Un grupo de acción territorial independiente trabaja con los
vecinos como una usina de poder popular. Su labor: cooperativas de trabajo,
huertas comunitarias y talleres artísticos.
Por Marcela Perticarari
A lo largo de Avenida Blas Parera varias paradas no están
numeradas y la gente se amontona en las esquinas durante las tres o cuatro
decenas de minutos que demorará en llegar un colectivo. La resignación se marca
en cada rostro y en las piernas que, en muchos casos, caminan largos metros
para llegar a la infernal arteria por la que a diario circulan miles de
camiones, autos apurados y motos que cargan de a cuatro humanos por viaje. Blas
Parera marca un límite imaginario y, a su oeste, la ciudad parece diluirse en
unas pocas calles con asfalto, vírgenes de colectivos y amigas de los remises
irregulares que se animan a transitar esas dimensiones.
Por esas mismas calles anda El Cuco, que no se trata de un
ente con cara derretida que asusta niños, ni de la espera de un colectivo, ni
del pedido prolongado por un mejorado en las cunetas llenas de un líquido
espeso y oscuro: El Cuco es un colectivo territorial independiente que trabaja
en Cabal, el barrio de 50 manzanas y 4.000 habitantes que tiene como límite sur
calle Estado de Israel, al norte Vieytes, al este Blas Parera y al oeste el
camino viejo a Esperanza, aunque los ranchos se extienden hasta terrenos
cercanos a la
Circunvalación. El cirujeo es la principal fuente de sustento
entre los habitantes más marginados del sector, que no son pocos.
Con pala y voluntad, los integrantes de El Cuco preparan el terreno para la construcción de un rancho propio que albergue sus actividades. Foto: Pablo Bertoldi
Las acciones del colectivo, que arrancaron en 2009, tienen
por objetivo “potenciar y diversificar las dinámicas socio-comunitarias
autónomas en lugares donde la exclusión, el abandono de las instituciones y la
indiferencia de la sociedad en general han convertido las emergencias humanas
más indignantes en una situación estructural, que jamás va a ser modificada a
través de la falsa ayuda del asistencialismo estatal, partidario o religioso”.
Asimismo, desde la organización sostienen que “los
aprendizajes, experiencias e intercambios compartidos con los vecinos son
nuestra práctica, la igualdad nuestro anhelo y los pensamientos libertarios
nuestra inspiración. Asumir nuestras circunstancias inmediatas y comprometernos
con ellas eligiendo ser actores, ensayando la construcción de una realidad
diferente y una convivencia colectiva, es el camino que pretendemos recorrer
hacia la meta de la autodeterminación allí donde no se la permite”.
Las actividades de El Cuco se fueron cristalizando en
diversos espacios, algunos consolidados y otros en vías de expansión: Macanudo,
el taller de expresión artística que agrupa a niños desde los 5 años en el cual
se realizan dinámicas a partir de la música, la plástica y expresión corporal, sumado
a la puesta en común de vivencias y valores; una huerta orgánica donde a través
de una actividad compartida “aprendemos a obtener nuestros propios alimentos
saludables a bajo precio en armonía con el medio ambiente” y la Murga de Cabal, que contagia
alegría por las calles del barrio y lo representa en cada actuación que realiza
en otros lugares de la ciudad. Además se llevaron a cabo ciclos de cine
itinerante a cielo abierto y talleres de primeros auxilios.
A partir de 2011, las energías también se centraron en el
armado de cooperativas de trabajo y de La Jugosa , que elabora productos cárneos como
hamburguesas, chorizos y carne picada y que se perfila como un buen negocio
para sus integrantes, ya que “los cucos” se propusieron como objetivo obtener un
sueldo para tomar nuevos trabajadores.
En paralelo, están proyectado afianzar una cooperativa de
fabricación de bloques de cemento-arena. “A nivel de construcción popular,
asumimos que éstos son procesos lentos porque constituir una cooperativa lleva
mucho trabajo. Sin embargo creemos que a partir de estos emprendimientos
gestionados bajo el control obrero avanzamos hacia la etapa prefigurativa de
creación de una economía distinta, basada en valores cooperativos y nuevas
relaciones humanas”, argumentaron sus integrantes.
Por el poder popular
A Pedro Diez muchos lo conocen como Peter. En el barrio
saluda a todos mientras desanda el trayecto entre su casa y el techo propio de
El Cuco. “Empezamos en la vecinal de barrio Cabal ayudando en la copa de leche,
haciendo una dinámica de juegos y apoyo escolar. Contamos con gente que está
desde el principio y se van sumando algunos, incluso unas diez personas vienen
a trabajar y no son del barrio”, cuenta.
