Santa Fe, territorio de ficciones. Repasamos el último lanzamiento de Francisco Bitar, las
poesías de “The Volturno Poems”.
Por Pablo Cruz
Francisco no para. Como un cowboy que se bate a duelo va
hacia adelante con todas sus armas. Ensayo, poesía, novela, todo género es
válido cuando de lo que se trata es de
dar forma a la obra. La editorial rosarina Iván Rosado acaba de lanzar The
Volturno Poems, su último libro de poemas.
Francisco Bitar se afirma con su escritura a medida que van avanzando sus publicaciones, que se suceden sin dar respiro y que alcanzan cada vez más al público lector. Foto: Pablo Cruz.
Uno
Es de noche y la librería está llena de gente. Los muchachos
de la Chochán
prepararon dos videos, una humorada que hace reír a los presentes y desacartona
las habituales presentaciones de libros. La nueva generación empieza a
idolatrarlo. El tercer video que se proyecta es un clip de Juan Bitar del poema
“Mucho trabajo y poco descanso”: Yo inclino hacia mí el vaso/ y la cerveza baja
pesada/ por la pendiente del verano; miro en los techos del barrio/ una pintura
de intemperie/ más barata que la intemperie. Y es que son, como expresa Gerardo
Jorge en la contratapa de The Volturno…, “veintitrés poemas como canciones,
casi siempre breves y recordables, unidos por su tono y sus temas, y a la vez
poderosamente autónomos”. Francisco toma el micrófono y para equilibrar el
clima ofrece palabras serias. Confiesa que Ana Wandzik y Maximiliano Mauselli,
los editores de Iván Rosado, le propusieron publicar el libro a principios de
año. Que recurrió a los últimos poemas que había escrito en 2011 y completó el
trabajo corrigiendo esos trabajos y escribiendo algunos nuevos. La reunión
parece casual, pero lo cierto es que el material estaba ahí, esperando. “Hay
también”, dice Francisco “un aliento novelesco, el libro empieza con la
reconciliación con mi mujer y termina con el nacimiento de nuestra hija, cuatro
años en unas vidas. No sé si es mi mejor libro de poesía pero son mis mejores
poemas”.
Dos
Hay un asado al mediodía. Aviso que voy a llegar tarde,
sobre la hora. Estoy terminando de colocar un tirante en el patio. El calor
está llegando y la glicina precisa una estructura nueva donde treparse. Estaciono sobre Maipú, veo a Francisco y a
Daniel entrando en la casa de al lado con las bolsas del super. Pienso que el
parrillero de chapa habrá quedado chico, que por eso se pasaron a la casa de
los viejos. Hace mucho calor, un calor parecido al que trasmite el cuento “Todo
lo que no sirve” (Luces de navidad, ediciones UNL, 2014). Allí, Flavia y Pablo
almuerzan, acaso por última vez, en el club Azopardo. Pablo le devuelve a Flavia
un libro de jardinería y pregunta por el estado del patio. Un par de párrafos más adelante, en una
conversación por celular Flavia se despacha: “¿Y cómo te crees que está el
jardín? ¿Qué pregunta es esa? ¡Se vino abajo el jardín! ¡No hay más jardín!”. El
primer poema de The Volturno Poems, “Su estado natural”, nos ofrece una imagen
de ese patio, un campo de batalla que acaso tenga la chance de renacer: El día
siguiente/ al día que te fuiste/ mi patio volvió/ a su estado natural/ …Parece
una época mala/ pero no lo fue en absoluto./ De tanto estar abajo del sol mi
cuerpo se hizo fuerte./ Llegaron alguaciles/ de palo blanco y cabeza celeste/ como fósforos de telo,/
todas eran buena señales. Caída y reivindicación son las fuerzas que tensionan
y con las que luchan los personajes de Bitar. “Yo tengo esa sensación”,
confiesa, “de que tenés que romperte el
culo luchando contra la vida hasta que tus armas se vuelven mochas de tanto
darle para conseguir una gota de aliento, de respiro, para sentir que las cosas
te salieron como querías. Me parece que si te descuidas un poco la vida te
lleva por delante”. En The Volturno Poems aparece nuevamente, como telón de
fondo, una ciudad vacía de encanto, donde el grupo de personajes van tejiendo
amistades y hermandades, cambiando de estado, envejeciendo, luchando contra el
monstruo.
Tres
Cuando llego al patio Daniel y Francisco están sentados,
cortando queso para una picada, discutiendo si no era mejor comprar cerveza.
Mientras, Martín y el Abuelo destapan una botella. La parrilla, más fría que un
muerto, lleva muchos meses sin uso. Pienso: cagamos, comemos a las cuatro. La
mesa está dispuesta en el comedor: …vaya tranquilo/ que es de buena madera/una
mesa perfecta/ para alimentar una familia. (“La mesa”, cuarto poema en The
Volturno…). Por la ventana abierta se puede ver la calle, el tronco grueso de
un fresno divide en dos la visual de la ventana. Enfrente, apenas tapada por el
árbol, aparece la casa de los Núñez. No puedo evitar pensar en el inicio de
Tambor de arranque y en “Árbol, hijo, libro”, el poema dieciséis que aparece en
The Volturno…: Voy a llamar a la casa/ donde planté mi único árbol/ y voy a
charlar con los dueños/ sobre la altura de su copa/ y la salud de su madera./
Me dirán si la sombra/ se proyecta donde la pensamos/ –en el corazón del
estudio / donde estaba la mesa– / y si el fantasma de mi vieja/ sigue llegando
con el mate/ para mi viejo desaparecido. Vuelvo al patio. Morcilla, vacío y
corte malvina. Para que no se seque hay que arrebatar del lado de la sal y
darlo vuelta enseguida. Malvina sale primero.
Francisco me acerca un vaso de vino. Le pido el diario y enciendo el fuego. Hay quien precisa
tomar distancia, separarse de un lugar para poder mirar y desarrollar una obra.
En Francisco, estar pegado a las cosas parece no ser una barrera. Las
circunstancias modifican la forma pero no el proyecto. Ahora volvió a la
poesía, en breve aparecerá un nuevo libro de cuentos. Si la paternidad y el
trabajo le trastocan los horarios, entonces modifica el método; recurre al
cuento corto, a la frase breve, para no parar y seguir escribiendo la novela de
la vida.
Bio oficial
Francisco Bitar nació en Santa Fe el 7 de abril de 1981 y es
Licenciado en Letras por la
Universidad del Litoral.
Publicó los libros de poemas Negativos (Ediciones Stanton,
Buenos Aires, 2007), El olimpo (Colección Chapita, Buenos Aires, 2009, Ediciones
Stanton, Buenos Aires, 2010) y Ropa vieja: la muerte de una estrella (Ediciones
Stanton, Buenos Aires, 2011). Publicó además la novela Tambor de arranque (EMR,
Rosario, 2012) que obtuvo el premio Ciudad de Rosario. Tradujo a escritores
norteamericanos y trabajó, entre otras, en la edición de Trabajo nocturno.
Poemas completos de Juan Manuel Inchauspe (Ediciones UNL, Santa Fe, 2010), El
junco y la corriente de Juan L. Ortiz (UNL-UNER, 2013) y 30.30. Poesía
argentina del siglo XXI (EMR, Rosario, 2013).
Cuentos y poemas de su autoría integran diversas antologías
y fueron traducidos al inglés y el alemán. En el año 2013 le fue concedida la Beca del Fondo Nacional de
las Artes y en 2014 el premio Alcides Greca por su libro de cuentos Luces de
Navidad.
Publicada en Pausa #161, miércoles 9 de septiembre de 2015
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