Mil mates, por Fernando Callero
La pasta es la sustancia perfecta, porque como el dinero, no
significa nada. La salsa es todo en los fideos, el relleno es todo en las
tartas. El hambre es la mejor salsa. Cervantes. La pasta, discreto pan que
aprieta el estómago e irriga glucosa al cerebro, es la pasta base. Azúcar.
Los españoles le llaman al dinero “la pasta”.
Pienso en el maná de los hebreos en el desierto y me imagino
una condensación de motas de cereal cristalizadas por la helada nocturna. Un
pan en polvo aventado como el plumón de los panaderos. Pienso en la sustancia
sutil del prana, hecha de gases, el oro del sol y la plata nocturna oreándolo
en la fragua común de la intemperie.
La olla o el caldero es la única imagen de cultura en el I
Ching, todas las demás son cielo, montaña, lago. La pasta es la base del libro:
celulosa.
Los átomos e inferiores notaciones de los elementales
físicos, los fractales, la contundente fantasía de las sociedades psíquicas,
onda, aureola o aura, l’aura no está. La proyección trascendente de la energía,
los patrones musicales, la eufo y la caco fonía, las consonantes líquidas
griegas, la pasta intangible que da forma al pastel, cuya mitad o más de
golosina es la alegría. El paladar como el cielo de la boca para los fenicios,
el cerco de los dientes que aprieta una expresión erótica, corazón de melón,
pechos de miel, boca de frambuesa, copo de azúcar.
La pasta que anima a Holly Golightly en Desayuno en
Tiffany’s, el viejo escritor, la base del amor. La humillación: lo que se
manifiesta al ras del suelo.
La papa base.
De la poesía de Irlanda.
El hambre.
El noise de Flaming lips el noise
de Sonic Youth
el Ruido Blanco de Soda.
Las relaciones peligrosas.
“El pan nuestro” de Pedroni.
En Pausa #138, miércoles 30 de julio de 2014. Conseguilo en estos kioscos.
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