A diferencia del default de cualquier otro país –la imposibilidad efectiva de pagar deuda– el default norteamericano es presupuestario: el Congreso establece cuál es el “techo” de la deuda que el país puede sostener. Pasado ese techo, se supone que la administración no podría efectuar los pagos de su funcionamiento mismo. El movimiento es sencillo: en 1980 ese techo era de 2,9 billones (millón de millón), en 1990 de 5,8 billones, en 2000 de 10,1 billones y en 2010 llegó a los 14,8 billones. Nunca disminuyó. Es más: desde los 70 el techo se ha incrementado, en promedio, una vez cada siete meses. Llegan al tope y modifican el presupuesto para continuar agrandando el agujero.
Esta vez, el Congreso trazó un plan para achicar la deuda donde todo apunta a recortar el gasto del Estado, sin aumento impositivo alguno. Obama podrá endeudarse 900 mil millones más; el ajuste previsto inmediatamente es de 917 mil millones (a lo largo de 10 años) y para fines de noviembre una comisión de 12 legisladores dará a conocer un plan de ajuste de 1,5 billón durante la próxima década. Fuera del gasto social, el hachazo llega a las bases del poder imperial: el presupuesto del Pentágono, que en los últimos 10 años de guerra global continua aumentó un 72%, llegando a los 529 mil millones, tendrá recortes de de hasta 800 mil millones a lo largo de los próximos 10 años.
El juego es suicida: entre 1971 y 2011 Estados Unidos sólo tuvo ingresos mayores a sus egresos entre 1998 y 2002. Viven bajo déficit continuo y aumentando su deuda.
El ajuste agravará la recesión. El desempleo en Estados Unidos fue del 9,1% en julio. Durante los últimos 30 meses se mantuvo por arriba del 8%: un hecho que sólo se había dado durante la crisis de 1930. Ni siquiera ayuda el Estado: cerca de 464 mil empleados públicos perdieron su trabajo desde septiembre de 2008. Por otro lado, el trabajo industrial perdió 4 millones de puestos desde 2000 a 2010. Mega economías como California se encuentran con un 11,9% de desempleo.
De los 14 billones de deuda, el mayor acreedor internacional es China, con 1,1 billón. Según la CEPAL, en Latinoamérica hay 700 mil millones de deuda norteamericana en las reservas de los estados: la región es el segundo acreedor. Así, es casi un sarcasmo que recién en la última semana la calificadora internacional Standard & Poor’s haya bajado un grado la calificación de los bonos de deuda norteamericana. ¿Qué va a impedir el endeudamiento “de pago garantizado” de Estados Unidos, si tiene la única máquina válida para imprimir billetes y le viene dando duro desde hace más de 40 años?
La pregunta no es un exceso. La agencia oficial de noticias de China, Xinhua, adjetivó las políticas yanquis como “miopes”, propias de su “adicción a la deuda”, y señaló que es necesaria “una nueva, estable y segura moneda de reservas mundiales”. El ministro de Finanzas de Brasil, Guido Mantega, anunció medidas para contener la apreciación del real: en las últimas semanas alcanzó su mayor cotización frente al dólar en 12 años. Las reacciones se encadenan. El 6 de agosto se citaron en Lima representantes de las carteras de Economía de Argentina, Brasil, Colombia, Guyana, Perú, Uruguay, Bolivia, Chile, Ecuador, Paraguay, Surinam y Venezuela. El debate: el uso de monedas locales en el comercio intrarregional para disminuir la dependencia del dólar, frenar el ingreso de capitales especulativos y la creación del Banco del Sur.
Por primera vez desde la posguerra, los 14 billones de la deuda norteamericana representan en su monto casi el 100% de su producto bruto interno, lo cual es equivalente al 25% del producto bruto planetario anual. Lo que equivale a decir que, actualmente, la principal burbuja financiera internacional es el dólar mismo.
Esta nota saldrá publicada en la edición #80 de Pausa, este miércoles en los kioscos de Santa Fe
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