagruparon y reordenaron el partido provincial y lo lanzaron a la interna. Al no poder cerrar una candidatura única, por jugar en espacios de gestión diferentes y por la ausencia de reelección, el socialismo gobernante está en la posición de entregar un lugar que, en buena medida, fue una obra de años iniciada con, justamente, el triunfo sobre la UCR de Rosario en los lejanos días en que Héctor “el Tigre” Cavallero aún militaba en el partido de la rosa roja.
Si Barletta, en una instancia no muy agradable para su carrera, visiblemente no mide antes de la interna, también puede apelar a la reelección. Si perdiera, de seguro su candidato a intendente sí ganaría la interna local (las elecciones internas para concejales de 2009 fueron contundentes) y también se reeditaría un escenario de articulación como en 2007 (aunque ¿qué sería de Barletta en sí?). Si ganara la interna provincial, eso sí, deberá ofrecer alguna seguridad muy clara hacia los socialistas –de Binner y de Giustiniani también– respecto de lo que pasaría si, eventualmente, llegara al triunfo general. ¿Cuánto aportaría a una candidatura radical provincial el equipo de cuadros del gobierno provincial, sabiendo que la elección nacional hacia donde va el gobernador se muestra aviesa y que, en el mejor de los casos, recalarán en la Municipalidad de Rosario o un Ministerio de una gestión que no controlan?

La relación Nación/Provincia, variable central en la interna

Giustiniani, por su parte, no pierde nada. Senador desde 2009, con 40% de los votos y poco tiempo de gestos públicos en su favor de Binner, hinca para posicionarse y pegar un eventual salto. Antonio Bonfatti espera acaso más rodaje público y, también, que con mayor peso resalte su característica de delfín de Binner, algo que depende también del gobernador. La derrota de esta línea dejaría bastante cojo al gobierno provincial, ya a partir del 22 de mayo de 2011. Y sentaría un antecedente muy extraño para el probable candidato a vice de Ricardo Alfonsín: ser un hombre que acaba de perder una interna.
Desde Rosario, la reelección de Miguel Lifschitz aportaría a cualquier opción del Frente Progresista. Pero el hombre dijo que tres es mucho y se anotó para la grilla de diputados nacionales: una elección que se definirá entre el 14 de agosto –las primarias– y el 23 de octubre, día en que se harán las generales.
Un PJ sin el Estado detrás y en un escenario de contradicción y un Frente Progresista que debe reordenarse integralmente en dos de los tres posibles resultados de su interna son los elementos de una escena final sobre la cual todavía ni siquiera se puede definir la cantidad de actores principales.
Y eso que dejamos afuera al Cachi Martínez.

Publicado en Pausa #69, a la venta en los kioscos de SF

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