Santa Rosa de Lima y San Lorenzo le dan pelea a la
desnutrición junto a la
Fundación Hoy x Mañana, que atiende a los niños con bajo peso
y amplía sus horizontes hacia otros barrios.
El equipo de la Fundación Hoy x Mañana reúne gran variedad de profesionales e integra a las madres dentro las tareas organizativas. Foto: Pablo Bertoldi
En 2010, los directivos de Hoy x Mañana obtuvieron la
personería jurídica y llevaron adelante un intenso trabajo de fortalecimiento
institucional a través de convenios, capacitaciones y difusión en forma
articulada con instituciones emblemáticas de Santa Fe. Un año después, la
fundación firmó la franquicia de incorporación a la Red Conin e inauguró su
centro modelo denominado Beata Madre Teresa de Calcuta, ubicado en Juan de
Garay 4151, al que asisten actualmente cerca de 50 familias de Santa Rosa de
Lima y San Lorenzo. La fundación cuenta con el apoyo de profesionales en
pediatría, nutrición, fonoaudiología, psicopedagogía, estimulación temprana,
trabajo social y orientación familiar. maestras jardineras, docentes,
comunicadores sociales y voluntarios completan el equipo de trabajo.
Tiempo después de abrir sus puertas, el 50% de los niños que
asistía a la fundación fueron recuperados y sus mamás empoderadas en su rol,
incluso algunas se integraron al equipo difundiendo saberes por los barrios que
habitan. Recientemente, seis niños fueron dados de alta y se abrieron vacantes
que ya empezaron a ocuparse con nuevas familias.
Las bases
La presidenta de Hoy x Mañana, Inés Larriera, comentó a
Pausa que “somos el único programa integral de seguridad alimentaria que existe
en la ciudad. Conin marca la presencia de una propuesta de seguridad
alimentaria integral porque tomamos esto como un desafío de promoción humana.
Arrancamos en 2011 con un grupo de diez familias y ya hemos cuadriplicado la
capacidad de atención. En la actualidad estamos trabajando muy bien en cuanto a
la mecánica y dinámica, se ha logrado construir un equipo espectacular y nos
hemos convertido en un punto de referencia en desnutrición infantil”.
Los casos llegan a la fundación derivados desde los centros
de salud, con cuyo personal crearon vínculos estrechos. “Cuando se diagnostica
a un niño o niña con bajo peso no se le llama desnutrición, como si eso
cambiara algo. El bajo peso es desnutrición, puede ser leve, moderada, crónica
o con talla cortada, que es cuando no se llega al potencial de crecimiento. Y
la marca de la mala alimentación queda: que un chico coma todos los días un
plato de guiso aguado y no tenga hambre no quiere decir que esté bien nutrido.
En muchos casos los nutrientes escasean por falta de información en las
familias. Y un plan integral significa fortalecer a las familias para el manejo
de riesgo. Es decir, que no estén supeditadas a un solo recurso. A veces
dependen mucho de los planes sociales y el día que no lo cobran o se lo comió
la inflación, no tienen para comer. Entonces proponemos que puedan utilizar e
invertir bien ese dinero que reciben, que tengan capacidad de producir
alimentos vía huertas y que mejoren sus niveles de empleabilidad a través de la
formación en oficios. Entonces, si existen posibilidades de ganar algún dinero,
cobrar el plan y producir alimentos, no se van a caer las tres cosas juntas”,
analizó.
“Es tramposa la cuestión de repartir alimentos porque hay un
principio relacionado a la soberanía alimentaria que está incorporado al
derecho a la alimentación: toda familia tiene derecho a decidir qué va a comer
según sus propias tradiciones. Por eso insistimos en el rescate de recetas,
tenemos familias que vienen de dos generaciones alimentándose en comedores
escolares. Acá trabajamos un taller de recuperación de saberes. Muchas veces se
habla de talleres de alfabetización, denominación que no nos gusta porque estas
mujeres no son analfabetas totales. Sí han tenido recorridos escolares muy
frustrantes y cuando les hablamos de retomar los estudios tienen miedo, porque
a nadie le gusta exponerse a la frustración. Por ello contamos con una docente
para adultos que trabaja recuperando los conocimientos que traen desde la
escuela y ellas empiezan a ver que son capaces de aprender, que hay un montón
de cosas que saben y no eran conscientes de eso”, amplió Larriera.
