Murió atropellado un limpiavidrios: las ofertas oficiales,
las demandas y la voz de los que hacen changa en la esquina como una forma de
zafar de la violenta pobreza.
Por Milagros Argenti
La muerte de Marcelo Giménez (25) bajo las ruedas de un
camión en Alem y Tucumán hizo que José Corral asumiera públicamente el
compromiso de “ir brindando a estos chicos oportunidades de otro tipo” a nivel
laboral. Al mismo tiempo, el intendente hizo especial hincapié en los riesgos
que conlleva la actividad que desarrollan. Mientras tanto, desde el centro de
día La Casa de
Juan Diego, su titular Gustavo Vogel reclama un abordaje integral de la
situación de los limpiavidrios. “Que los pase un auto por encima les importa
bastante poco, hay un montón de cosas que ya les pasaron por encima”, replica.
Pablo Medina está apostado hace tres años en Urquiza y
Boulevard. Tiene 25 años y hace 19 está en la calle, porque según él allí
“encontraba mejores soluciones” que en su casa. Su madre murió en el parto y su
padre era alcohólico y golpeador, por lo que a los seis años empezó a
rebuscárselas como podía. Hoy es padre de dos nenas y padrastro de tres chicos
más: Franco (13), Marcos (10), Mía (3), Milagros (2) y Tiziana (1). Hasta hace
tres años estaba “en cualquiera”, pero “se rescató”. Lo hizo por su familia,
dice. Incluso se mudó, porque en su barrio anterior se veían “muchas cosas”.
“Se te ponían a fumar faso en la esquina y los chicos salían de la escuela y
estaban viendo eso”, cuenta. De todas formas, cuando no tienen clases sus dos
hijastros mayores lo acompañan a su esquina, porque Pablo los quiere cerca.
“Porque por ejemplo, los pibes de 13 años no están como Franco: si no están
jalando una bolsa” –aspirando pegamento– “están tomando, porque los padres no
les dan bola. Y los pibes van de una amistad a otra y ya empiezan… yo se lo
digo porque sé. Yo estuve en esa”. Pablo no quiere que su pasado se reproduzca
en el futuro de sus hijos (“por eso los hago estudiar para que ellos el día de
mañana tengan algo y no estén como yo acá”). Lo que no encuentra es cómo
cambiar su propio presente: “no consigo laburo porque no tengo la secundaria”.
Posibilidades acotadas
Según el subsecretario de Acción Social de la Municipalidad ,
Mariano Cejas, el gobierno local tiene relevados 100 limpiavidrios en la zona
de Alem, 27 de Febrero y Boulevard. En 2012 siete de ellos fueron incorporados
a las cuadrillas que realizan el mantenimiento del espacio público o de obras
viales, y hace pocos días otros 20 se sumaron a ese régimen. Además, se están
evaluando “emprendimientos productivos con un grupo de ocho personas, y otras
iniciativas con el Ministerio de Trabajo”. Asimismo, es factible que algunos de
ellos sean sumados “a la recolección de materiales secos en el micro y
macrocentro, y otros a empresas privadas”. Todo ello, en función de entrevistas
que se están efectuando, de las cuales se desprenderán perfiles individuales.
Lo cierto es que desde Juan Diego estiman que el total de
jóvenes que limpian vidrios en las avenidas santafesinas asciende al menos a
300. Cabe preguntarse qué posibilidad tiene el Municipio –cualquier municipio–
de afrontar esa cifra.
Por otra parte, Vogel puntualiza: “estamos hablando de una
realidad bastante compleja. Esto no es sólo un problema de falta de empleo.
Estos jóvenes tienen todo un trayecto de vida donde no han tenido oportunidad
de armar un proyecto que no sea subsistir en la calle. Entonces, para volver a
integrarlos al entramado institucional es necesario generar condiciones
apropiadas a esa realidad”. Entre otras cuestiones, indica la necesidad de
reparar en la situación familiar y educativa de los chicos, como también en las
adicciones que muchos acarrean.
Desde la casa de Juan Diego calculan que en la ciudad unos 300 jóvenes limpian vidrios por monedas. Foto: Bárbara Favant.
Según Cejas, a partir de las entrevistas, “hay situaciones
que inmediatamente se comienzan a trabajar con las áreas correspondientes del
Municipio o la Provincia ”.
Pero, justamente, el reclamo de Vogel es que el abordaje integral tenga lugar a
priori. Nuevamente, es válido plantearse si el gobierno local tiene la
estructura suficiente para hacerse cargo de semejante tarea. En tanto, el
silencio de los funcionarios provinciales, desde que el tema de los
limpiavidrios resurgió en la opinión pública, es ensordecedor.
En otro orden, para Cejas una de las principales barreras a
sortear es la falta de hábitos de los jóvenes a la hora de encarar un empleo
formal y su reticencia a cumplir un horario. Pablo, sin saberlo, le responde:
“a mí me encantaría salir de la calle. Pero también tienen que entender mi
punto de vista: no importa la plata que haiga, hoy en día no alcanza nada.
Porque está bien lo que están haciendo, pero yo por más que tenga otro trabajo
igual tengo que venir a limpiar. Porque yo voy a cobrar por quincena y durante
los días, ¿cómo como? Las nenas, ¿cómo toman la leche? Esto es vivir el ‘día al
día’: limpiar, tener mi moneda extra, y sin ninguna obligación de horario. La
de un añito tiene un soplito en el corazón. Tengo que estar atrás de ella. No
puedo tener horario fijo. Y mi mujer cuida a su mamá, que está enferma. Y somos
nosotros dos nomás”. Y reflexiona: “ojalá lo del pibe este baste para que no
pase más nada. Que podamos salir de la calle y tengamos nuestra familia bien.
Que ellas estén seguras que nosotros vamos a volver. Porque yo me vengo solo y
ella no sabe si yo vuelvo o no”.
Consejo sin consejos
Según consta en la página web del Municipio, “el Consejo
Municipal de la Niñez
y la Adolescencia
está integrado por funcionarios municipales, concejales, autoridades y
representantes de diversas instituciones y entidades”, y fue puesto en marcha
en 2008. “La idea”, comenta Vogel, “era definir las políticas de niñez y
juventud”. Pero ese espacio, asegura, nunca funcionó con regularidad. Inclusive
–acusa– “desde la gestión Barletta se trabajó deliberadamente para que
fracasara”. Cejas desmiente rotundamente esos dichos y afirma que, si bien ya
no se hacen plenarios del Consejo, sus comisiones están trabajando.
En cualquier caso, para Vogel su labor sería invaluable no
sólo por los limpiavidrios, sino por todos aquellos jóvenes “que están aún peor
que aquellos que están en la calle. Hay chicos que mueren diariamente, que
están en los barrios muy vinculados al delito o a la droga y ni siquiera a la
calle acceden”. Pablo Medina no conoce al titular de Juan Diego, pero le da la
razón.
—¿Dónde están hoy los pibes que andaban con vos en tu
adolescencia?
—La mayoría están muertos. O fueron a robar y los mataron, o
se mataron entre ellos en el barrio.
Publicada en Pausa #120, miércoles 28 de agosto de 2013
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