lunes, 15 de abril de 2013

Te amo, te odio


Por Lic. Ramiro

Mi relación con Facebook es muy ambigua y ciclotímica. Aunque, pensándolo mejor, más que ambigua es bipolar, y más que ciclotímica es una montaña rusa. Odio el face, pero estoy todo el día conectado a él… y capaz que lo odio precisamente por eso.
Mi primera cuenta la hice porque “no me queda otra”, y el entrecomillado es debido a que así se llamaba: me había cansado de juntarme con mis amigos y no saber de qué hablaban porque todo era “¿Viste lo que publicó fulano?”, “Che, mengano batió cualquiera con lo que posteó”, etc, etc, etc. A esa cuenta, en 2010, la hackearon y esa fue mi oportunidad de renunciar a la red social peor diseñada del mundo. Pero no lo hice, y con mi nueva cuenta toda mi declaración de principios morales sobre la privacidad y la no difusión de mi vida se fue al tacho. Cuando ya no podía ocultar mi fanatismo por lo que entonces yo, públicamente y como para hacerme el intelectual crítico, consideraba “la cosa que iba a acabar con la humanidad y las relaciones sociales” –mientras quienes me escuchaban defenestrar el face se me morían de risa en la cara–, empecé a decir que lo usaba como herramienta de trabajo: difundía algunas notas que escribía, publicaba bandas de música y relatos de escritores que me gustaban y era el medio de comunicación con mis alumnos una vez que entramos en la era post-mail… Y las 23 horas restantes de día me la pasaba jugando al Bubble Island, chateando o chusmeando las publicaciones de mis “amigos”.
Quiero especificar algunas cuestiones relativas a mis “amistades” del Facebook. Si hay algo a lo que no renuncié es a ser estricto en las exigencias para “confirmar” mi amistad con alguien en el feis. Para mí la palabra amigo es muy cara y, por cierto, no me interesa ser amigo de cualquiera ni en la red ni en la calle: hay gente a la que decididamente me niego a tolerar y/o querer. En otras palabras, me reservo el derecho de admisión y permanencia a mi vida. Mi umbral de tolerancia, en cuanto a la cantidad de contactos, es muy bajo; por ende, cuando alcanzo un cierto número empiezo a limpiar la lista de amiguitos, y eso es algo que me da placer. ¿A quiénes elimino? A mis odiados virtuales:
Los que ponen “Me gusta” en sus propios estados, fotos, videos… y comentarios. ¿No te alcanza con compartir algo para dejar en claro que eso te gusta? ¿Vos compartís lo que no te gusta, con las personas que no te gustan? Entonces, me parece innecesario, me pone nervioso y chau, qué tal.
Los que te comentan “No me gusta” en alguna de tus publicaciones… sencillito: me da alivio que a esas personas no les guste lo que publico, así no me da culpa cuando las elimino.
Los contactos “fantasmas”: esos que solamente ves cuando estás limpiando la lista de amigos. Te agregan y luego no interactúan con vos para nada. Son como un papel de caramelo en el bolsillo: ¿qué hace ahí? De paso, me ahorro ataques de paranoia.
Los que comparten “memes” y frases de manera compulsiva. Además, son citas generalmente fascistas, misóginas y homofóbicas… Da la pauta de que no tienen nada interesante para decirme. ¿Soy prejuicioso? Sí, ¿y?
Los que publican absolutamente todo lo que hacen o están haciendo, incluso cuando se van a bañar… Mis pobres criaturitas: ¡cuánta soledad! Ni que fueran los personajes de la canción de Twiggy, “Necesito un amigo”. Los abrazo en amor, pero antes los elimino.
En la anterior categoría podemos incluir a los que se quejan de la ola de inseguridad, de que no se puede salir a la calle, pero postean que se fueron una semana a Brasil o que dejaron la casa sola… Son casi tan odiables como los que viven perseguidos por el crimen pero pegan una calcomanía en sus autos de la cantidad de hijos y mascotas que tienen a disponibilidad para ser secuestradas.
Las parejitas que se declaran permanentemente su amor en sus estados y se comentan entre sí… ¡y viven juntos y lo hacen desde la misma habitación en computadoras distintas!
Los que me mandan solicitudes de juegos cada 2 minutos y/o me invitan a eventos que saben que no me interesan… Ni soy una sala de videojuegos ni me banco que me usen de espacio publicitario sin mi permiso.
Los que de manera intencional escriben con errores de ortografía. Yop no c xq lo acn y con k sentido i c enojan si los correjis.
La lista de condiciones creo que sigue, y viendo lo insoportable que soy seguro se preguntarán cómo puede ser que tenga contactos todavía y que, además, haya personas que lo quieran ser… Quédense tranquilos: yo también me lo pregunto.
Y así dadas las cosas, es más claro por qué digo que mi relación con el feis es bipolar… Parafraseando al gran Charly, terminaría diciendo que lo amo, lo odio, dame un “like”.




Publicada en Pausa #111, a la venta en los kioscos de Santa Fe y Santo Tomé.

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