jueves, 19 de julio de 2012

Primavera mexicana



Por Francisco Tamagnini

Esta es la crónica de un fraude anunciado. Seis años después de uno de los robos electorales más grandes de la historia de México (hubo varios), la izquierda unida estaba lista para ganar. Su candidato, Andrés Manuel López Obrador, más conocido como “El Peje”, había moderado su discurso para sacudirse el estigma de ser “un peligro para México”. Atrás quedaba el llamado a la desobediencia civil, la toma de calles, la Presidencia “legítima”. Había llegado el tiempo de la República del Amor, un discurso que ya le había dado resultados a Lula, Chávez, Ortega, Ollanta Humala y compañía.
El ambiente era casi de fiesta. La irrupción de los jóvenes en el proceso electoral había logrado balancear las encuestas manipuladas y echar por tierra el circo mediático a favor del rostro bonito con el que el dinosaurio pretendía recuperar el poder.
Pero no alcanzó. Los engranajes de la maquinaria del PRI, engrasados durante 70 años de “dictadura perfecta” (Mario Vargas Llosa dixit) y 12 años de débil oposición, funcionaron a la perfección. La obscena compra de votos y el flagrante acarreo fueron la marca de la jornada electoral en un país donde la corrupción es parte de la cultura.

Reconectando
Pisar tierra azteca siempre es un alivio, pero esta vez fue una bendición, sobre todo después de haber protagonizado una novela de terror en Nueva York, donde tuve que cambiar de aeropuerto en sólo cuatro horas y sin un peso en el bolsillo.
Allí comprobé que los años de viajero no te vacunan contra la pelotudez, pero sí te ayudan a salir de un embrollo. Cuando el negro de seguridad me informó que mi vuelo salía de la otra punta de una de las ciudades más grandes del mundo, no me preocupé demasiado, pero cuando la tarjeta de crédito me dejó a pata, la cosa se puso seria.
No había tiempo para dudar, llorar la carta o vender el alma al diablo. Así que hice lo único que se podía hacer: poner el pecho. Salté molinetes y me trepé a los trenes con la esperanza de que no me pidieran el ticket. Yo creo que tuve suerte, pero mi hermana insiste en que fueron sus oraciones a San Expedito. Sea como sea, aun me cuesta explicarme por qué el guardia le pidió el boleto a todos, menos a mí.
Por eso, no dudé en besar la tierra cuando bajé del avión, en un gesto de autobienvenida al país donde todo es posible.

Yo soy 132
Mientras me ponía al día con los tacos, me sentí doblemente afortunado. No sólo estaba de vuelta en mi segunda casa, sino que llegaba en vísperas de un día histórico. Deliré con la imagen de un México diferente, subiéndose a un tren socialista que golpeara la puerta trasera del imperio. Razones sobraban. En las redes sociales se respiraba libertad y cada uno de los mexicanos que tanteé se expresaban sin miedo a favor del cambio.
La noche previa a las elecciones, cuando la ley seca convirtió al Distrito Federal en un desierto, el grito de miles de jóvenes cimbró las calles del gigante. Candela en mano, la marea humana ocupó el Zócalo capitalino para velar por democracia.
Los chavos coronaban así las acciones del “Yo soy 132”, un movimiento que nació de la indignación y al calor de la primavera de reacciones que se expande por el mundo. Estudiantes cansados de la telebasura se pusieron en pie de lucha. Se rebelaron contra el Canal de las Estrellas y su intento de imponer a un candidato hecho a la medida de los grandes intereses. Un político ignorante, que en la Feria Internacional de Libro de Guadalajara no pudo “recordar” el nombre de los tres libros que leyó en su vida.


