No vamos a inmiscuirnos en debates irrelevantes, como la
falsa dicotomía periodismo militante o periodismo corporativo, porque sería
admitir que el de los periodistas es el único gremio que, a 30 años de
recuperada la democracia, aún no resolvió el vínculo entre compromiso político
y profesionalismo. Tampoco vamos a discutir una imposibilidad del orden de lo
material, como el periodismo independiente.
Preferimos aprovechar este espacio para plantear otros
desafíos. No son nuevos, pero han sido resignificados por los avances
tecnológicos. Calidad, rigor y profundidad son valores que suelen quedar en un
segundo plano ante la inmediatez, ante la necesidad de no ceder en la carrera
por la primicia. En paralelo, la precarización laboral en las empresas del
rubro dio paso a una figura que se extendió en todos los soportes de la
comunicación: el periodista autómata, mero reproductor de mensajes.
En el prólogo de El violento oficio de escribir, libro que
reúne parte de la obra periodística de Rodolfo Walsh, Rogelio García Lupo
afirmó: “La explicación de que Walsh fue un gran escritor puede llegar a
confundir. Grandes escritores no pudieron superar la muerte de su prosa
periodística una vez que perdieron actualidad. Tal vez la clave se encuentra en
que Walsh jamás renunció a la regla del periodismo, y la información sigue
siendo uno de los resortes que despiertan el interés del público. La información
de Walsh vuelve a atrapar a pesar de que los protagonistas están muertos, que
los conflictos son diferentes y han caído naciones y sistemas políticos”.
Los soportes varían: del papel al smart phone, de la radio a
la TV satelital. Pero hay premisas que definen un oficio, que señalan un
procedimiento que va más allá de las herramientas con que se ejecuta. El
periodismo tiene reglas –su mera enunciación, más allá de las disputas
ideológicas propias de cualquier demarcación, requeriría un artículo aparte– y
el deber de quien lo ejerce es respetarlas, porque sólo así se respeta el
oficio, el saber hacer.
La regla básica del periodismo, la información, no se
alterará con los futuros avances tecnológicos. Cambiarán los soportes –como
viene ocurriendo, a un ritmo cada vez más frenético, desde hace medio siglo–
pero la práctica del periodismo consistirá siempre en brindar información
precisa, rigurosa y lo más completa posible acerca de los hechos, los procesos
y los debates que conciernen a la comunidad. Informar es explicar, no sólo
reproducir. Ese es uno de los desafíos centrales del oficio.
El otro gran reto de la época es captar la atención de un
público que tiene acceso directo a fuentes primarias de información y a una
oferta de medios y entretenimiento que se multiplica a diario. Para ello es
necesario modernizar los productos periodísticos sin olvidar las premisas
cardinales: información de calidad, datos que ayuden a entender el tema,
fuentes debidamente identificadas –para que el público pueda discernir entre
los intereses del medio y los intereses de los protagonistas– y una exposición
adecuada que logre atraer antes que expulsar.
Detrás de esos desafíos –superar el rol de reproductores de
mensajes ajenos, interpretar procesos complejos para poder explicarlos, ofrecer
un producto acorde a la época– nos embarcamos, hace algo más de cuatro años, en
esta aventura que se llama Pausa.
Publicada en Pausa # 95, miércoles 6 de junio de 2012
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