viernes, 31 de julio de 2015

El dolor del pibe de acá


Durante este fin de semana futbolero habrá un minuto de silencio en todas las canchas del fútbol argentino. Esta vez el acto protocolar con la pelota dormida en el círculo central y 22 jugadores con rostros serios será una de las imágenes que recorrerán los resúmenes deportivos. En esta oportunidad, para los santafesinos no será un motivo de pregunta: "¿por quién es el minuto?". El minuto de silencio será respetado, tendrá recuerdos, lamentos y profunda tristeza por la pérdida de un pibe que se crió en nuestros barrios, en nuestras canchas y un día se consolidó en estadios de Primera División.
Nacer en Santa Fe te obliga (te obligan) a tomar una bandera por siempre, y con más o menos pasión decir soy de Unión o de Colón. Diego Barisone tomó la roja y blanca, amó el fútbol, se entregó a esos colores, defendió la camiseta de la que era hincha en el fútbol profesional, y hasta tuvo la fortuna de formar parte de las últimas dos grandes alegrías de su club, los ascensos de 2011 y 2014. Como si fuese una ironía la última cancha que pisó en su Santa Fe natal fue la de Colón, hace apenas dos semanas jugó en el estadio del eterno rival y le regaló una gran sonrisa a Lanús (victoria 2 a 1).
Una semana después jugó en Buenos Aires, luego de jugar para el Granate regresó a nuestra ciudad para visitar a su familia y amigos, como lo hacía cada vez que podía. La vuelta a Lanús jamás se produjo. La historia del final de una vida joven ya todos la saben. Las miserias de algunos comentarios y la morbosidad a la orden del día, también. Pero lo más importante es que en la memoria de una sociedad futbolera quedará un tal Diego Barisone, un buen defensor nacido y criado Unión, con un gran futuro en una carrera que quedó trunca, una mejor persona y un futbolista que provocó algo impensado: el respeto enorme y compartido del pueblo tatengue y también del sabalero.

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