La resistencia
Los rostros frescos y esperanzados de aquella noche contrastarían con las lágrimas del día siguiente. Cuando el presidente del Instituto Federal Electoral apareció en cadena abierta para dar los resultados de una elección “ejemplar”, la indignación alcanzó su límite máximo.
Y es que durante toda la jornada electoral, el cuarto de guerra del movimiento había recibido centenares de denuncias de irregularidades que fluían desde todos los puntos del país vía internet.
El ánimo terminó por desplomarse cuando el presidente espurio, ese mismo que se había robado la elección seis años antes, se puso a las órdenes del virtual ganador. Al mismo tiempo, en la casa de campaña del candidato de las izquierdas, se anunciaba la impugnación.
Un día después, el descontento se volcó a las calles. “Ellos tienen las televisoras, nosotros las calles”, rezaba una de las pancartas que recorrió la Ciudad de México.
Desde las mansiones de Polanco hasta el Monumento a la Revolución, el llamado a la desobediencia civil retumbó con fuerza y tuvo eco en las principales ciudades del país. Hasta en Buenos Aires, donde medio centenar de mexicanos se reunió para expresar su furia.
Hoy, las plazas están tomadas por un ímpetu que reivindica a esta juventud que tildaban de apática y desinteresada. Y si bien es probable que el resultado de las elecciones no cambie, México ya ganó, con una sociedad más crítica e informada. No será mucho, pero por algo se empieza.




Tan lejos de Dios, tan cerca de Estados Unidos

Por Adrián Brecha

A la espera de que la Junta de Buen Gobierno de los caracoles en Oventic nos autorice a realizar nuestro trabajo, nos encontramos haciendo base en la ciudad de San Cristóbal de las Casas. Esta ciudad es considerada la capital cultural del estado de Chiapas, debido a sus abundantes expresiones multiculturales y a la gran cantidad de personas de distintas nacionalidades y profesiones que aquí viven.
Es un “pueblo mágico”, lleno de arte, casas pintorescas, pequeñas calles empedradas, galerías y artesanías. También podría ser definida como una ciudad babilónica, poblada de gringos y turistas por donde mires. A tal punto que hay dos casas de comidas que llevan por nombre “El Argentino” y “Los Che”, comandadas por argentinos que decidieron quedarse.
Por si esto fuera poco, uno puede comprar yerba mate Taragüi en varios supermercados al mismo precio que en nuestra pequeña aldea santafesina. Un verdadero chiste, por poco no sale más barato comprar la herbácea a diez mil kilómetros de distancia.
En estos días el paisaje de San Cristóbal se modifica... Al peregrinar de los turistas se le suman las diversas manifestaciones que denuncian el fraude electoral en las elecciones generales del 1° de julio, convocadas por el movimiento #yosoy132.
Para ser sincero, la primera sensación que uno tiene al transitar las empedradas calles es la de vivir permanentemente dentro de una película doblada o, más precisamente, en el canal Space. Al transcurrir unos días uno termina adaptándose y comienza a hablar en neutro. Lamentablemente, la adaptación del habla no se corresponde a la del aparato digestivo y cuando uno piensa que un chile habanero por ser de color rojo es un morrón, la vida puede tornarse extremadamente complicada. No sirven las recomendaciones de todo aquel que haya pisado Méjico, uno quiere experimentar en carne propia el autentico sabor de la comida local y es así como uno termina comiendo en el “Carboncito Loco”, optando por huaraches, tacos, burritos o una orden de carne asada que siempre viene acompañada de frijoles y tortillas de maíz.
Al cuarto día de anestesiar el paladar con diversos chiles, uno solo desea ayunar o convertirse en vegetariano. Es momento de probar la variedad de frutas tropicales que se pueden encontrar al paso, hay que estar atentos porque un momento de distracción puede terminar con un mango bañado en salsa chile y no hay devolución. La mejor solución es pasar cualquier bocado con un buen café chiapaneco cultivado en las comunidades autónomas.

Quienes quieren evitar todo tipo de implicancia con los sabores locales pueden optar por un no-menú en el
Burguer King.
De más está decir que hay toda una industria alrededor del EZLN. Se pueden conseguir llaveros del sub, postales, afiches, libros, fotos y muñecos. También se puede ir a comer al centro cultural Tierra Adentro, donde funcionan distintos talleres autónomos de tejidos artesanales, bordado a mano y calzado. Este centro cultural y bar es considerado base de apoyo zapatista, y se encuentra poblado de turistas progres y bienitencionados.
Cuando los paisajes comienzan a sentirse conocidos y los Fabulosos Cadillacs suenen desde el radio de un taxi, es momento de emprender otros caminos. Nos espera el caracol Resistencia y Rebeldía en la comunidad de Oventic.

Publicado en Pausa #97, que te espera en los kioscos de SF y Santo Tomé

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