Agosto de 1964. Borges y Bergoglio coinciden en Santa Fe. Lo
evoca María Kodama.
El argentino primero de la iglesia católica y el argentino
primero de las letras (rótulo más apropiado que acusar “de la literatura
argentina”, por su condición universal) se conjugaron durante tres días, hace
49 años, en las instalaciones del Colegio Inmaculada Concepción para hacer
efectivos un seminario sobre gauchesca y la edición de un libro. Cuentos
originales se tituló esa publicación estimulada por Jorge Bergoglio (por
entonces docente en las áreas de arte, psicología y literatura) cuyo prólogo estuvo
a cargo del ocasional conferencista, Jorge Luis Borges. El agnosticismo del
escritor no fue impedimento para su intervención, menos aún con la anécdota
conciliadora del recitado diario del Padre Nuestro que había prometido a su
madre. Aprovechando entonces la víspera del medio siglo de aquel fenómeno, el
escritor y filólogo santafesino Santiago de Luca promovió en conjunto con
Leonardo Nardín, rector del Colegio Inmaculada, la visita de María Kodama al
lugar a propósito de disertar acerca de “Borges y el misterio”. Participaron
además Rogelio Alaniz y Luis Mino.
Esa visita del 26 de agosto de 1964 fue no poco trabajosa
para un Borges que dos días antes había cumplido 65 años: según conjeturaba,
sería su último natalicio con el don de la vista. Ese destino de procedencia
genética fue el que lo ayudó a tomar la decisión de no engendrar descendientes
a su linaje sino a través de la escritura. Todos esos detalles, revelados por
su amigo Adolfo Bioy Casares, dejan servido el argumento al por qué un ya
maduro renegado de la religión optó por sortear tamañas dificultades como
manejo de boletos, cédula de identidad, vestirse, arreglar la valija, todo en
procura de cumplir con ese compromiso con la literatura al que lo desafió el
(ahora) Papa.
Durante el preámbulo a la exposición central, se enumeró
cierta cantidad de textos dedicados a la profesora y presidenta de la Fundación Internacional
Jorge Luis Borges, y más tarde, en boca de De Luca, se esbozó una advertencia:
“es importante que no nos obstinemos en descifrar enigmas que seguramente
seguirán siendo tales, es importante que nos entreguemos al asombro de lo que
se evoca, de la arquitectura de esos laberintos que no proponen recorridos
lógicos o racionales, pues lo sagrado, cuyo punto de partida es la fe, también
es necesario”. El santafesino, autor de una decena de libros y colaborador del
Instituto Cervantes, completó la presentación sosteniendo que “alrededor de la
producción borgeana sobrevuela la idea de que los secretos divinos que nos
afanamos en desentrañar cargan con la cualidad de lo eterno, imposible de
trasladar al lenguaje, que es sucesivo”.
Kodama visitó el Colegio Inmaculada, donde brindó una conferencia. Foto: Bárbara Favant.
El ex Cine Garay, actual auditorio de la casa de estudios,
reunió a unas 200 personas frente a una proyección estática del autor clavando
hacia lo alto la vista estéril, herencia adoptada por Kodama que, miope, se
resiste a usar anteojos mientras reniega de la insuficiente luz: “El yo
verdadero no experimenta cambios, no está sujeto a las condiciones de espacio y
tiempo. El místico no cabe en esa lógica”, sentencia Kodama, tácitamente
refiriendo a su pareja, que por intermedio de su narrativa desandó gramáticas
divinas en el lomo de un tigre, aventura y desventura de personajes inmortales,
recorridos bifurcados, refutaciones del tiempo, siempre en persecución de un
origen cuyo argumento nunca acaba de completarse: el universo imaginado como
una biblioteca. El mundo entero comprimido en un objeto aleatorio (El Zahir),
el tiempo todo contenido en una letra hebrea (El Aleph) o la síntesis del mundo
en algunos versos (Ajedrez, Poema de los dones) se posicionan como
posibilidades sugeridas para dar cuenta de misticidades representadas en clave
laberíntica, cuyo núcleo no permite más que rodeos: “ya está puesto en El
idioma de los argentinos (1928), donde emerge la idea de que aquel conocimiento
que hoy custodiamos como certero mañana puede comenzar a alargarse sin freno.
Así como la idea de infinito pudo haber sido una insípida equivalencia de
inacabado; ahora es una de las perfecciones de Dios en la teología (…) y una verdadera
intuición al mirar al cielo.”
La relación con otros escritores como Macedonio Fernández y
la conclusión de un guión cinematográfico relacionado con la historia de
Venecia fueron algunas dudas que el público pretendió evacuar mediante
consultas a Kodama, cuyos “viajes y planificaciones y ponencias he asumido
desde el amor. Volviendo a sus textos, a repensarlo a través de las reuniones y
de los eventos como este, en el que ustedes me están acompañando es que
encuentro mi modo de seguir cercana a él, como cuando compré la Fundación Borges
para conocer el lugar donde había escrito mi cuento favorito: El jardín de
senderos que se bifurcan. Ese modo de comunión, siento yo, es lo que me hace
sentirlo todavía vivo”, se confesó ante la consulta de Pausa.
Publicada en Pausa #145. Pedí tu ejemplar en estos kioscos
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