La poesía, un espacio de búsqueda, renovación y encuentro. Con esas premisas, Ediciones
Diatriba se convirtió en una auténtica usina de publicaciones de nuevos autores
locales.
Por Juan Almará
Diatriba se dedica a la poesía. Una decisión que nace de un
interés genuino. Fernando Callero, uno de los responsables del proyecto
editorial, cuenta que “surge por el impulso que empezó a cobrar la poesía desde
el 2000, con el precedente de los referentes porteños de los 90 que removieron
el lenguaje y las formas de la poesía argentina. La echaron a circular por
medios alternativos, casi artesanales. De esa manera, la nueva poesía tuvo
llegada a muchos jóvenes curiosos que renegábamos de la hegemonía de las
novelas”.
Ese contexto se mezcla con la historia personal de Fernando:
“yo había vuelto a los versos. Después de diez años de narrar, necesitaba
recuperar las sutilezas y las trampas de la economía del poema, para limpiar y
renovar mi escritura. Y ahí me acomodé muy bien”. Este interés era compartido
por Javier Guipponi, escritor y fundador del sello. Callero recuerda que
“amanecíamos leyendo poetas nuevos en blogs y fotologs, que por ese entonces
utilizábamos de forma viciosa, como se dieron los primeros usos de las redes
sociales”.
Los comienzos
En un principio la idea no iba más allá de un ejercicio
lúdico. “Jugar al libro”, expresa Callero. Fotocopias que se distribuían
gratuitamente entre los amigos o que se vendían en ferias. Pero luego de
conocer al poeta concordiense Daniel Durand, el panorama cambió. Durand integró
la Generación del 90 y creó dos editoriales: Del Diego y Chapita. Fernando
reconoce haberse inspirado en las producciones del entrerriano, pero
otorgándoles un diseño más convencional. Guipponi se equipó y capacitó en lo
referido a las nuevas tecnologías de publicación, y así llegaron los primeros
frutos: Ostranenie de Guipponi, Feria artesanal de la calavera, de Santiago
Pontoni (actual socio de Callero en el proyecto) y la reedición de Ramufo di Bihorp
(Premio Provincial de Poesía José Pedroni 2000) del propio Callero, que
recuerda que “fueron cosidos a mano, con
tapas blanco y negro impresas con láser hogareña. Las ilustraciones fueron de
Miguel Pontoni, padre de Santiago. Bien de entrecasa”.
De la idea al libro
Acerca del proceso de producción, Callero cuenta que “antes
hacíamos todo nosotros, ahora tenemos un grupo de amigos que nos ayudan. La
selección es nuestra: somos unos sabuesos recontra curiosos que andamos echando
el ojo a cuanto pibe se haya puesto a contar versos. Pocas veces, creo que
nunca, publicamos una obra que nos hayan enviado. Confiamos 100% en nuestro
olfato, porque en la búsqueda y en el hallazgo está cifrado nuestro capital y
goce. De hecho, jamás ganamos plata con las ediciones”. Sobre el aspecto
visual, expresa que “la maquetación de interiores corre a cargo de Pamela
Núñez, una diseñadora muy meticulosa y prolija. La tipografía que empezamos a
utilizar desde hace un tiempo es propia, nos la regaló Ramiro Espinoza, un tipógrafo
muy groso de esta ciudad que vive en La Haya. El arte de tapa lo hace y diseña
Ponchi, un artista visual fórmula 1. Todo esto gratis”. En cuanto a la
impresión de los libros, nos dice que “la bancamos de nuestro bolsillo, pero
vale la pena, porque corre a cuenta de Nora Martínez y Daniel Paolucci, de La
visual. Trabajan muy bien”. Para culminar esta fase, afirma que “Ediciones UNL
nos da un gran mano, ya que nos fotoduplica los interiores y arma los libros
con sus máquinas. Los insumos los pagamos nosotros”.
Cada libro cuesta entre 700 y 1000 pesos, dinero que es
provisto por los creadores de Diatriba. En lo referido a la distribución, “los
colocamos en librerías y los sacamos a pasear por ferias y festivales. Lo que
ganamos lo utilizamos para celebrar nuestro imperio delirante. A los autores
que nos confían sus textos los recompensamos con el 10% de la edición”.
Las obras
Callero se entusiasma al repasar algunas de las producciones
editadas. Recuerda los logros que obtuvieron las autoras Analía Giordanino
(Nocturna, 2009) y Cecilia Moscovich (La manguera, 2010). Ambas fueron
invitadas a leer en el XXVIII Festival Internacional de Poesía de Rosario.
Recalca que sus obras “gustaron mucho y le dieron visibilidad y contundencia a
la poesía hecha por mujeres en nuestro medio”. También elogia a Jonás Gómez y
Paula Trama, las estrellas porteñas de Diatriba. Remarca que ambos registran
actualmente un alto nivel de creatividad. Jonás obtuvo visibilidad con
“Equilibrio en las tablas”, poema ganador de la edición 2009 del premio
literario Indio Rico Leónidas Lamborghini, organizado por Estación Pringles y
publicado por Mansalva. Su obra posterior, El dios de los esquimales salió por
Diatriba.
Fernando opina que “ha sido muy
bien recibido y es uno de nuestros favoritos”. También nos relata que La yegua
y el caballo no existen, una rareza de Paula Trama, también gustó mucho.
“Gervasio Monchietti nos dio su 3 Cilindros un libro de un solo poema, que es
como una Carta al padre”. Con respecto a Ostranenie cree que “es un libro que
necesita proyección. Es muy bueno, pero Javier se retiró y no siguió mostrando
cosas. Y los libros necesitan no solamente de la escritura que contienen, sino
de las evoluciones de la voz del autor: su dialogo con el medio debe mantenerse
vigente”.Recomienda la lectura de Colectivo maquinario de Daiana Henderson,
definida como “una niña de Paraná que es una promesa” y la re-edición de Kowabunga de Pontoni.
Nuevas tecnologías
Dos tópicos atraviesan la producción cultural actual: las
nuevas tecnologías y la gestión independiente. Sobre el primer tema, Fernando
expresa que “utilizamos las redes sociales para promocionar la salida de los
libros. Nunca se han producido ventas por Internet. A la gente le gusta agarrar
el libro, hojearlo, olerlo. Nuestros libros tienen mejor realización en vivo
que en digital: son caseritos, como pasteles”.
Con respecto a la segunda
cuestión, nos cuenta que están conectados con editoriales independientes del
resto del país como Mancha de aceite, Textos de cartón o Stanton. En Diatriba,
editan “como forma de expresión o como un correlato de nuestra obra. No nos
jactamos, porque este criterio encierra una incapacidad para posicionarse y
proyectar los títulos. Pero llegan donde queremos que estén”.
El futuro es el fin
Fernando hizo un anuncio sorpresivo: Diatriba planea editar
tres obras más para luego cerrar. La tríada final estará compuesta por otro
título de Cecilia Moscovich, uno Mora Morales -poemas con formato canción punk-
y uno de Marcelo Estebecorena. Están evaluando la propuesta de digitalizar todo
el catálogo, con el objetivo de sostener la circulación de las obrascuando
dejen de publicar.
Autogestionada, libre, fugaz… Diatriba cruza el cielo de la
literatura local con la ligereza de los versos que se funden en el aire.
Publicada en Pausa #93, miércoles 9 de mayo de 2012
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