Por Licenciado Ramiro
Existen tres tipos de comercios en los que entro con placer
y me siento a gusto: librerías, disquerías (qué viejo estoy, por favor) y
videoclubes de barrio. Son tres lugares en los que puedo encontrarme, estar,
habitar por horas… y hasta charlar con quienes allí trabajan y/o atienden. Y
quienes me conocen saben que verme a mí hablando con personas que no conozco es
demasiado extraño. En una palabra, son lugares donde me siento confiado en
“relacionarme”.
Y para que quienes no me conocen entiendan la rareza de la
que estoy hablando, y porque es llamativo que lo mencione, estoy casi seguro de
que debo ser el único ciudadano de Santa Fe que entra contento y espera ansioso
que lo atiendan en la librería de calle San Martín que lleva por nombre la
primera palabra del título del libro más famoso de Lewis Carroll; y que,
además, sale tan contento de allí como entró…
Pero quiero dejar en claro que no cualquier tipo de librería,
disquería o videoclub me hacen sentir cobijado. De hecho, los negocios (porque
son sólo eso) en los que se expone con obscenidad que el arte es nada más que
una mercancía como cualquier otra me ponen violento… más aquellos que lo hacen
como si, además, fueran un bazar. El ex Megatone o un Blockbuster podrían
ilustrar perfectamente mi ira. Ni hablar de los empleados tiranizados y
explotados de estas cadenas que apenas entrás te atropellan preguntándote “¿Te
puedo ayudar en algo?”. “Sí, a dejarme disfrutar de los objetos en paz”, les
respondería, si no supiera que sólo quieren cuidar un trabajo, que ya bastante
miserable es como para encima tolerar el mal trato del cliente.
Y es que tanto los libros, los compact disc y los dvd me
encantan como objetos, además claro de que me encantan leerlos, escucharlos y
mirarlos. Me encantan lo que portan, lo que hacen circular… lo que significa
para quien lo ideó, lo creó y lo distribuyó para que otros lo disfruten. Y sé
que ustedes me dirán que entonces qué importa el objeto si lo relevante está en
la obra. Sí, puede ser… pero el fetiche es así… y es por el objeto, también,
que en mí se despierta el placer de verlo, tocarlo, tenerlo y admirarlo.
Tal vez suene anacrónico, pero yo no siento lo mismo leyendo
con el libro en la mano que haciéndolo desde la pc… o escuchando un cd desde el
equipo de música… ni hablar de reproducir una película desde el dvd.
¿En dónde está la diferencia? En que el objeto me exige, me
obliga, a dedicarme exclusivamente a él; la relación que se establece con el
objeto es muchísimo más directa e íntima que con la obra en formato virtual y
creo que, aunque no esté muy seguro, el objeto implica una relación mucho más
comprometida con la acción para la cual ha sido fabricado: leer, mirar,
escuchar… O sea, sentir y así, luego pensar. Hasta diría que el olor a papel
estimula mucho más el pensamiento que la mera tecla borrada del teclado.
También visitar librerías, disquerías (en serio: ¿cómo se
les llaman ahora?) o videoclubes implica relacionarse con otros a partir de los
objetos… y con otros que, encima, saben. Es decir, se alimenta el conocimiento
a partir de las relaciones sociales, las discusiones y los debates sobre el
contenido de los objetos en cuestión… ¡y hasta uno se siente que sabe de lo que
habla también!
En cambio, me parece, bajarse un libro o una peli a la pc
(que también está bueno, porque el acceso a obras e información que proporciona
la red está genial y debería todavía ampliarse aún más), leerlo o mirarla en
soledad, sin leer la contratapa, la sinopsis, sin preguntarle a nadie que sabe
sobre eso qué onda, creo que empobrece esa sensación y reflexión sobre la obra.
Sí, lo sé: podés ver alguna crítica por Internet, entrar a un foro, leer la
reseña… pero el consumo de información ya masticada y sin poder interactuar con
el resto de los participantes de la discusión, me parece que impide esa
relación cercana con lo que tiene delante suyo: una manifestación artística que,
como tal, es la representación material de una idea, un sentimiento, un sujeto…
y que implica que necesariamente con él interactúe, se relacione, otro sujeto y
no un mero consumidor de mercancías.
Publicada en Pausa #120, miércoles 28 de agosto de 2013
Disponible en estos kioscos
1 comentario:
Ramiro, sos mi alma gemela. Me oculto en el anonimato porque soy hombre y me daría verguenza que sepas quien soy. Te banco, man.
Publicar un comentario