El regreso de Divididos: viejos y nuevos clásicos de la
aplanadora del rock.
Por Ezequiel Nieva
“Divididos desde siempre, desde el aula hasta el bar”.
Después de nueve años, la aplanadora del rock, la banda de Ricardo Mollo y
Diego Arnedo, ahora con Catriel Ciavarella en la batería, volvió a Santa Fe a
saldar una vieja deuda. El propio Mollo lo reconoció desde el escenario: “Por
fin en Santa Fe... siempre Rosario”.
La banda de Mollo cautivó en Unión luego de nueve años sin tocar en la ciudad. (Foto: José Almeida)
La ansiedad del público estaba más que justificada. Desde
aquella última visita de 2005, la aplanadora giró por todo el país y pasó al
menos una docena de veces por Rosario, hizo un par de fechas en Sunchales y
también en Paraná. Santa Fe parecía fuera del mapa de Divididos. Hasta el
sábado 9 de agosto: el día del reencuentro.
La nostalgia y la alegría dominaron a las más de cuatro mil
personas que estuvieron en el estadio cubierto de Unión. Desde las pantallas,
antes del recital, un video en formato de clip-documental repasó los 25 años de
la aplanadora (cumplidos en 2013) y le aportó un poco más de emoción a la
previa, aunque no hacía falta.
El arranque fue inusual. Primero una versión rockera de la
baguala existencialista “Haciendo cola para nacer”, último tema de Acariciando
lo áspero (1991), en la misma línea que la adaptación de “Mañana en el Abasto”
registrada en Vivo acá (2003), que ya es un clásico de la banda heredera de
Sumo.
Siguieron tres covers, mientras los técnicos –y también
Mollo desde escena– ajustaban el sonido, un poco desprolijo en el inicio del
show. “El ojo blindado” (Sumo), “Tengo” (Sandro) y “Sucio y desprolijo” (Pappo)
aceleraron el pulso; luego, cuando muchos esperaban la poderosa versión de
“Cielito lindo”, dieron un volantazo y salieron con el inédito “Capo capón”
(que aparece en un compilado de 1997).
La banda ajustó el sonido y la gente entró en calor. Lo
mejor estaba por llegar y no se hizo esperar demasiado. Se alternaron los
clásicos de Acariciando lo áspero (el rock directo de “El 38”, el funk furioso
de “Azulejo” y los inoxidables “Sábado” y “Qué tal”) con otros más recientes
como “Tanto anteojo” y “La ñapi de mamá” (del disco Narigón del siglo, grabado
en Abbey Road y editado en el año 2000).
No fue casual que el repaso haya abarcado, principalmente,
canciones de Acariciando lo áspero, el segundo disco de Divididos y el que
define el sonido de la banda, y Narigón del siglo, que es al mismo tiempo el
renacer y el comienzo de una nueva etapa del grupo: lejos del exceso que los 90
y en conexión con la
Pachamama (el video por los 25 años remarca la importancia de
Jujuy en ese proceso y en especial de Tilcara, donde la banda se siente como en
un segundo hogar).
Pero volvamos al show. Mollo cambia de guitarra, los plomos
acercan unas banquetas y comienza un medley sosegado, íntimo: se suceden las
baladas “Par mil” y “Spaghetti del rock” y luego la bellísima “Sisters”, que no
pierde vigencia ni efectividad.
El público está hipnotizado. Los dedos de la mano izquierda de Mollo se deslizan por las cuerdas con una naturalidad cautivante, como si tocar fuera un trámite sencillo y agradable. Cuando finaliza el solo de guitarra, la ovación es fuerte y sincera: la gente está conmovida.
Afuera las banquetas, vuelven las guitarras al palo y el
bajo frenético de Arnedo que resuena en el pecho de cada uno de los presentes.
En la segunda parte del recital se cruzan el funk criollo de “Mantecoso” (del
último disco de estudio, Amapola del 66, editado en 2010) con rocanroles
inmortales como Paisano de Hurlingham (La era de la boludez, 2003) y
“Paraguay”.
La explosiva versión de “Voodoo Child”, de Jimi Hendrix,
mantiene el éxtasis bien alto. Los memoriosos recuerdan haberla escuchado en
1992 en Plástico, en la primera visita de Divididos a Santa Fe. Mollo toca con
una zapatilla y después con sus dientes. Es un amor que lleva más de 20 años y
la gente se lo hace saber a los músicos.
Una extendida versión de “Ala delta” le pone fin al recital,
tras dos horas y media de rock aplanador. Arnedo y Catriel se van a camarines y
Mollo les regala púas a los que hacen el aguante desde abajo del escenario. Las
luces se prenden y no hay una sola persona en el estadio que no tenga ganas de
escuchar un par de canciones más.
Es lógico cuando se trata de una banda como Divididos, con
25 años de trayectoria y una decena de discos entre registros de estudio y en
vivo. “El arriero”, “Qué ves”, “Rasputín”, “Tomando mate en La Paz ”, “Pepe Lui”, la veta
folk, los temas profundos y oscuros de Amapola, las muy buenas canciones del
injustamente olvidado Gol de mujer (1998)... todos quieren escuchar más, pero
ya no hay tiempo. Ojalá no tengan que pasar otros nueve años.
En Pausa #139, miércoles 13 de agosto de 2014. Pedí tu
ejemplar en estos kioscos.
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