lunes, 8 de diciembre de 2014

Encendedor

Mil mates, por Fernando Callero

El drama de los encendedores: la falta que se percibe de ellos cuando los amigos se retiraron y además de lastrar todo se llevaron el fuego. Ok, tengo el piloto. Pero resulta que el bonete del tiraje del calefón está mal puesto y los días de viento se apaga. Ah, ¡qué viento que estuvo haciendo! Queda el recurso a la cocina encendida con cualquier encendedor viejo, con una chispita alcanza para encender una hornalla. Bueno, pero resulta que uno se embaló días atrás con una limpieza general y tiró todas esas pequeñas muertes a la basura. Entonces, cuando todo venía cayendo como por naturaleza para el lado de la cama, resulta que este atentado contra las malas costumbres nos desvía hacia una zona de lucidez postrera. Inesperada.
Es un momento crítico, súper interesante, porque de pronto nos estamos enfrentando a un pensamiento profundo en un contexto tan mínimo y mezquino como el de rematar la noche con un vicio inconsciente. ¿El que necesita el fuego soy yo o la situación?
Una ocurrencia, más que una idea. O un umbral de idea que viene de la intuición oportuna. Ahora que escribo esto tendría que darle forma de idea, pero las ideas no me satisfacen, prefiero los chispazos que se van dando en situaciones puntuales donde vemos desplegarse algo así  como una gramática loca de la percepción, que parecería funcionar con autonomía.
Te vas a dormir sin fumar, o sin hacerte el té ritual para calentar el sueño. Algo doloroso porque hackea un programa de rutina, pero a la vez placentero porque revela algunas de las máquinas simples que aparecían subjetivas, voluntades, gestos de identidad, que no obstante funcionan mecánicos, como un aparejo. Con esto quiero decir que hay veces en que la imposibilidad de cumplir un deseo se confunde con la imposibilidad de cumplir una acción apenas auspiciada y requerida por una inercia (objeto) que hace circular un aparejo como un hamster su rueda.
La más compleja de las máquinas simples de la físicas ficcionalizando un sujeto. En este caso a partir de una necesidad. ¿Estamos de acuerdo en que sólo un sujeto puede necesitar? Pero este ser mestizo es una terminal, una encrucijada de vectores de distinto palo, insignificantes desde cierta perspectiva, pero tremendamente dominantes si uno termina por aceptar que detrás de cada movimiento hay, además de un objeto, un imán, un deseo del mundo del que uno apenas participa.

Publicada en Pausa #147. Pedí tu ejemplar en estos kioscos de Santa Fe y Santo Tomé.

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