viernes, 1 de agosto de 2014

Café Concircus

Hugo y los Gemelos es la nueva sensación humorística y musical.


En época de emergencia hídrica, el terreno cultural es evidentemente más elevado que el físico, mejor protegido. De ser necesario, las barricadas protectoras de los laburantes del arte y de nuestros centros culturales se conformarían por pilas de personas que ya supieron frenar el avance de las políticas excluyentes, de intentos de desalojo, y que se bancaron la represión. La resistencia, que se milita con obras y recitales en las plazas, en cada casa de la abuela que se estrena como sede de festivales y ferias y también en las marchas hacia el entrecejo del Estado, no se dobla. En esa variedad de espacios emergen, entre la comunidad creciente, rostros repetidos que un día están en la radio, mañana editando una película, pasado agregando vientos a una canción acústica. Hugo y los Gemelos encarna el caso de esta lucha a través de los distintos soportes de lo alternativo como posible.
Lautaro Ruatta como el abuelo Hugo, que junto a los Gemelos te dobla de la risa. Foto: Pablo Bertoldi.

Una fila que dobla esquinas habla de sucesos, no necesariamente de calidad, aunque en este caso ambas variables se cruzaron: “Originalmente pensamos el show para poder aprovechar los pasillos del cine, después tuvimos que habilitar la parte de arriba y ahí se perdió la interacción. De cualquier manera, no nos impidió dejar todo y se notó, estábamos quemados”, es la sensación que todavía late en Lautaro Ruatta, que dialoga con Pausa una semana después del espectáculo brindado en el segundo jueves del Ciclo Desvelado organizado por el Cine Club Santa Fe. La ocupación prácticamente plena de hasta escaleras y pasillos demoró una hora el arranque, que esta vez estuvo a cargo de Javier Bonatti.
El anecdotario del abuelo Hugo está tan nutrido que cada vez que hay una nueva fecha hay una historia que viene a cuento de alguna de la veintena de canciones que la banda ya enlista como fijas, aunque capítulo a capítulo se vayan reversionando. La banda sonora se va y vuelve del primer plano hacia el segundo, omitiendo el canto cuando hay que hacer de colchón durante las transiciones actuadas o enfatizando sus manifiestos en la letra de “La ley del tiempo” o en su lectura de Sigmund Freud. “Así como el tiempo es la atmósfera del cuerpo, el tiempo es la atmósfera de la mente” es una de las premisas que se entrevera entre algún flyer de un show viejo y que se repitió en las piezas documentales proyectadas acerca de los ciclos lunares y su correspondencia con la ingeniería anatómica terrícola.
Debido a que el tiempo sucede mientras nosotros mismos nos vemos en constante modificación, es lógico que nuestra mente vaya armando y desarmándose en cada nuevo espacio, en los nuevos públicos, en las nuevas historias narradas. Martín Pedretti (guitarras, voz y armónica) y Nano Filosi (percusiones y voz) son los que hacen la punta en la cuestión compositiva cuyo producto varía desde los blues litoraleños hacia el country, la zamba y la música de circo. Ruatta, el de la composición teatral (aunque gran parte de su letra se resuelve en directo), se encarga de poner en sintonía con lo que casi siempre deriva en escenas tragicómicas que pueden adoptar como disparador al calendario maya o la proyección de un fragmento de Tiempos modernos.

Dependiendo del pulso
La pre-producción no juega un papel preponderante en la performance: “Lo que organizamos durante el armado de la fecha es el orden de los temas y no mucho más, yo nunca preparo qué es lo que voy a decir: cuando los vagos están tocando ya me pasan cosas, los lugares te producen cosas. El Cine América tiene una mística increíble, me tomó el cuerpo”, agrega el actor. El show lo diagrama ese entorno que es como una nube que llueve distinto en cada nueva tormenta. Los actos nacen de los encuentros, de las propuestas que allí van naciendo, de un “che, hagamos algo”.
El acontecer, lo vivo es lo que merece la atención de los personajes. No sólo da letra, también dota de texturas a la puesta en escena, que presenta al semblante de gemelos vestidos con camisetas blancas de abuelo, como las que usara Sonny Corleone. El proyecto los va llevando a ellos, Lautaro habla de a ratos como si él mismo fuera un espectador del grupo, que adopta un espíritu que camina por impulso comunitario.

“Miedo a petrificar”
Si bien ya se han escrito más de 25 capítulos de esta historia que se arma por piezas sueltas y muchas veces improvisadas, se percibe una organicidad que se apoya fundamentalmente  en la convivencia, en conocerse, en la facilidad que eso apareja. Como toda convivencia lo importante es reinventarse y ese es, precisamente, el miedo que los gemelos no pueden sacudirse ni aún con los disfraces en la percha: “No grabamos para no petrificar las canciones, no queremos sacrificar la frescura y la libertad que tenemos para elastizar la cuestión. De todos modos, estamos en disputa y, seguramente acabemos grabando algo que va a ser otra cosa más adelante. No creo que sea un CD, antes pensamos en hacer algo en cassette, hoy quizás en vinilo”.
Agosto seguramente ofrecerá escenario para un nuevo título de un movimiento que de shows grandes, como el pasado, se ocupará no más de una o dos veces por año, pero que quiere seguir intimando con su público, que es la atmósfera que mejor le queda.

En Pausa #138, miércoles 30 de julio de 2014. Conseguilo en estos kioscos.

1 comentario:

Unknown dijo...

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