La recuperación de saberes se trabaja de manera conjunta con
el taller de cocina; las mamás piden recetas a referentes de su barrio y las
estudian, analizando las cantidades, medidas y precios, luego aplican esos
conocimientos a la práctica en la cocina. “Ese día se van con algo que ellas
pudieron hacer, además de ejercitar la lectoescritura y la matemática. En la
medida que van descubriendo todas sus potencialidades, se van produciendo
transformaciones impresionantes y eso se transmite a la familia, lo cual
implica un impacto positivo en la comunidad”, añadió.
La permanencia de las familias en el programa suele
extenderse a dos años. “Lleva ese tiempo recuperar al niño y que la mamá esté
fortalecida. Luego del alta, vienen una vez al mes para control durante un año.
Hasta ahora ningún niño recayó”, subrayó la presidenta de la entidad.
—¿Articulan tareas con el Estado más allá de las
derivaciones desde los centros de salud?
—El Estado desarrolla políticas que se manejan con lo macro.
Me enoja cuando queremos articular y nos dan unos pesos, que son muy
bienvenidos pero nosotros queremos articular de verdad, trabajando, porque las
organizaciones tenemos experiencia. Queremos trabajar con el Estado, no para
él, porque cumplimos un rol fundamental en el territorio. Si se articularan las
acciones y se formara a líderes, la situación mejoraría.
Construir rutinas
Desde la planta baja de la Fundación Hoy x
Mañana se escuchan risas de niños jugando. Tras subir la escalera, aparece en
escena Claudia, una maestra jardinera carismática y amorosa que, con algunos
días de anticipación, reparte los regalos del Día del Niño. “Todas las mañanas
besen a sus hijos. Trátenlos con amor, recuerden que nunca se enojan con
ustedes porque para ellos son las mejores”, repite Claudia a las mamás de esos
chiquitos encantados por abrir paquetes. El espacio es luminoso y se nota el
esmero por tenerlo impecable. Sin embargo, el desafío es contar con una casa
propia ya que el inmueble es prestado por Caritas y quedó chico. “Estamos
tratando de conseguir un terreno cercano para poder encarar esa obra”, contó
Inés Larriera. Y adelantó que en los próximos meses se abrirá un centro de
prevención en Varadero Sarsotti. Otro de los objetivos propuestos consiste en
armar un equipo externo porque “nos llaman desde otros barrios pero no damos
abasto”.
Belén Cheirano y Caren Muhando son las nutricionistas de la
fundación: “Preparamos la merienda y armamos bolsones con leche, azúcar y
alimentos variados que las mamás se llevan. También hacemos controles en el
consultorio y, de acuerdo a cada diagnóstico, pesamos a los niños una vez por
semana, cada 15 días o una vez por mes”.
“Cuando empezamos, el trabajo no estaba tan bien organizado
como ahora, había que ajustar muchas cuestiones e íbamos aprendiendo sobre la
marcha. Todavía hay cosas para cambiar, pero mejoramos muchísimo con el grupo
de madres. Al principio costó: varias de las mamás son jovencitas y no sabían
cocinar, nos decían que no les gustaba hacerlo. Con el tiempo fue cambiando la
relación, antes llegaban y se quedaban sentadas, ahora participan y trabajan
todas. Muchas descubrieron que les gusta cocinar y acá les explicamos cómo
reemplazar los elementos que tenemos, ofreciéndoles alternativas. Nos llena ver
resultados positivos, nos da fuerzas para seguir. Éste es un trabajo constante
y siempre hay cosas por hacer”, sintetiza Caren.
Inés Larriera coincide y redobla la apuesta: “Me gusta lo
que hago, estoy enamorada de Conin y encaramos este trabajo con mucha
felicidad. Venimos a trabajar con alegría más allá de ver cosas que no están
buenas”.
Un daño que afecta a todos
En la actualidad, la red cuenta con 72 centros distribuidos
en 15 provincias.
En Pausa #139, miércoles 13 de agosto de 2014. Pedí tu
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