jueves, 21 de agosto de 2014

Lenguaje, abrazo

Otro yo mismo, por Mari Hechim

Tomar una decisión, afirmar algo, tener certidumbres es aniquilar posibilidades de la realidad, volver sólido lo que está siempre a punto de deshacerse. Porque el mundo, más que consistir en “cosas”, consiste en devenires, en articulaciones, enlaces. El lenguaje precisa, ordena, clasifica, lo cual no está mal si se trata de la comunicación, de la vida en sociedad. Y esta voluntad se va formando a lo largo de la historia, por ímpetu de los hablantes, que así convienen en nombrar y señalar, “pero las palabras se forman a voluntad de la mayoría y de la mala e inepta constitución de las palabras surge una portentosa obstrucción de la mente… las palabras violentan la comprensión, arrojan a la confusión, y conducen a la humanidad a innumerables y vanas controversias y errores” abominaba Bacon, inaugurando la queja de los lógicos respecto de la excesiva fluidez del lenguaje.
Sin embargo, es necesario afirmar algo. De lo contrario, todo se resuelve en un constante diferir, un desvanecimiento del sentido. Es necesario, reitero, ceñir el pensamiento, la creencia, el sentimiento: construir algo.
Formas como la pregunta, las expresiones dubitativas, las mitigaciones, la negación, son instrumentos angélicos con que el lenguaje intenta sugerir esa movilidad de la verdad. El valor de la negación nunca es sólo pérdida o tachadura. El “no” es polémica, un espacio de lucha, teatro en donde se escenifica la batalla por el sentido. El que niega acepta los términos del que afirma cuando, en realidad, quizá debería rehusar las implicaciones sugeridas en la afirmación de ese otro que lo desafía. Rehusar es hacer silencio.
Decía Seferis que “la memoria, donde se la toque, duele”. El lenguaje, donde se lo toque, miente, a menos que la verdad esplenda, a menos que “aparición con vida” sea una consigna que recorra el tiempo, de manera incesante, empujada por el deseo de verdad. Quizá parezcan meras palabras, una pretensión de justicia desmesurada, pero finalmente no condujo a controversias y errores sino que, en su repetición y ampliación a través del tiempo, nos permitió, con Estela e Ignacio, un abrazo colectivo que a muchos nos cobijó, aunque sea en forma breve, pero prolongada, de la intemperie del mundo.

En Pausa #139, miércoles 13 de agosto de 2014. Pedí tu ejemplar en estos kioscos.

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