Seguidamente señala: “Todos nuestros espacios van hacia el
mismo objetivo, que es generar poder popular en el territorio. Eso significa
lograr autonomía a través de la recuperación de derechos, como el derecho al
arte, al trabajo, al medio ambiente. A esos derechos los vamos recuperando
mediante los espacios que creamos, generando conciencia crítica en el
territorio para tratar de ver la realidad en la que estamos, que no es única
sino que la compartimos con otros barrios. Todo esto se canaliza en los
espacios de educación popular, donde los chicos y las familias van decidiendo
qué se quiere hacer y cómo se quiere trabajar. Con los adultos tenemos una
dinámica de participación en asambleas generales, que se hacen todos los
sábados, sumado a las reuniones internas de cada espacio”.
En un alto de sus actividades, Peter comentó que “estamos
por lanzar la rifa de una canasta familiar para solventar los espacios que
trabajan con niños. Salimos por el barrio a pedir productos para armarla y
después la terminamos de completar entre todos. Los chicos participan de este proceso
de financiamiento así como participan de cada espacio que tenemos”.
Sobre la relación con el entorno del barrio, explicó que
“además de Cabal, tenemos una pata de trabajo en Las Lomas y queremos arrancar
en Scarafía. A la par, articulamos con las organizaciones A Pedal, Revuelta y
con el Centro Cultural y Social El Birri. Falta mucho trabajo para llegar a un
escenario en el cual podamos abarcar situaciones de lucha que no obedezcan a
territorios específicos, aunque estamos interviniendo en el conflicto de los
carreros y también hemos realizado reclamos por el transporte público”.
En 2012, El Cuco impulsó una movilización tras la muerte de
su compañero Maximiliano Mendoza, presentando un petitorio ante las autoridades
locales, realizando un corte y pintando una estrella amarilla en el Puente
Negro, lugar donde Maxi falleció atropellado por un camión. Una semana después
de aquel accidente, dos niños de Cabal se electrocutaron, “y también nos
movilizamos a la
Municipalidad y a la
EPE reclamando obras para el barrio, porque no queremos más
muertes por pobreza, por abandono del Estado”.
Javier también es parte de El Cuco desde hace un año, cuando
se decidió a “tomar cartas en el asunto por el descontento con algunas
cuestiones sociales y políticas. Nos planteamos llevar adelante una acción
política que no implique adherirse a un partido o tenga que ver con el maneje
político, porque vemos la manipulación sobre los ciudadanos con promesas que no
se cumplen. Queremos ayudar a la gente a ayudarse más: no darles las cosas
hechas sino hacerlas junto a ellas”. En este sentido, dijo que “si bien nuestro
espacio apunta más a los chicos, hay vecinos que se acercan, incluso una
familia invitó a la murga a tocar al cumpleaños de su hijo”.
Javier aporta un dato clave: “Esta zona directamente no está
reconocida como barrio, según el Municipio es un espacio verde y todo eso
acarrea la falta de servicios normales a los que debe tener acceso toda la
ciudadanía”.
Consultado por la relación que El Cuco mantiene con los
entes oficiales, Peter analizó que “son discusiones pendientes porque hasta
ahora no hemos tenido un diálogo constante, en general lo hacemos a través de
diversas estrategias de comunicación. En realidad nos interesa hablar con el
resto de la sociedad, que suele ser muy indiferente y no ve estas realidades”,
acotó. Por su parte, Javier sentenció: “No me parece necesario establecer una
relación fluida con el Estado más allá de los vecinos que puedan ser
beneficiados con planes que se le extienden a cualquier ciudadano. Y hay muchos
planes de subvención a cooperativas que aceptaríamos como ayuda pero sin tener
que afiliarnos a un partido”.
Cimientos plantados
Días pasados, los integrantes de El Cuco construyeron una
casilla de chapa en el terreno que consiguieron el año pasado. Llegar hasta el
lugar resulta sencillo para quien conoce la zona. No obstante, una altísima
antena de telefonía instalada a escasos metros de los ranchos –que apenas
cuentan con tendido eléctrico y un precario servicio de agua de pozo– sirve
como referencia para los desprevenidos.
Dentro del terreno también funciona un abonero y una
incipiente huerta con verduras de estación, que cuidan los niños que asisten a
los talleres. “La idea es habitar esto lo más posible”, comentaron ‘los cucos’,
quienes prevén sumar una estructura sólida al rancho, armado entre todos en
apenas poco más de dos días.
Cuando no queda mucho más que contar y sí bastante por
hacer, los miembros de El Cuco resumen sus objetivos: “Venimos andando a
pulmón, buscando un sueño pero con los pies, las manos y el cuerpo en la
tierra, bien embarrados”.
Publicada en Pausa #120, miércoles 28 de agosto de 2013
Disponible en estos kioscos
No hay comentarios:
Publicar un comentario