miércoles, 4 de septiembre de 2013

Las esquinas de los rescatados

Murió atropellado un limpiavidrios: las ofertas oficiales, las demandas y la voz de los que hacen changa en la esquina como una forma de zafar de la violenta pobreza.

Por Milagros Argenti

La muerte de Marcelo Giménez (25) bajo las ruedas de un camión en Alem y Tucumán hizo que José Corral asumiera públicamente el compromiso de “ir brindando a estos chicos oportunidades de otro tipo” a nivel laboral. Al mismo tiempo, el intendente hizo especial hincapié en los riesgos que conlleva la actividad que desarrollan. Mientras tanto, desde el centro de día La Casa de Juan Diego, su titular Gustavo Vogel reclama un abordaje integral de la situación de los limpiavidrios. “Que los pase un auto por encima les importa bastante poco, hay un montón de cosas que ya les pasaron por encima”, replica.
Pablo Medina está apostado hace tres años en Urquiza y Boulevard. Tiene 25 años y hace 19 está en la calle, porque según él allí “encontraba mejores soluciones” que en su casa. Su madre murió en el parto y su padre era alcohólico y golpeador, por lo que a los seis años empezó a rebuscárselas como podía. Hoy es padre de dos nenas y padrastro de tres chicos más: Franco (13), Marcos (10), Mía (3), Milagros (2) y Tiziana (1). Hasta hace tres años estaba “en cualquiera”, pero “se rescató”. Lo hizo por su familia, dice. Incluso se mudó, porque en su barrio anterior se veían “muchas cosas”. “Se te ponían a fumar faso en la esquina y los chicos salían de la escuela y estaban viendo eso”, cuenta. De todas formas, cuando no tienen clases sus dos hijastros mayores lo acompañan a su esquina, porque Pablo los quiere cerca. “Porque por ejemplo, los pibes de 13 años no están como Franco: si no están jalando una bolsa” –aspirando pegamento– “están tomando, porque los padres no les dan bola. Y los pibes van de una amistad a otra y ya empiezan… yo se lo digo porque sé. Yo estuve en esa”. Pablo no quiere que su pasado se reproduzca en el futuro de sus hijos (“por eso los hago estudiar para que ellos el día de mañana tengan algo y no estén como yo acá”). Lo que no encuentra es cómo cambiar su propio presente: “no consigo laburo porque no tengo la secundaria”.

Posibilidades acotadas
Según el subsecretario de Acción Social de la Municipalidad, Mariano Cejas, el gobierno local tiene relevados 100 limpiavidrios en la zona de Alem, 27 de Febrero y Boulevard. En 2012 siete de ellos fueron incorporados a las cuadrillas que realizan el mantenimiento del espacio público o de obras viales, y hace pocos días otros 20 se sumaron a ese régimen. Además, se están evaluando “emprendimientos productivos con un grupo de ocho personas, y otras iniciativas con el Ministerio de Trabajo”. Asimismo, es factible que algunos de ellos sean sumados “a la recolección de materiales secos en el micro y macrocentro, y otros a empresas privadas”. Todo ello, en función de entrevistas que se están efectuando, de las cuales se desprenderán perfiles individuales.
Lo cierto es que desde Juan Diego estiman que el total de jóvenes que limpian vidrios en las avenidas santafesinas asciende al menos a 300. Cabe preguntarse qué posibilidad tiene el Municipio –cualquier municipio– de afrontar esa cifra.
Por otra parte, Vogel puntualiza: “estamos hablando de una realidad bastante compleja. Esto no es sólo un problema de falta de empleo. Estos jóvenes tienen todo un trayecto de vida donde no han tenido oportunidad de armar un proyecto que no sea subsistir en la calle. Entonces, para volver a integrarlos al entramado institucional es necesario generar condiciones apropiadas a esa realidad”. Entre otras cuestiones, indica la necesidad de reparar en la situación familiar y educativa de los chicos, como también en las adicciones que muchos acarrean.
Desde la casa de Juan Diego calculan que en la ciudad unos 300 jóvenes limpian vidrios por monedas. Foto: Bárbara Favant.

Según Cejas, a partir de las entrevistas, “hay situaciones que inmediatamente se comienzan a trabajar con las áreas correspondientes del Municipio o la Provincia”. Pero, justamente, el reclamo de Vogel es que el abordaje integral tenga lugar a priori. Nuevamente, es válido plantearse si el gobierno local tiene la estructura suficiente para hacerse cargo de semejante tarea. En tanto, el silencio de los funcionarios provinciales, desde que el tema de los limpiavidrios resurgió en la opinión pública, es ensordecedor.
En otro orden, para Cejas una de las principales barreras a sortear es la falta de hábitos de los jóvenes a la hora de encarar un empleo formal y su reticencia a cumplir un horario. Pablo, sin saberlo, le responde: “a mí me encantaría salir de la calle. Pero también tienen que entender mi punto de vista: no importa la plata que haiga, hoy en día no alcanza nada. Porque está bien lo que están haciendo, pero yo por más que tenga otro trabajo igual tengo que venir a limpiar. Porque yo voy a cobrar por quincena y durante los días, ¿cómo como? Las nenas, ¿cómo toman la leche? Esto es vivir el ‘día al día’: limpiar, tener mi moneda extra, y sin ninguna obligación de horario. La de un añito tiene un soplito en el corazón. Tengo que estar atrás de ella. No puedo tener horario fijo. Y mi mujer cuida a su mamá, que está enferma. Y somos nosotros dos nomás”. Y reflexiona: “ojalá lo del pibe este baste para que no pase más nada. Que podamos salir de la calle y tengamos nuestra familia bien. Que ellas estén seguras que nosotros vamos a volver. Porque yo me vengo solo y ella no sabe si yo vuelvo o no”.

Consejo sin consejos
Según consta en la página web del Municipio, “el Consejo Municipal de la Niñez y la Adolescencia está integrado por funcionarios municipales, concejales, autoridades y representantes de diversas instituciones y entidades”, y fue puesto en marcha en 2008. “La idea”, comenta Vogel, “era definir las políticas de niñez y juventud”. Pero ese espacio, asegura, nunca funcionó con regularidad. Inclusive –acusa– “desde la gestión Barletta se trabajó deliberadamente para que fracasara”. Cejas desmiente rotundamente esos dichos y afirma que, si bien ya no se hacen plenarios del Consejo, sus comisiones están trabajando.
En cualquier caso, para Vogel su labor sería invaluable no sólo por los limpiavidrios, sino por todos aquellos jóvenes “que están aún peor que aquellos que están en la calle. Hay chicos que mueren diariamente, que están en los barrios muy vinculados al delito o a la droga y ni siquiera a la calle acceden”. Pablo Medina no conoce al titular de Juan Diego, pero le da la razón.
—¿Dónde están hoy los pibes que andaban con vos en tu adolescencia?
—La mayoría están muertos. O fueron a robar y los mataron, o se mataron entre ellos en el barrio.


Publicada en Pausa #120, miércoles 28 de agosto de 2013

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