En el Foro de la
Infancia de Santa Fe se desmontaron elementos centrales del
relato punitivo sobre los niños. ¿En cuánto incide el delito en esa franja?
¿Por qué el miedo?
Invitado por el Foro de la Infancia de Santa Fe,
Osvaldo Marcón presentó su libro La Responsabilización Penal
Juvenil como nuevo relato cultural. ¿Del “amor por los niños” al “odio hacia
los menores”, el 13 de noviembre pasado en El Solar de las Artes (9 de Julio
2955). Lejos de la soporífera discusión sobre la baja de la imputabilidad, el
especialista plantea debatir sobre la real eficacia y legalidad de aplicar
leyes punitivas a los jóvenes vinculados al delito. Y, a contramano de la
justicia penal que legisladores y funcionarios provinciales intentan impulsar,
Marcón sugiere apostar a un sistema restaurativo para esos niños y
adolescentes.
Osvaldo Marcón es licenciado en Servicio Social,
psicopedagogo, magíster en Salud Mental, especialista en Minoridad y diplomado
superior en Ciencias Sociales. Estudió en Santa Fe, Santiago del Estero, Entre
Ríos y Buenos Aires. Actualmente, es docente en las universidades Nacional del
Litoral y Adventista del Plata, y asesor (como trabajador social) en el Juzgado
de Menores Nº 1 de esta capital.
La penalización como relato
Marcón arrancó la charla deconstruyendo el título de su
obra. Explicó que la noción de “relato” es equiparable a la de “imaginario”:
refiere a lo epocal. Es “ese conjunto de ideas que no se discute” y a partir
del cual se dan los demás debates, pero sin poner esas ideas en tensión.
Lo que hoy no se cuestiona, el relato actual, es que el
sistema para abordar el delito joven debe ser penal. Y “responsabilizar
penalmente implica provocar dolor, hacer penar por lo hecho”; pero también es
señalar como único culpable a ese individuo, deslindando de responsabilidades a
otros sectores. Marcón ejemplificó: “hace unos días un representante judicial
le reprochó a un joven que no estaba cumpliendo con el programa de libertad
asistida porque había faltado a la escuela. El chico contesta que había ido dos
veces pero la maestra no estaba. Le respondieron que eso no importa, que él fue
quien cometió el delito, por lo que tenía que ir una tercera vez. Es como
decir: ‘yo te sanciono y vos vas a obedecer. Y sos el único responsable, no yo.
Ni el Ministerio de Educación, ni el
diseño curricular que no te tuvo en cuenta, ni la policía que no controla los
kioscos de droga. Sólo vos’.”
“Niño” versus “menor”
Para explicar la bajada de su libro ¿Del “amor por los
niños” al “odio hacia los menores”?, Marcón indicó que hasta mediados de la
década del 90 “algo del orden del amor todavía quedaba en la intervención sobre
el niño. Había compromiso y había justamente ‘niño’ aún reconocido en ese
lugar”. Con el transcurrir del tiempo,
la discusión se fue vaciando y ese “niño” fue deviniendo “menor”: alguien
“amenazante, peligroso y que no es más que la expresión infanto-juvenil del
negro de m...”; un sujeto “que el sistema judicial y los demás sistemas tratan
tecnocráticamente y por el cual en realidad se interesan muy poco, dándole
derecho a hablar pero a través de su psicólogo o de un defensor”.
Osvaldo Marcón planteó cifras: sólo el 4,27% de las causas en la provincia corresponde a menores, los mayores inciden relativamente más.
La noción de “menor” fue ganando terreno junto a la
progresiva estigmatización de la juventud. “Al parecer, hay una horda de chicos
afuera que se nos va a venir encima, nos va a clavar cosas, nos va a sacar todo
y a ustedes las va a violar, así que más vale no salgamos”, ironizó Marcón.
“Sin embargo”, continuó, “hay datos estadísticos que indican otra cosa. En 2012
sólo el 4,27% del total de causas de la provincia de Santa Fe correspondió a
menores. El resto involucra a mayores de edad. Y si vamos hacia atrás, en
2011esa relación fue de 4,59%, en 2010 de 4,85%, en 2009 de 5,24% y en 2008 de
6,02%. Es decir que no sólo la incidencia es poca, sino que viene bajando.
Entonces, la horda no está afuera”.
Según el Censo 2010,
en la provincia de Santa Fe la población de más de 18 era de 2.289.508 personas
y la de 16 a 17 años —que es aquella a la que apunta la responsabilización
penal juvenil—, era de 105.619 personas. En función de las causas penales
iniciadas contra uno y otro grupo etario, los respectivos índices son de 0,108
y de 0,113. “Así, la incidencia del delito adulto es casi igual a la del delito
juvenil”, indicó.
“Está también la famosa historia de la puerta giratoria”,
continuó. “Esto de que entran por una puerta y salen por la otra, y de que
además son siempre los mismos. En el juzgado donde yo trabajo, en 2012 entraron
1.778 expedientes. Si lo proyectamos al otro juzgado, aproximadamente 3.600 causas
anuales. Si fueran siempre los mismos hay algo que no cierra estadísticamente,
porque los 3.600 del año pasado deberían estar cometiendo delitos nuevamente y
se tendrían que ir sumando año tras año. Y si bien las cárceles están
saturadas, evidentemente tendríamos otro punto de saturación. Está claro que
hay un grupito que cae, cae y cae. Pero la reincidencia de este grupito no
tiene nada que ver con la idea de esta horda”.
“No es que el problema no existe”, reflexiona. “Está y hay
que trabajar sobre él. Pero no podemos perder de vista que estamos ante la
construcción de un relato”.
Restaurar derechos
La responsabilización penal juvenil funciona a través de la
sanción. En este punto –aunque con ciertos reparos– Marcón recuperó el
pensamiento de Jean Piaget. “Para este psicólogo suizo, el castigo provoca tres
reacciones: el cálculo de riesgo (la persona prevé y esquiva el castigo en una
segunda oportunidad), la colonización (se entrega) y la rebeldía. En ninguno de
los tres casos se construye un sujeto autónomo ni responsable”. Por lo tanto,
“hay que impulsar permanentemente soluciones alternativas. En algunos casos
sólo se podrá resolver por vía de la sanción. Pero no dejemos de pensar para
los demás. Que el sistema no tenga la sanción por regla general, sino por
excepción, y que la norma vaya siendo la restauración. Si abro esa ventanita,
posiblemente la cuestión empiece a retroceder”, opina, y en ese sentido agrega:
“este camino tiene que ver con corregir la gruesa distorsión que se ha dado, no
por casualidad, respecto de la Convención Internacional
de los Derechos del Niño, que ha sido extremadamente recortada, y de forma
particularmente grave en lo penal: de los 54 artículos que tiene, se ha tomado
sólo uno: aquel que dice que a los jóvenes que cometen delitos se les debe
garantizar un juicio justo. Los otros 53 se han dejado de lado. Los resultados
están a la vista: hay infinidad de estudios que demuestran cómo los jueces no
incluyen las convenciones internacionales en las sentencias, y se siguen aferrando
a los códigos penales o procesales penales”. Por ello, propone el horizonte de:
“recuperar la vigencia de los derechos humanos y de los niños dentro del campo
penal juvenil. Esa sí es una discusión, y una discusión en serio”.
Publicada en Pausa #126, miércoles 20 de noviembre de 2013
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