sábado, 7 de septiembre de 2013

Son aquellas pequeñas cosas

Por Licenciado Ramiro

Existen tres tipos de comercios en los que entro con placer y me siento a gusto: librerías, disquerías (qué viejo estoy, por favor) y videoclubes de barrio. Son tres lugares en los que puedo encontrarme, estar, habitar por horas… y hasta charlar con quienes allí trabajan y/o atienden. Y quienes me conocen saben que verme a mí hablando con personas que no conozco es demasiado extraño. En una palabra, son lugares donde me siento confiado en “relacionarme”.
Y para que quienes no me conocen entiendan la rareza de la que estoy hablando, y porque es llamativo que lo mencione, estoy casi seguro de que debo ser el único ciudadano de Santa Fe que entra contento y espera ansioso que lo atiendan en la librería de calle San Martín que lleva por nombre la primera palabra del título del libro más famoso de Lewis Carroll; y que, además, sale tan contento de allí como entró…
Pero quiero dejar en claro que no cualquier tipo de librería, disquería o videoclub me hacen sentir cobijado. De hecho, los negocios (porque son sólo eso) en los que se expone con obscenidad que el arte es nada más que una mercancía como cualquier otra me ponen violento… más aquellos que lo hacen como si, además, fueran un bazar. El ex Megatone o un Blockbuster podrían ilustrar perfectamente mi ira. Ni hablar de los empleados tiranizados y explotados de estas cadenas que apenas entrás te atropellan preguntándote “¿Te puedo ayudar en algo?”. “Sí, a dejarme disfrutar de los objetos en paz”, les respondería, si no supiera que sólo quieren cuidar un trabajo, que ya bastante miserable es como para encima tolerar el mal trato del cliente.
Y es que tanto los libros, los compact disc y los dvd me encantan como objetos, además claro de que me encantan leerlos, escucharlos y mirarlos. Me encantan lo que portan, lo que hacen circular… lo que significa para quien lo ideó, lo creó y lo distribuyó para que otros lo disfruten. Y sé que ustedes me dirán que entonces qué importa el objeto si lo relevante está en la obra. Sí, puede ser… pero el fetiche es así… y es por el objeto, también, que en mí se despierta el placer de verlo, tocarlo, tenerlo y admirarlo.
Tal vez suene anacrónico, pero yo no siento lo mismo leyendo con el libro en la mano que haciéndolo desde la pc… o escuchando un cd desde el equipo de música… ni hablar de reproducir una película desde el dvd.
¿En dónde está la diferencia? En que el objeto me exige, me obliga, a dedicarme exclusivamente a él; la relación que se establece con el objeto es muchísimo más directa e íntima que con la obra en formato virtual y creo que, aunque no esté muy seguro, el objeto implica una relación mucho más comprometida con la acción para la cual ha sido fabricado: leer, mirar, escuchar… O sea, sentir y así, luego pensar. Hasta diría que el olor a papel estimula mucho más el pensamiento que la mera tecla borrada del teclado.
También visitar librerías, disquerías (en serio: ¿cómo se les llaman ahora?) o videoclubes implica relacionarse con otros a partir de los objetos… y con otros que, encima, saben. Es decir, se alimenta el conocimiento a partir de las relaciones sociales, las discusiones y los debates sobre el contenido de los objetos en cuestión… ¡y hasta uno se siente que sabe de lo que habla también!
En cambio, me parece, bajarse un libro o una peli a la pc (que también está bueno, porque el acceso a obras e información que proporciona la red está genial y debería todavía ampliarse aún más), leerlo o mirarla en soledad, sin leer la contratapa, la sinopsis, sin preguntarle a nadie que sabe sobre eso qué onda, creo que empobrece esa sensación y reflexión sobre la obra. Sí, lo sé: podés ver alguna crítica por Internet, entrar a un foro, leer la reseña… pero el consumo de información ya masticada y sin poder interactuar con el resto de los participantes de la discusión, me parece que impide esa relación cercana con lo que tiene delante suyo: una manifestación artística que, como tal, es la representación material de una idea, un sentimiento, un sujeto… y que implica que necesariamente con él interactúe, se relacione, otro sujeto y no un mero consumidor de mercancías.

Publicada en Pausa #120, miércoles 28 de agosto de 2013

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Ramiro, sos mi alma gemela. Me oculto en el anonimato porque soy hombre y me daría verguenza que sepas quien soy. Te banco, man.